Se conoce como telemedicina
todas aquellas actividades
diagnósticas o terapéuticas
realizadas a través de un medio electrónico que permiten la transmisión de imágenes y/o
información verbal. Esta definición lleva
implícito la ausencia
de la entrevista cara a cara y
con ello, la no necesidad de desplazamiento tanto del médico como el paciente.
Parece claro que la reducción del número de visitas y gastos médicos y
probablemente, la mayor comodidad y accesibilidad tanto para el paciente como
el médico, pueden ser ventajas atribuibles a esta modalidad de medicina. La
psiquiatría no escapa de este boom tecnológico, diversos estudios muestran le
efectividad y el positivo coste-beneficio de esta actividad, aunque hay escasos
estudios que avalan su eficacia, por lo que no deja de ser altamente provechoso
e interesante su desarrollo.
Entre los beneficios que destacan de la telepsiquiatría
están: permitir una provisión de servicios de calidad a nivel local, minimizar
los viajes innecesarios de los pacientes, posibilitar la comunicación con
profesionales sanitarios en lugares remotos y modernizar el entorno laboral de
los médicos. Sin embargo, no todos los pacientes son ideales para esta
práctica. Se contraindica en pacientes que rechazan participar, violentos,
inestables, impulsivos o muy manipuladores, con riesgo inmediato de suicidio o
gran peligrosidad, o si hay un perfil de síntomas que pueda exacerbarse por el
uso de la tecnología. Tampoco es ideal para transmitir información que precise
ser comunicada cara a cara, cuando el paciente tenga un déficit auditivo,
visual o cognitivo que le limiten en su uso de la tecnología o cuando se deban
tomar decisiones contra la voluntad del paciente (instauración de tratamiento,
decisión de ingreso, etc.). Por otra parte, el estigma psiquiátrico hace de
esta práctica un ámbito seguro, al ser realizada en la comodidad del hogar.
En el 2008 , se estimó que aproximadamente 20.000
páginas web estaban dedicadas a
la atención en salud; cifra superada con creces hoy. Recientemente, se ha
encontrado que más del 10% de la población general y más del 20% de aquéllos con
historia de alguna enfermedad mental
usan internet como
fuente primaria de
información en salud mental.
Los programas de tratamiento para los trastornos mentales
que han demostrado efectividad son complejos e integran múltiples componentes
-educación, farmacoterapia, intervenciones psicosociales, monitorización de los
tratamientos- e involucran a una amplia gama de profesionales de la salud
incluyendo la asesoría de profesionales especializados.
Los resultados, hasta la fecha, demuestran que el tratamiento
ofrecido por servicios de telepsiquiatría son comparable con los resultados obtenidos
en tratamientos de consulta cara a cara. Como
reporta Elford, en 1955
el Instituto Psiquiátrico
de Nebraska quien usó un sistema
de circuito cerrado de televisión para transmitir sesiones terapéuticas en vivo
a estudiantes, con fines académicos. Durante las dos décadas siguientes, el Instituto
inició un proyecto
en telepsiquiatría, el cual
mostró que el grupo intervenido
con el nuevo sistema
podía ser manejado adecuadamente, y logró
incluir la supervisión a distancia de las consultas realizadas
en otro hospital. La siguiente experiencia
que abrió el
camino al desarrollo
de la telepsiquiatría se
dio en 1968, cuando
psiquiatras del Hospital General de Massachusetts usaron una conexión
bidireccional por televisión con el Aeropuerto Internacional Logan para
consultas remotas. Los profesionales participantes
valoraron el sistema
positivamente e indicaron la efectividad de la intervención
en algunos pacientes, como niños, adolescentes y personas con diagnóstico de
esquizofrenia. Para estos pacientes, fue más fácil conversar con el
“psiquiatra televisivo” que hacerlo con un psiquiatra
en persona.
La evolución de esta práctica ya cuenta con antecedentes
importantes que la respaldan, para ser vista como una herramienta confiable con
resultados favorables, brindando nuevas oportunidades para el médico y el paciente.