Vivimos en la era del activismo social. Por todas partes y, sobre todo en boca de la gente joven, escuchamos palabras que antes no eran muy conocidas pero que ahora resuenan señalando nuevas realidades. Una de esas realidades y, sin duda, una de las más importantes de todas desde el punto de vista de los derechos sociales, es la neurodivergencia. Si definimos a una persona neurodivergente o neuroatípica, decimos, en primer lugar, que es alguien que presenta trastornos del especto autista. Sin embargo, hoy en día está empezando a ganar una nueva acepción y, también es utilizada, en contraposición a la neuronorma o al grueso de población neurotípica, como un término paraguas que designa a cualquier persona con un trastorno mental, sea ansiedad social o depresión.
Vivimos en la era de la abundancia de la información y eso implica que disponemos de rigurosos datos relacionados con la psicología moderna. Además, podemos encontrar con suma facilidad portales webs que nos ofrecen numerosa información sobre teorías psicológicas de los siglos pasados, todas ellas adaptadas a los tiempos modernos. Por ejemplo, la web de Sepa en España reúne a estudiosos, académicos e interesados en el pensamiento de Jung, que estableció pilares importantes en el camino hacia el conocimiento de la psique humana, como los arquetipos o, el inconsciente colectivo. A pesar de todo, la salud mental sigue estando completamente denostada y sus síntomas son continuamente despreciados por un alto porcentaje de gente.
Pero son una realidad, tan cierta como la psicología junguiana. Esta marginalidad, esta incomprensión y este tabú hacia los trastornos mentales, han causado que nuestro sistema social y laboral se articule en torno a la norma: las personas mentalmente sanas. Para personas mentalmente enfermas, acceder al mundo laboral y sobrevivir a las exigencias del capitalismo, que solo busca resultados, sin pensar en las consecuencias, puede llegar a ser un trauma. Por eso y, al igual que tiene voz la sociedad junguiana en España, es importante que la sociedad escuche las necesidades de las personas neurodivergentes. Es importante construir, entre todos y todas, una sociedad un poco más justa, igualitaria y empática.