"Colombia es una gran
audiencia que mira el mundo a través de una pantalla y sigue la vida de las celebridades
porque le cuesta vivir la propia vida con las prioridades trastornadas".
Colombia despierta cada mañana con
la esperanza de que las noticias malas del día pasado no sean más que el producto
de un malestar digestivo o un consumo desmedido de licor. En un día normal,
justo al levantarse, escucha que dos testigos clave de un reconocido caso de corrupción
están muertos, coincidiendo en que ambos estaban vivos un poco antes de su
fallecimiento según indica la seria y detallada investigación de la fiscalía. A
Colombia no le interesa saber si tiene sentido lo que escucha, si es cierto o
si es falso, porque siempre tiene mejores cosas que pensar. Colombia no ha
terminado de ducharse cuando escucha a los vecinos decir que en su casa pagan los
servicios públicos de un país de primer nivel, aunque vivan como marginales,
pero a Colombia eso no le importa porque Colombia es un adolescente digno y despreocupado
por esos pequeños problemas que nunca llegarán a su mesa.
Justo antes de salir de su casa,
Colombia piensa si será mejor quedarse en su vivienda porque las noticias le
acaban de informar que una multitud de desadaptados universitarios encapuchados
amenazó con salir a detener el tráfico, a reventar la propiedad pública y
lanzar arengas en la calle. Colombia se molesta, se indigna y se enfurece
porque no se puede permitir que la gente haga lo que se le dé la gana, al menos
no en la democracia más antigua del continente, y justo el día que debe que ir
a pagar las cuotas del Icetex, que le han costado ya tres veces lo que le
costaba la carrera universitaria que con tanto orgullo exhibe como una prueba
concreta de lo que es un ciudadano trabajador y cumplidor de la ley. Colombia
no se molesta en averiguar las razones por las que un grupo de personas sale a
marchar porque dentro de sí misma ya juzgo a todos los marchantes locales desde
su pedestal. Ya quisiera Colombia que fuéramos como Francia dónde los buenos ciudadanos
salen a defender sus derechos y no el cardumen de pulgosos indeseados que piden
todo gratis en su bien amada república.
Colombia considera que la
corrupción es uno de los grandes dolores de la patria, pero le cuesta
comprender la diferencia entre veinte millones de pesos y cincuenta millones de
dólares, al fin de cuentas, Colombia es un individuo que se inclina más por la
farándula y las emociones que por las matemáticas y los hechos. Colombia pide
justicia según su conveniencia y sus filiaciones políticas e ideológicas porque
sus posiciones están rígidamente delimitadas de tal forma que el castigo debe
ir para todos y cada uno de sus opositores puesto que tener una ideología
diferente es -per se- una prueba irrefutable de su culpabilidad. Para Colombia
su punto de vista es una verdad absoluta, y los puntos de vista de los demás no
son más que comentarios sueltos de un chirrinchero local. Colombia es una gran
audiencia que mira el mundo a través de una pantalla y sigue la vida de las celebridades
porque le cuesta vivir la propia vida con las prioridades trastornadas.
En un día normal, Colombia también
se monta en Transmilenio, maldice al Transmilenio, se baja a empujones de
Transmilenio, maldice por segunda vez al Transmilenio, odia la contaminación
del Transmilenio, maldice nuevamente al Transmilenio, le parece altísimo el
costo de Transmilenio con sus baldosas rotas y vuelve a rellenar de madres al
Transmilenio, y así hasta que llega a su destino; y cuándo viene el momento de
votar elige al que le ofrece más Transmilenio y a quien le promete reducir la
renta corporativa pensando con toda la ingenuidad del mundo que eso significa que le van a bajar los impuestos.
Colombia, en fin, admira lo
limpias que son las calles en Europa, su cultura cosmopolita, la paciencia,
benignidad y tolerancia de su gente, pero está empeñada en ser lo contrario. A Colombia
le falla tremendamente el sentido común porque nunca se ha educado para meditar
sobre la resaca sino a pensar en la próxima borrachera. Colombia despierta cada
mañana con la esperanza de que las noticias malas del día pasado no sean más
que el producto de un malestar digestivo o un consumo desmedido de licor y lo
único que encuentra despierto a su lado es un guayabo nacional.