Por una mirada, un mundo;
Por una mirada, un mundo;
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Nacido en Sevilla el 17 de febrero de 1836, en sus treinta y cuatro años de vida nos dejó numerosos poemas por todos conocidos. Quién no recuerda la Rima XXI, en la que el poeta comparaba a la poesía con una mujer… o viceversa, al canto de ¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas/ en mi pupila tu pupila azul, o aquella sobre amores pasados en la que Bécquer se pregunta a dónde irán (Rima XXXVIII) o las oscuras golondrinas que cada primavera regresan a colgar sus nidos a nuestros balcones (Rima LIII).No sería justo decir que Bécquer escribió poesía y olvidarnos de su prosa (magníficas Leyendas, entre otras obras) y de su labor como dramaturgo a la que, además, impregnó de poesía, versificándola y dotando a los diálogos de un ritmo cercano a la lírica. Pero nosotros nos vamos a centrar en su obra en verso, en su colección de poemas titulado Rimas, formada por setenta y seis composiciones, muestra de un espíritu puramente romántico, cuyos temas principales son el amor, el desamor, la pasión, la soledad y la muerte y que reflejan perfectamente el ideal de mujer del poeta, la que desea, la que solo existe en sus pensamientos y en sus sueños, a la que busca de forma incansable y nunca encuentra.Pero no solo al amor ideal dedicó Bécquer sus poemas, sino también al amor real, al que sintió por diversas mujeres. Ejemplo de ello es la Rima XIII, en la que ensalza los ojos de una mujer que lo cautivó, Julia Espín, un amor imposible: “Tu pupila es azul (…)”, aunque la mayoría de sus Rimas están dedicadas a Elisa Guillén, de la que poco se sabe, salvo que debió ser una mujer que durante algún tiempo correspondió el amor del poeta.También hallamos en su obra algunos versos dedicados a Casta Esteban Navarro, con la que contrajo matrimonio en 1861 y de la que se separó al cabo de siete años: “Tu aliento es el aliento de las flores;/ tu voz es de los cisnes la armonía;/ es tu mirada el esplendor del día, / y el color de la rosa es tu color.”Bécquer tituló el manuscrito de sus Rimas como Libro de los gorriones: colección de argumentos, ideas y planes de cosas diferentes que se concluirán o no según sople el viento (1868), que se conserva hoy en día en la Biblioteca Nacional; pero no será hasta después de su muerte que sus amigos lo editarían en dos volúmenes, para ayudar a su viuda e hijos, ya con el título Rimas.Situado cronológicamente en el inicio de la poesía moderna, la influencia del romanticismo alemán se deja sentir en la obra de Bécquer, intimista y vacía de artificio. Sus rimas son breves, pero concentran un profundo lirismo, un sentimiento nacido directamente del alma, que toca y hiere y desaparece, logrando conmover al lector. El propio autor la describe como “un acorde que se arranca de un arpa, y se quedan las cuerdas vibrando con un zumbido armonioso” (reseña del libro La soledad, de su amigo Augusto Ferrán).Hoy hemos escogido para cerrar este post, la Rima LII en la que Bécquer nos muestra el ansia de evasión y muerte a través de las fuerzas de la naturaleza, un intento de huida de la soledad de su dolor. El poeta expresa con vehemencia esa angustia que lo atenaza. Olas gigantes que os rompéis bramandoen las playas desiertas y remotas,envuelto entre la sábana de espumas,¡llevadme con vosotras! Ráfagas de huracán que arrebatáisdel alto bosque las marchitas hojas,arrastrado en el ciego torbellino,¡llevadme con vosotras! Nube de tempestad que rompe el rayoy en fuego ornáis las sangrientas orlas,arrebatado entre la niebla oscura,¡llevadme con vosotras! Llevadme, por piedad, a donde el vértigocon la razón me arranque la memoria.¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarmecon mi dolor a solas!