Julia de Burgos (Carolina, Puerto Rico, 1914-Nueva York, 1953)
“Poetas y poesías” por Mª Ángeles Álvarez.
Si hay una palabra que defina y aglutine no solo la vida sino también la obra de esta poeta puertorriqueña, es pasión, con la que vivió su corta pero intensa existencia y de la que dotó a cada uno de los versos que compuso.
Nacida en el seno de una familia humilde y con doce hermanos más, Julia supo sobrevivir y labrarse un hueco en el mundo. Su talento y su fuerza la llevaron a obtener el título de maestra en una época en la que no era fácil para una mujer acceder a estudios secundarios y, mucho menos, lograr graduarse en la Universidad.
Mientras ejerció la docencia no abandonó su verdadera vocación, la poesía, en la que puso su corazón y su alma, consiguiendo dar a luz a poemas como Río Grande de Loiza, que la hizo famosa. En él, Julia hace un recorrido desde su nacimiento, pasando por su infancia y adolescencia, hasta llegar a su propia madurez. Un camino por el que transita al tiempo que el río sigue su curso, juntos, como si de uno solo se tratara. Nuestra autora nos lleva de la mano transmitiéndonos todos sus sentimientos, los más profundos, con sencillez y armonía, con la belleza que encierran las palabras que pueblan esta composición.
Publicó dos poemarios, Poema en veinte surcos (1938) y Canción de la verdad sencilla (1939), y dio a conocer diversos poemas sueltos en los que la fuerza y profundidad de esta interesante y moderna mujer se reflejan de forma clara. Poemas como El mar y tú o Yo fui la más callada son fiel reflejo de la frescura de su obra, una frescura que no resta solidez a cada una de sus composiciones.
Influenciada en su primera época en gran medida por autores como Alfonsina Estorni, la sensualidad referida al amor y a la naturaleza que aparece más tarde en sus composiciones nos recuerda a poetas como Vicente Huidobro o Rafael Alberti. Muestra de ello es su poema Canción de la verdad sencilla.
Aquejada de un cáncer que la sumió en una profunda depresión, llevándola a ahogar su amargura en alcohol, Julia falleció en 1.953 en Nueva York, dejándonos como legado póstumo una poesía apasionada, a veces sensual, a veces trágica, pero nunca carente de vigor.
Muestra clara de esa intensidad con la que Julia de Burgos vivió, construyó su obra y, desafortunadamente, también murió, es el poema elegido para el post de hoy, Armonía de la palabra y el instinto, un sensual canto al amor, al más apasionado y carnal. Por sus versos se desliza el deseo, expresado de la forma más bella y sutil que permite la palabra escrita. Delicada y a la vez palpitante, esta alegoría del amor nos guía a lo largo de sus versos en los que, tal y como nos su título, la palabra se funde y baila al son de uno de los instintos más humano y esencial.