Reseña "De parte de la princesa" de Kenizé Mourad

Reseña realizada por Begoña Curiel.

 

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¿Cómo se puede estar cautivada y decepcionada al mismo tiempo? Pero es que esta hermosa historia es capaz de casar con la desilusión. La autora de esta novela Kenizé Mourad relata la exótica y angustiosa (fifty-fifty) vida de su madre de la que no supo nada poco después de nacer. Un gran trabajo de documentaciónle sirvió para poner en pie el recorrido de Selma: una madre que existió en cuatro mundos distintos a medida que iba recorriendo kilómetros.

¿Qué es verdad? ¿Qué no lo es? Esas son las preguntas de mi decepción. Creí que la autora-hija fue testigo de parte de esa vida y camino: el fin del imperio otomano en Turquía, el exilio en el Líbano, un matrimonio en la asfixiante India y la luz y sombras de un París a punto de ser invadido por los nazis.

Esas son las etapas divisorias de la novela y el viaje sin aviones que hará el lector. Desde su sillón entrará en palacios, lujos mezclados de miseria, desesperación e impotencia con un impresionante fondo histórico y tono de enciclopedia política que harán subir puntos a medida que avanza la lectura.

Kanizé Mourad escribió hace años este best-seller en lo que parece ser un intento desesperado por recuperar a la madre de la que no pudo disfrutar. Una persona real que sin duda, es personaje de novela con todas las letras. Incluso en el caso de que la mitad del libro no se correspondiera con la realidad.

Selma es nieta de sultán. Corretea desde pequeña por palacios donde es objeto de admiración en el Estambul que tendrá que abandonar. Los restos del mundo musulmán deberán huir con los vencidos de la primera Guerra Mundial. Como aliado de Alemania, Turquía vivirá el ocaso del imperio otomano y Selma el exilio de su amado Estambul al Líbano.

El orgullo permanecerá en su sangre pero desaparecerán los excesos del lujo y sin embargo Selma será una privilegiada –inconsciente, claro– en el ámbito educativo y después, entre las mieles del mundo de la noche libanesa. Pero la mujer de su tiempo seguirá siendo mujer y su destino, el matrimonio. El más ventajoso según su madre estará en La India con el rajá de Baldapur.

Las buenas expectativas se cumplen en lo económico pero se sentirá un pájaro en jaula de oro, impotente ante el aislamiento al que están sometidas las mujeres, desengañada por no encontrar el amor esperado en la figura de su marido y de paso, con el pueblo que esperaba que la adorase. Todo le sale mal según la agenda que ella tenía marcada.

El movimiento de independencia en un país colonizado por los ingleses y los enfrentamientos entre hindúes y musulmanes forzarán de nuevo su partida. Aunque en este caso, será una huida deseada al París de la luz y las fiestas. Hasta que se haga la oscuridad con la entrada de los nazis y comience la debacle que terminará con su vida.

Puede parecer un resumen largo. Pero sin duda, son mil las escenas, datos y toneladas de maravillosa ambientación las que quedan en el tintero. Con sus puntos álgidos y los más áridos. Aunque dicha ambientación, el contexto de los lugares y culturas de paso vividas y sufridas por la protagonista, son un disfrute.

Por muchas pegas –recordando esa decepción de la que hablaba al inicio– que se le pudieran poner, reconozco que me he enamorado de esta lectura. Si te dejas llevar, dejando a un lado las pegas y etiquetas que se le pudieran poner, disfrutarás. Si no, despídanse de llegar al final con una sensación positiva.

La trama de la princesa realmente no existe. Es la descripción de experiencias vitales en marcos geográficos y sociedades diferentes –en tiempo récord. Creo que Selma murió a los veintiocho años. Está claro que la visión de la hija solo puede ser sesgada. Selma es una mujer con coraje, una feminista adelantada a su tiempo en contextos realmente difíciles, con virtudes dignas de admirar, pero su lista de defectos tampoco se queda corta.

Su origen nunca dejará de correr por sus venas. La niña crecerá con el aire caprichoso con el que fue criada; convencida de que nació para cumplir sus objetivos por muy sociales que fueran sus intenciones y rebeldías; altiva ante la servidumbre aunque el cariño atravesara el muro de separación entre clases; era incapaz de aceptar la complejidad de las relaciones amorosas, deshojando la margarita de manera enfermiza hasta la extenuación: tequiero, notequiero, tedejo, notevayas…

Por cierto, en relación a esa servidumbre, no puedo dejar de mencionar el gran papel de su fiel eunuco que la seguirá hasta los confines de la tierra. Qué capacidad para la fidelidad más extrema. Qué delirante magnificación de lo que sin embargo es una gran virtud.

Tampoco me puedo olvidar cómo no de la gran secundaria, la abuela de la autora: la orgullosa sultana, tan inteligente y justa como rígida. Defensora a ultranza de la tradición y sin embargo, capaz de educar a su hija la fuerza innata de la mujer. Porque esta novela es una exaltación del género femenino: tan oprimido como resuelto a soltarse de las ataduras.

Ya ven. ¿No les había dicho que esta novela cautiva con decepción incluida? Es que además, –como si eso fuera poco– Kenizé Mourad escribe de forma maravillosa. Incluso, aceptando sus excesos descriptivos así como la agotadora extensión en tramos explicativos de contextos políticos que terminan por resultar farragosos. Aunque su intención sea buena y todo un cursillo de aprendizaje de muchas cosas.

Por tanto no me atrevo a recomendar con ceguera esta novela. Comprendo que es muy particular la percepción que pudiera tener el lector. Es difícil condensar en un simple titular o frase, aciertos y no aciertos (no quiero decir errores). “De parte de la princesa muerta” es contradictoria y sin embargo enormemente bella.

UNETE



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