La noche se hizo más
larga, desde aquel momento que la reunión se silenció con la noticia, ¡aplastaron
a Salomón! se escuchó desde el pasillo, el noble espécimen que significaba la
esperanza en la extensión de la raza, aquella esperanza, que surge con una nueva camada cuando el
tiempo hace su trabajo de desaparecer en este plano, a quienes algunas vez, les
toco jugar el mismo rol.
Humberto, Zacarías,
Leobaldo y Patroño eran algunos de los se encontraban en la reunión, embargados
por la nostalgia, sus mentes solo podían asumir una interrogante ¿Y ahora?
Ø Nubia
rompe el silencio y exclama; alguien debe avisarle a Raíza, ella debe saber lo
que pasó!
Zacarías, apuesta al
silencio como estrategia y que sea la misma conmoción la que haga conocer a Raíza
la noticia, no imagina decirle a su amada, que su cría ha muerto, no es de
Blatodeos andar haciendo leña de los árboles caídos.
Leobaldo dice que es necesario ir al sitio, Salomón era
el escudo más fuerte que he visto, estoy seguro que los engaño con los latidos
de su corazón, él es un bueno en esas cosas de engañar, así lo hacía en la
escuela, allá cuando estudiamos nuestra supervivencia.
Ø Olvídalo
Leobaldo, increpa Patroño, ha sido una víctima de esa bestia punta de hierro como la llaman, lo dije,
derramaremos lágrimas sino destruimos esa amenaza,
Ø ¡Cuida
tus palabras Patroño! no es nuestra naturaleza vengarnos, -sentenció Humberto-,
ahogado en lágrimas por el recuerdo de su gran amigo de noches de farra.
Patroño golpea la mesa
y dirige su mirada a los presentes que han callado también al escuchar la
noticia, no pienso quedarme aquí y ver como sigue esa plaga punta de hierro, destruyendo a los míos, no les pido venganza, les pido
unirse en una misma lucha; sobrevivir.
Ø ¿Que
sugieres entonces que hagamos? Pregunta Zacarías desde el asiento en tono
desafiante,
Ø Hablemos
con Lucas, -responde Patroño- él es un sobreviviente de una guerra, puede
decirnos que hacer en estos momentos, dejemos a un lado, esa animadversión
hacia Lucas,
Ø No
podemos salir ahora mismo, podemos correr la misma suerte de Salomón, debemos
escondernos y mañana podremos salir, dice Humberto.
Ø Escondernos
en la noche y huir en este momento es un deshonor a lo que somos Humberto, le
replica Patroño, ahora es el momento, yo voy con Lucas, los que quieran venir,
lo dejo a su consciencia.
El camino del bar a la
casa de Lucas, parecía una travesía de siglos con el miedo a que punta de hierro apareciera nuevamente y
terminara con esta revuelta que buscaba consumar venganza, el andar de los
machos era motivo de admiración de las hembras que observaban desde sus
ventanas la marcha valiente de una treintena de vengadores en camino a su
encuentro con Lucas.
Cerca de la casa de
Lucas, Patroño detiene a su ejército improvisado y les pide esperarlo allí, sus
frases para describir a Lucas fueron implacables: Muchachos espérenme aquí, yo
hablaré con Lucas, nuestra indiferencia no solo lo ha hecho resistente a los
químicos, él por sí solo, es un químico para nosotros, además de genes de
desintoxicación, tiene genes de exterminación.
El ejército calló y
afianzó la admiración por el sobreviviente a una guerra, aquella fama que crecía
desde las casas. Era el momento que muchos esperaban, ver a Lucas aunque fuese
en la caída de Salomón.
Ø ¡Lucas!,
¡Lucas! Gritaba Patroño frente a la casa,
Ø cállate
pequeño bribón, escucho decirse desde el interior de la cueva, ¿quién osa
molestarme en mi cena?
Ø Soy
yo Patroño, queremos hablar contigo Lucas,
Ø ¿Eres
Patroño, el hijo de Octavio y hermano de Semeleo? Parece que la impresión y la
duda invadió a Patroño antes de responder un pírrico sí que apenas podía
escucharse.
Ø ¿Cómo
sabes quién soy Lucas?
Ø Una
carcajada por respuesta se escucha, un grito que envuelve una sentencia
retumba, ¡ustedes los jóvenes siempre sin memoria, desde que se descubrió que
podían utilizar sus espiráculos, ya no piensan!
