No son los dichos de AMLO lo que debemos atender, sino hacia dónde van dirigidos los obuses.
A
pesar de la burla continua de los amlofóbicos por las declaraciones de Andrés
Manuel López Obrador, no anda tan errado, después de las aclaraciones que
surgieron por parte de él mismo y de su equipo tratando de resarcir daños. Una
cosa sí es importante: en el futuro deberá reflexionar respecto de dar o no
entrevistas banqueteras que, si algo inducen, son interpretaciones fuera de
contexto. El tema de comunicación política y “declaracionitis” deberá atenderse
con mucha seriedad en el futuro.
Ahora
bien, cuando AMLO dijo que recibía un país en bancarrota, la mayoría pensó en
la ruina económica, la definición más socorrida de la palabra. Pues sí, por más
mal que esta el país, difícilmente podemos pensar en una ruina económica. Sin
embargo, nos guste o no, el sistema y andamiaje económico actual del país está
bastante desacreditado, razón por la cual López Obrador ganó las elecciones
contundentemente.
Repito,
nos guste o no, así es y lo que estamos observando son manotazos bajo la mesa
por los cambios que se están operando a la vista y en lo oscurito y derivado de
la “transición de terciopelo”. Hay muchos intereses en juego (prensa, radio,
concesiones, alta burocracia, programas sociales, altos salarios, el
presupuesto 2019…) y lo que vemos en las Cámaras y el Congreso no es más que el
reflejo de las posiciones que se van tomando y las reacciones de los afectados.
No hay más explicación.
Lo
más importante es la aclaración que hizo AMLO sobre las prioridades del nuevo
gobierno. La crítica más reiterada que hemos escuchado a lo largo de los
últimos meses es que sus números no cuadran. Si sumamos los recursos que
necesita para llevar a cabo todos los proyectos, inversiones y programas que ha
prometido, será necesario introducir nuevos impuestos, aumentar los actuales o
incurrir en deuda. Sin embargo, prometió no hacer nada de lo último. Si no
alcanza el presupuesto, una de dos, tendrá que reducir o eliminar algunos de
sus planes, o bien, buscar cómo financiarlos. La gran mayoría de los
amlofóbicos juran que tarde o temprano recurrirá a un mayor endeudamiento,
situación que nos llevará a desequilibrios macroeconómicos y más inflación. Y
AMLO fue enfático. No llevará la economía a una nueva crisis. Si es que
llegáramos a tener una, será por condiciones externas, o bien, porque Banco de
México no hizo bien su tarea (¿Recuerdan el error de diciembre 1994?). La culpa
no será de él. En otras palabras, va en serio su conservadurismo fiscal y su
afán de mantener los equilibrios macroeconómicos.
Mi
interpretación es que AMLO y su equipo (por lo menos los que tomarán las
decisiones) entienden bien la importancia de mantener los equilibrios
macroeconómicos. En la década de los ochenta, en medio de la crisis de la deuda
externa, sufrimos las consecuencias de una inflación elevada. Los
desequilibrios no solamente no permitieron crecimiento económico (fue la famosa
década perdida), sino que además los que más sufrieron fueron los
desprotegidos. Aumentó la pobreza y empeoró la distribución del ingreso. Las
clases acomodadas se dolarizaron y conservaron su riqueza. Los más ricos se
hicieron todavía más ricos. De hecho, muchos empresarios hicieron sus fortunas
en ese periodo. Sin duda alguna, los que más perdieron fueron las clases
populares, justo el segmento de la población que AMLO ahora no solo quiere
proteger, sino ayudar a salir adelante.
Para
esto, el presidente electo ha dicho reiteradamente que va a respetar la
autonomía del Banco de México. ¿Por qué? Porque al final de cuentas, esta
institución será uno de sus mejores aliados, ayudándolo a mantener los
equilibrios necesarios y el poder adquisitivo de la población. Él hará su parte
al manejar un presupuesto en forma responsable que evite un mayor endeudamiento
del país. Gastará diferente. A lo mejor habrá rubros, programas y acciones que
no gusten a muchos, pero definitivamente tenemos que estar de acuerdo en
eliminar los gastos ostentosos, bajarle a la publicidad y reducir la
burocracia. La mayoría hemos pedido a gritos a lo largo de este sexenio una
reorientación del gasto. Habrá experimentos. Habrá cambios. Pero lo más
importante es que se haga dentro de un marco de responsabilidad. Si el nuevo
gobierno escoge este camino, el trabajo del Banco de México será relativamente
sencillo.
¿Qué
significa respetar la autonomía? (Aquí está la clave de la declaración de
AMLO). Lo más obvio, es no promover ningún cambio constitucional en torno a su
tarea actual y dejar que siga operando como ha venido a lo largo de las últimas
dos décadas, con resultados positivos en términos de inflación. Sin modificar
ningún artículo de la Constitución o cambiar la ley, puede ir colocando poco a poco
a gente de su confianza en la Junta de Gobierno. Manuel Ramos Francia termina
su periodo el 31 de diciembre de este año, Javier Guzmán a finales de 2020 y
Alejandro Díaz de León al final de diciembre de 2021. Si decide llevar este
camino, a mediados de su sexenio tendría tres de los cinco votos de la Junta y,
por tanto, control total sobre la política monetaria. A este propósito, algunos
de los nombres que han sonado son Mario di Costanzo, Mario Delgado, Adolfo
Hellmund, Adalberto Palma, Alicia Bárcena y Abel Hibert. Sin embargo, muchos de
estos ya aceptaron o están en las listas para otros puestos y no queda claro si
cumplen con el perfil.
Aparentemente,
AMLO no tiene intención de ir colocando gente de su confianza, sino a personas
calificadas, independientes, con prestigio internacional y que sepan bien cómo
funciona la política monetaria. Toda esta especulación terminará con la
designación de la persona que tomará el lugar de Manuel Ramos Francia a partir
del 1 de enero de 2019. Insisto, la mejor forma de respetar la autonomía, es
trabajar junto con el banco central para conservar los equilibrios
macroeconómicos. La estabilidad de precios es un objetivo que le conviene a
AMLO, dejará contenta a la población y fomentará un ambiente macroeconómico
mucho más propicio para el crecimiento más elevado y sostenido que todos
buscamos.
De
modo que, no son los dichos de AMLO lo que debemos atender, sino hacia dónde
van dirigidos los obuses.