Hoy solo contamos muertos y
encerramos en cárceles a los que sobreviven.
Chile
está gestando un concepto que lleva madurando más de un siglo, avanzando desde
lo básico, como la alta mortalidad infantil, a concederle derechos a los niños,
desarrollar nuevo conocimiento en torno a ellos, e incluso, redefiniendo este mismo
concepto, la infancia. Por desgracia, este concepto está enfermo, la pobreza y
la negligencia fueron heredadas de forma genética, y por más que nos gustase,
no hay aspirina que cure esta condición de la infancia. Más de algún “experto”
resignado dirá, que si Chile en su conjunto sigue progresando a pesar de estas
penas, entonces la infancia también podrá, no obstante, las creencias dogmáticas tienden a sucumbir
ante la evidencia empírica, y al igual que Galileo Galilei ante el tribunal de
la santa inquisición diremos: «Eppur si muove» (y, sin embargo, se mueve).
Entender a Chile como un país desigual en el ámbito
de la infancia no es redundante, es clave, ya que si parte de la infancia no
accede a los mismos beneficios, como salud o educación, en tal caso
evidenciaremos síntomas, que se manifestarán con una intensidad que tendrá
directa relación con la profundidad de estas diferencias. Para graficar ésta
idea no solo cabe destacar que junto con un grupo selecto en la OCDE, del cual
nuestro país va liderando y llevando el coeficiente Gini (índice sobre
desigualdad en los ingresos) al siguiente nivel, también se evidencia en
nuestra nación que los padres o apoderados tienen preferencia en la elección de
colegios no relacionados con la dirección pública. Si comparamos este
comportamiento de preferencias en Chile con un país de la OCDE que tenga dos
veces más estudiantes en cada ciclo, como lo es Alemania, y otro que tenga la mitad, como Suecia, nos
sorprenderíamos. Para contrastar esto, primero un contexto económico en torno
al gasto en educación. Según un estudio de la OCDE, Education at a
Glance 2018
en el periodo 2015 Alemania dedicó 0,6% del PIB a la educación primaria y
Suecia, al igual que Chile, un 1,8%. Las cifras del banco mundial en su Public
Data nos muestran que, en el periodo 2014, el gasto público en educación en
relación al PIB de Alemania fue muy similar al de Chile, un 4,93% y 4,72%
respectivamente. Lo que resulta interesante es la cantidad de matrículas que
van a parar a las instituciones no dirigidas por el estado, la tasa de matrículas
privadas sobre el total de matrículas en la educación primaria en Alemania es
del orden del 4,88%, para Suecia del 10,1% y para Chile un inquietante 62,71%, según la
Public Data del banco mundial este escenario no cambia en la educación
secundaria, y lo que es peor, esta tasa en Chile iría en alza. El 2014 el
ministerio de educación entregó distintas becas a los alumnos de educación
básica y media, solo 12% de los beneficios fueron a parar a alumnos de colegios
municipales y solo un 6,7% a colegios subvencionados gratuitos, nuevamente el
grueso de los beneficios se los lleva el grupo que está inscrito en un colegio particular con
financiamiento compartido y utiliza la beca estatal para cancelar la
mensualidad, al cual van dirigidos el 79% de las becas. Esto no solo nos indica
el rol subsidiario que tiene el gobierno con la educación, sino que manifiesta
serias deficiencias comparativas en su estructura pública.
Sumado
a las condiciones de desigualdad cae la pobreza, el 2015 UNICEF da la cifra de
un 25,5% de niños sumidos en la pobreza, esto significa que un cuarto de los
niños se enfrentan a un sistema sumamente segregador, que los marginará del
resto y prácticamente lo único que se hace para suplir esta desigualdad es
sistemáticamente inyectar recursos a las instituciones que los contienen. Para
el 2016 Chile crece contigo contaba con un presupuesto de 83 millones de dólares
y esta cantidad no constituye toda la inversión en primera infancia en el país,
esto para que ese mismo año, el 50% de quienes
estuvieron en la cárcel hayan sido personas que pasaron por el Sename según reveló
la fundación San Carlos de Maipo.
El principal
problema no es de recursos, es estructural, corregir en el camino o esperar a
que se solucione con el tiempo no es económicamente lógico, y más importante,
no es humano. Según el gobierno, para el 2017 un preso le costaba al fisco 724
mil pesos mensuales. Pagamos los platos rotos o evitamos que se rompan la mayor
cantidad posible; un niño en el Sename para el 2017 al estado le costaba 294 mil
pesos.
Esta es la infancia que se gesta enferma, y es que cuando parte de la infancia no se desea, cuando
no resulta conforme lo planeado, cuando esa infancia idealizada carga con el
lastre de la pobreza y solitaria baila al son del olvido, entonces las luces de
una historia conocida iluminan el triste final, hoy solo contamos muertos y
encerramos en cárceles a los que sobreviven.