Ø ¿No
viniste a que te dijera tu árbol genealógico, verdad? Pregunto Lucas ya en la
puerta frente a Patroño,
Ø No,
no, vine con mis amigos para que nos ayudes a vengarnos de punta de hierro, aplastó a Salomón.
Ø Ay
Patroño, ustedes los noveles, los recién acumuladores de horas, no entienden la
regla básica de la vida, no estamos hechos para el Sol, somos hijos de la Luna,
no deben estar buscando a plena luz del día lo que nos pertenece en la sombra,
la naturaleza es sabía, además, ustedes siempre llevados por la materia y sus
impulsos de hambre, tienen esa enfermedad humana de comer por comer sin parar,
mis ojos (que si los uso) han visto como la gula los extermina.
Ø Lucas,
queremos que nos ayudes, basta ya que punta de hierro, cause más muertes a
nuestro pueblo, yo sé tú crees que podemos hacerlo, solo debes ayudarnos,
guíanos, dinos como hacerlo por favor. Ellos, los que me siguen, también creen
en ti, el héroe que sobrevivió a la guerra. Ayúdanos.
Ø Quizás
lo que les diga Patroño, no les agrade, debemos aliarnos, solos no podemos por
mucho alérgeno que tengamos, no le llegaríamos a hacer daño a nadie.
Ø ¿Aliarnos
con quién Lucas? Replica Patroño extrañado por sus palabras.
Ø Los
Mus y aquella vieja encantadora con sus sonidos, que no quiero recordar serían
entonces nuestra única esperanza de acabar con punta de hierro, dice Lucas mirando fijamente a Patroño.
Ø ¿Nuestros
enemigos los Mus? ¿ese viejo amor platónico Lucas es al que te refieres?
Pregunto en su duda, Patroño.
El asombro en el
ejercito llegó con el viento desde el oeste, nunca antes unas palabras habían
sido tan delapidantes y aterradoras, se estaba aprendiendo que enfrentar la
vida no era juego de la naturaleza.
Ø ¡Aceptamos
Lucas! Exclamaron desde la retaguardia Humberto, Leobaldo y Zacarías, nosotros
estamos aquí con ustedes y en particular con nuestro amigo Patroño, hoy le
ponemos fin a punta de hierro, palabra de blatodeo.
Ø Vamos
a hablar con los Mus y la otra señora que dices Lucas, exclamó Patroño.
Lucas, dirigiéndose al
ejercito les dijo con firmeza, síganlo por su valentía, no por su inteligencia,
a esa repartición llegó tarde, -todos ríen al mismo son que Lucas-.
Ø No
podemos hablar con ellos, seriamos un verdugo pidiendo clemencia, haremos un
plan y ellos nos ayudaran sin saberlo, es hora de enseñarles que también
tenemos memoria y planificamos.
Entrada la noche,
vísperas a la aurora, el plan toma fuerza, han llegado al hogar de punta de hierro, es territorio Mus y
solo falta que la vieja enemiga Mapanare haga su llegada, hay que prepararle el
escenario, decía Lucas ahora como jefe del ejército.
Ø Hagan
una columna de 10 valientes, deben ser 2 para rodear a punta de hierro, alzarlo es nuestra meta, su peso no debe ser mella
ante el dolor que nos ha causado, vamos valientes, tráiganlo afuera, a nuestro
terreno.
La euforia es el
alimento del ejército que irrumpe en los espacios y logra su cometido, mientras
Lucas, Zacarías, Humberto y Leobaldo cargan con restos de comida que han dejado
la fiesta derrochadora de los dueños de punta de hierro.
Ya afuera, llenan la
boca de punta de hierro de esas
sobras, la gula hace la imagen de una figura saciada por la comida, es el
escenario perfecto para los Mus quienes se acercan para ser actores sin saberlo
del plan de Lucas, desde una trinchera improvisada observan como los Mus
devoran y causan daño a Punta de hierro,
algunos han entrado en su boca, es el momento de la vieja Mapanare que observó
como prepararon su mesa.
Al salir el sol Ernesto
el joven trabajador después de degustar su café, sale al patio y desde allí le
grita a Mercedes, su fiel compañera,
Ø ¡Coño
vieja, los ratones me comieron las botas, ahora, ¿Cómo voy para el terreno a
cortar el monte con esas botas con huecos? ¡Se van a meter las culebras! llama
a Reynaldo y dile que no voy por falta de botas o si no tiene otras punta de hierro que me preste.