El PP vive obsesionado con España,
como ocurre con todas las obsesiones, el concepto abarca más de lo que dice; abarca
a niveles que ni siquiera los mismos son conscientes. A su vez, el PP vive en
una dimensión de función restauradora de todo aquello que ocurre (todo lo que
cambia) cuando no están en el poder. España, digna de toda postracción, es
profanada en su ausencia. Ese mito, al que ellos llaman España, está amenazado
sin estar ellos en el poder. El poder es, por lo tanto, aquello que sirve para
estar en paz, para que las cosas sean las correctas. No se trata tanto de una
visión patrimonialista, eso es del estado, como cada partido, sino una visión
espiritual, mágica, salvadora de pecadores. La unidad de España obedece a la
continuidad de la propia existencia.
La posesión, por parte del otro, de
la figura espiritual y existencial es horrible. De vuelta al poder, que siempre
es arrebatado de manera deshonesta, en Cataluña se empezaba a organizar las
bases de un movimiento simplemente inabarcable para el PP. ¿Cómo no va a ser mi
Dios lo que yo digo? Resulta que para algunos España no es lo mismo que para el
PP.
Si un Statut que nadie pedía provocó
una gran deuda, la campaña de firmas en contra del mismo fue pedir un crédito
en 24H. Fue brillante y fácil para Convergencia, que, lo vio claro y tiró para
adelante. Se quitaron la careta o se convirtieron. Y entre diadas y consulta,
el tiempo se empezó a acelerar. Con un
nuevo rey, un tío con coleta por ahí, una revolución comunicativa en España y
un presidente analógico, Junts Perl Si, ganó las elecciones pero no consiguieron
la mayoría absoluta. En un hito del que todavía no podemos saber el nivel de
relevancia histórica que tendrá, un Artur Más descabezado eligió a Carles
Puigdemont como President.
Un 2016 de absoluto protagonismo de
la política de Madrid dejó a un envalentonado PP en el gobierno, dispuesto a
darle de comer lentejas a Ciudadanos no quitando a Pedro Antonio Sánchez, presidente
del gobierno de Murcia, una vez fue imputado. Ciudadanos, que por un momento
sentí que estaba noqueado, giró de posición y obligó, asumiendo la posibilidad
de apoyar al PSOE en una investidura junto a Podemos, a quitar al Presidente de
Murcia. Entre eso, Lezo y una moción de censura instrumental, el marianismo dejó
de ir al ataque para siempre.
Sumidos en dos dimensiones con
diferentes interpretaciones, reglas y entendimientos, el gobierno central y el
catalán entraron en una dinámica surrealista que se hundió muy profundamente. Unos
decían que solamente respetarían las decisiones emanadas del parlament no
reconociendo la legalidad vigente, que digo yo, y no con intención de comparar,
sino de plantear el peligro del hecho, si Le Pen o Salvini llegan al poder y
tienen mayoría en el parlamento, ¿Pueden tomar la decisión que quieran aunque
no esté contemplado en la legalidad vigente? ¿El hecho de conseguir una mayoría
parlamentaria te da la legitimidad para ello? ¿Algo así como un gobierno totalitario elegido
cada cuatro años? ¿Iría así? Los otros responden que hay unos procedimientos
establecidos para cambiar la constitución y poder así celebrar un referéndum
legal. Eso no va a pasar. La única salida para ambos es el conflicto.
Entiendo la ira, la insatisfacción,
el dolor y el desamparo al ver a policías saltando con patadas voladoras a
compatriotas míos, por cierto el policía karateka también es compatriota mío
(sin defensa posible), pero que unas figuras políticas no reconozcan las leyes
que les constituyen como los mismos es aparte de surrealismo (bastante cómico
para un guión) un elemento que me da pánico. Es la sensación de desamparo de la
posibilidad de que se “rompa España” lo que provoca las acciones que llevan al
desamparo a la ciudadanía catalana y, con ello, se aúpa al independentismo.
Puigdemont pasó de convocar
elecciones autonómicas a proclamar la independencia durante ocho segundos y
acabar fugado. Otros le acompañaron y otros fueron a la cárcel y, a día de hoy,
ahí siguen todos en el mismo sitio. Ante el bloqueo que debió suponer la
posibilidad de que le llamaran traidor inició un camino fascinante y sumamente
eficaz: la lucha contra la justicia española le iba como anillo al dedo a su
discurso, los acontecimientos judiciales iluminaron y decoraron el discurso. Yo,
por mi parte, que estaba decidido a irme después del puente de la constitución
a Cataluña a grabar lo que estaba ocurriendo, perdí esa ilusión. Todo se frenó.
Mariano Rajoy, que en esto, actúo pensando en el país, optó por una aplicación
del 155 que nunca hubiera hecho un reaccionario. Surgió una nueva situación.
Los acontecimientos ocurridos entre
Septiembre y Octubre de 2017, son uno de esos momentos históricos que si bien
son explicados por lo ocurrido anteriormente, abren un escenario completamente nuevo
que ya no se puede medir ni explicar por los parámetros que lo propiciaron.
Con cada partido a lo suyo, como es
lógico, una desmesurada y brillante
mediatización de Puigdemont que, solito, dejó a una descabezada ERC en segundo
plano se llego a una situación nuevamente endiablada el 21 de Diciembre.
