. El Santo Oficio envía a uno de los inquisidores de Logroño, Alonso de Salazar y Frías al señorío de Vizcaya y Navarra después de que el pánico cunda entre la población ante los supuestos hechizos y argucias del demonio campando a sus anchas. Los ánimos seguían sin calmarse pese a la condena previa (1610) de once personas a morir en la hoguera acusadas de brujería en Logroño. La muerte de una mujer en extrañas circunstancias ha sido el límite de la paciencia del Santo Oficio que ha provocado la particular “ruta” en la que se busca a los arrepentidos de ese mundo perverso que la Iglesia no está dispuesto a aceptar porque representa una dura competencia a su poderío.
Un escenario vibrante donde ficción y realidad se dan la mano. La realidad, con el camino recorrido por este particular inquisidor que Nerea Riesco nos descubre dentro de un capítulo desconocido (al menos para mí) desvelado siglos después de que se encontraran escondidos en un sótano los numerosos documentos donde registró su periplo. Y con él, sus dudas en el ejercicio de sus funciones.
La ficción llega de la mano de la joven Mayo, perdida desde que desapareciera Ederra, la mujer con la que se ha criado. De quien aprendió los hechizos que deberá aplicar para sobrevivir mientras sigue de cerca los pasos del inquisidor, convencida de que en su entorno, hallará pistas sobre su adorada madre adoptiva. Me encanta la época y la temática. Con Toti Martínez de Lezea aprendí y disfruté con novelas donde la magia y la historia confluían por estos derroteros. Estaba esperando a Nerea Riesco en mi lista de lecturas y afortunadamente, ha sido una grata sorpresa. “Ars Mágica” tiene once años pero el tiempo no ha influido en el placer que provoca su lectura. La pobre Mayo causa una inmensa ternura. En su universo de “bruja” es tan inocente que se teme por ella en esta cruzada donde cualquiera puede ser objeto del dedo acusador. El amor también está por ahí. Cómo no, con formas tan mágicas como los hechizos y sospechas que atormentan al inquisidor. Hombre descreído, notario de la verdad (esa es al menos su pretensión), hasta revolucionario diría, en medio de la plantilla de su “empresa”, Alonso de Salazar tendrá que vérselas con una dura competencia e intereses espurios que superan con creces su integridad. Felipe III, su esposa Margarita de Austria, el siniestro duque de Lerma serán personajes tan reales como el propio inquisidor dentro de estas páginas para acomodarse a la historia de la ideada Mayo en las manos de la autora. Ha sido un paseo por el oscuro mundo de las mafias que siempre han existido. Se llamen como se llamen. Porque para ellas, sea cual sea su cara, el fin siempre justifica los medios. Élites políticas y religiosas pisoteando al pueblo llano creyente de tradiciones ancestrales que se han forjado con naturalidad y muchas veces en conjunción con la naturaleza de la que se envuelven las zonas rurales. Brujas o no, demonios o no, las leyendas populares de akelarres que escandalizaban hábitos y atuendos de cortes reales, eran suficientes –entre otras cosas– para cercenar pensamientos y vidas. Con argumentos o sin ellos. Por eso, me ha cautivado la historia de Alonso de Salazar, su coherencia, rigor y sus dudas internas como cualquiera de los humanos, pese a no poder permitírselo siendo representante del omnipotente Dios de la época. Tuvo que ser realmente interesante el proceso y trabajo de documentación de esta novela. Se deleita mi imaginación, poniéndome en los ojos que pueden leer el testimonio-diario del inquisidor, conocer su intimidad –hasta el dolor del amor que no quiere ni confesarse a sí mismo– y los peores debates internos. Ponerlo en el plato para que lo consumamos los lectores, seguro que tuvo que ser complejo y, sin embargo, ¡qué emocionante! De todas formas, aunque la lectura ha sido muy agradable, la fluidez escaseaba en determinados tramos. Son muchos los datos, los paseos, recorridos, pistas sobre pistas dentro de la ardua investigación del inquisidor, los movimientos internos de las confabulaciones, que me han sonado a demasiada repetición en determinados momentos. No obstante, recomiendo esta novela. Aunque se haya leído mucho sobre esta temática. Por desvelarme quién fue este inquisidor tan ético. Por oler con Mayo esos caminos perdidos sobre las pezuñas de Beltrán; traspasar puertas y cuevas donde residía lo mágico, también de los aposentos reales y con ínfulas de reales; por describir tan bien el miedo de los perseguidos, de los defenestrados, de los aterrorizados pese a su inocencia. Novela chula, chula. Sí señor. Cautivadora. Ya sumo una nueva escritora –para mí, claro– que apunto para posteriores lecturas. Qué infinita se me hace la lista… Qué escaso se queda el tiempo de una vida para tanto placer de letras.