. Ella una bibliófila empedernida residente en Nueva York, él un librero londinense atento y dispuesto a satisfacer sus peticiones. También a aguantar sus caprichos y enfados cuando los envíos se retrasan o la pieza que desea Hellen es imposible de conseguir.
El contacto epistolar se extiende con la participación de familia y trabajadores de la librería de Frank, que acaban cruzando emociones y acciones que hacen de esta obra algo diferente. Resulta encantadora pero es cierto que parece estar destinada a quienes amamos los libros no solo por las historias que nos reportan sino como objetos en sí mismos.
Helene Hanff acaba cogiendo una confianza con Frank que este en principio no devuelve. Sus personalidades son opuestas. Ella es caprichosa, excéntrica y gusta de hacer comentarios que no siempre son comprensibles. Y muchas veces, demasiado repetitivos, aunque es ahí, donde reside parte de su encanto.Frank, hombre comedido donde los haya, acaba por caer en las redes de su excelente pero impulsiva clienta, complaciéndola con búsquedas de libros imposibles y aceptando la cercanía y confianzas que a veces esta se toma.El contacto de menos a más de estas dos personalidades extremas termina –como apuntaba– por ampliarse, ya que tanto la familia personal de Frank como la laboral terminan escribiéndose con Hellen, ya que se convierte en surtidora de productos restringidos en el mercado londinense, sujeto a los racionamientos de la segunda guerra mundial.Lo que más me gusta de esta historia es lo que casi la hace una especie de cuento tierno donde los libros son objeto recíproco de amor. Por eso los que los olemos, los tocamos y sentimos ese algo especial y particular hacia ellos, terminamos por enamorarnos de la calle que titula la obra. La calle donde se encuentra esta librería, a la que Hellen siempre tiene el proyecto de ir algún día. Un viaje que se va demorando en el tiempo y deriva en una particular amistad.Lo más increíble es que estas cartas son reales. Existieron y eso agudiza más aún las sensaciones que aporta esta lectura.Al final Hellen no nos parece tan rara. Al final Frank no nos parece tan frío. Se modelan las reacciones iniciales que cada uno de ellos nos causa. Es simplemente… bonito. Un concepto simple, pero es el que más se repite en mi cabeza tras terminarlo. Algo que por cierto, ha pasado muy rápido. Es muy breve pero hermoso. Y no es porque destaque su narración, porque no hay narración, solo mensajes tras mensajes enfundados en cartas que crean una conexión muy especial entre los que usaron sus plumas para escribirlas.No creo que este libro pueda gustar a todo el mundo. Bueno, eso puede pasar con muchos en realidad. Pero este tiene algo distinto, un alma difícil de definir en una reseña. Es un libro que habla de libros y de gente que ama los libros. Para qué negarlo… Eso me encanta.