Puigdemont, con mayoría independentista, otra vez con la necesidad de la CUP,
quedó segundo en unas elecciones que ganó Ciudadanos. Mi sensación es que en el
partido naranja también consideran que Rajoy hizo lo mejor para el país.
Olvidado que estaba dispuesto a
convocar elecciones autonómicas el independentismo se erigió en un movimiento
dirigido por Carles Puigdemont. Capaz de desafiar al estado opresor, funciona
como exponente del futuro inquebrantable del mito, de la salvación, del fin del
desamparo. Y él creyéndose en el hacedor de ese futuro, adopta, a su vez, todos
los requisitos para ser entendido como tal. En la nueva situación consiguió el
papel de protagonista.
Es, inevitable, la oposición pública de lo que
no es de Puigdemont en el espacio
independentista para poder parar la maquina que en el propio Puigdemont se
inició días antes del 1 de Octubre. Líder que ha hecho a su propia imagen como
vertebradora de un movimiento y a sí mismo como indispensable en la consecución
del mismo. Este momento, ocurrido muchas veces en la historia, es la que tiene
que combatir, contraatacar, no el gobierno, no la oposición, sino, el propio
independentismo pues lo puede dejar herido de muerte. Para Puigdemont solamente
Puigdemont es la opción válida. Tengo la duda, de si, paradójicamente y en
términos históricos, va a ser Puigdemont el salvador de España tal y como
entiende España el PP.
En la misma época Xabier García
Albiol, en una entrevista, dijo que no entendía el voto de los catalanes el
21D, de hecho, en su elaboración los llegó a denominar como “abducidos”. Llama
la atención, porque viene a decir mucho de cómo él ve la situación, él,
simplemente no se lo llega a explicar. Dado que no se llegó a la independencia
que decían, ya está, demostrado que no estaban diciendo la verdad, se debe
volver a la otra forma de ver las cosas, deben dejar de votar a los partidos
independentistas, el no hacerlo, es explicable solamente por falta de
facultades mentales. Es realmente curioso que un dirigente del PP tenga esta
concepción. Y cuando digo curioso no estoy juzgándolo de una manera negativa
sutilmente, lo que estoy diciendo es que ese planteamiento explica la formación
de dinámicas de posiciones contrarias que se retroalimentan en política. En mis mitos, el bueno siempre soy yo.
Con líos, dudas, encarcelados, huidos,
discursos del rey, victorias judiciales en el extranjero, la muerte de un
fiscal general del estado, circunloquios y la perspectiva de que el asunto es
más una trilogía que un guión solitario, Torra es investido como el nuevo
President de la Generalitat. Elegido directamente del dedo de Puigdemont de la
misma manera que él de Más. Ocurrido ya el referéndum, la declaración
unilateral y el 155, el gobierno de Torra, bajo la tutela de Puigdemont, volvió
básicamente a la misma dinámica el gobierno de Rajoy, así como, los
constitucionalistas, los que no son constitucionalistas pero no quieren que
Cataluña se independice, los vascos, los canarios, todos, absolutamente todos siguieron
en el mismo discurso. No había pasado nada porque nadie pudo realmente cambiar
nada ni a nadie le convino cambiar.
Para los políticos es difícil, hacer
un cambio puede llevarte a ser defenestrado por los tuyos pero estos, que no
están viviendo o decidiendo de primera mano si no que están en su casa viéndote
por la tele, pueden llevar la situación, poco a poco, hacia una degeneración
por el hecho, curiosamente, de que no cambia nada. Lo que si cambia, poco a
poco, es Cataluña. Son en estos momentos de reparto de papeles donde la hegemonía
futura se decide.
Y de repente, pacto para sacar los
presupuestos, sentencia de la gurtel, un par de días en silencio del PSOE,
moción de censura, fuera Rajoy, Sánchez presidente. A las dos semanas de
gobierno, se había certificado el fin de la era jurásica con el último gobierno
de Rajoy. Son momentos de mucho cambio.
El nuevo Presidente del PP, Casado, eligió
como forma de diferenciarse en la campaña, por dar a entender que hubiera
cambiado algo en la situación de Cataluña, un 155 más duro. Un cambio para
empujar con más fuerza que nada cambie, esto de los catalanes ha sido un
sainete mental, transitorio en los equilibrios de fuerza, fruto de la crisis y
de unos políticos y élites que los han engañado. Suspirando por el
abducimiento, estará por ver si una futura llegada al poder de la derecha y una
línea más dura provoque cambios en el equilibrio de fuerzas que hace que nada
cambie, el de un porcentaje mayor de catalanes que no tienen, creen tener o
sienten ningún tipo de conexión con España. Podría ser el PP el salvador de
Puigdemont. Cada parte luchando valerosamente y heroicamente por un mito que es
antagónico al del otro.
Con Sánchez, volvió el diálogo protocolario,
Torra, fue a la Moncloa, se saludaron y se dieron algún regalo. ¿Qué harán los
políticos con tantos regalos? Bonet y Artadi comenzaron a tener contacto y las
reuniones bilaterales comenzaron. Un intento de vuelta a la normalidad con la
que el gobierno de Sánchez espera poner en contradicción al Govern, este, cuyo
supuesto partido matriz, PDeCAT, ha sido completamente engullido por
Puigdemont. Casi nada queda ya de lo de antes.
Todos hablan de libertad. Ambas partes
intentan no parecer responsables de algo que son constitutivos. Y al fondo, un
juicio.