"Poetas y Poesías" Isabel Bono

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Isabel Bono es una poeta nacida en Málaga el 10 de noviembre de 1964, que escribe desde muy joven, como ella misma ha dicho en alguna ocasión, “para acallar el ruido de fondo.” Dice también que le gustan los números sobre todas las cosas, pero también le gustan Beckett y Vonnegut aunque no sean números (Entrevista para la Web “Poemas del Alma”).

Pese a que comenzó dedicándose a la narrativa, la poesía pronto irrumpió en su vida y, sin apenas darse cuenta, ni poder o querer evitarlo, poco a poco desvió su camino hacia este género en el que tanto ha sembrado y recogido. Aunque no podemos dejar de mencionar su novela Una casa en Bleturge (Siruela), historia de ausencias y silencios que le valió el Premio Café Gijón 2016 de novela.

Su poesía es una poesía sencilla, sin estridencias, sin artificios, pero con un lenguaje cuidado, hábil y delicado capaz de transportarnos lo mismo a aquel lugar casi olvidado de nuestra infancia, que a esos rincones que solo se visitan en los sueños. Porque Isabel Bono sabe de sueños y mucho. Tanto, que ellos inspiraron su libro La espuma de las noches, que combina poema en prosa y microrrelato; una mezcolanza interesante que nos muestra el mundo onírico de la autora. A ellos Isabel Bono también ha dedicado un blog en el que escribe relatos sobre sus sueños en sentido literal, esos pequeños fragmentos que aún recordamos al despertar y que en ocasiones constituyen microhistorias que esta escritora ha decidido contarnos.

Haciendo honor a su estilo sencillo, fragmentario, vacío de la pompa y abigarramiento, podríamos resumir su poesía en tres frases: Huye de las mayúsculas, cuida con mimo los títulos y escribe lo que siente.

Leer sus poemas es como percibir susurros de lo vivido, de lo cotidiano, de lo amado o de lo sentido por la autora que, a la vez, es lo que todos, en algún momento, hemos vivido, amado o sentido. Muchas veces uno solo de sus versos parece un poema en sí, lo que viene a resaltar el carácter fragmentario de sus textos, siempre sin apartarse de la belleza y la sensibilidad de la palabra, cualidades que logra aglutinar de forma absolutamente natural.

Su obra ha ido evolucionando desde una primera persona individual, que dota a esa poesía de un tono más íntimo, más personal, y en la que cuenta su experiencia en presente, hacia una primera persona plural, tal vez reflejo de las experiencias de un sujeto colectivo generacional o familiar. Así es en su último libro de poemas titulado Lo seco (2017), del que ella dice que es su mejor libro y donde la autora indaga sobre su pasado, hallando la complejidad que hay en la sencillez de las cosas, en la evidencia, sin necesidad de dramatizarlas para conseguirlo.

Con su libro Los días felices (1998/1999)en el que cuenta mucho con poemas que a veces nos recuerdan a los haikus japoneses por su limitada extensión, obtuvo el I Premio CELYA de Poesía “Homenaje a León Felipe” en el año 2003. En él, Bono habla de recuerdos desgstados y memorias olvidadas. Y en contraste con esta obra, en el año 2000 publicó Pan Comido, con poemas que alcanzan hasta los cinco folios de extensión y donde nos habla del amor, donde crea nuevos universos a partir de retazos de realidad, llevando al amor hasta el límite, cualquier límite imaginable, mientras dialoga con el lector que participa de ello de forma inconsciente.

Además de éstos, también Brazos, piernas, cielo (2013), Algo de invierno (2011) o Hielo seco (2015) entre otros, son poemarios de esta autora de las imágenes, de los recuerdos, de la memoria olvidada, de las sensaciones.

Hoy hemos escogido para nuestro post Los buenos salvajes, un poema extraído de su libro Lo seco, en el que, además de comprobar que Isabel Bono es poco amiga de las mayúsculas (no es cosa nuestra la minúscula con la que está transcrito el poema), hallamos ese ejemplo de lo que Lo seco (Baterbly Editores) busca, encuentra y transmite al lector: una época, la de la infancia de la autora y de muchos de nosotros; la nostalgia de ese pasado que ahora ella nos recuerda; un viaje a través de los recuerdos de esta poeta que logran llevar al lector a ese momento de su niñez, casi olvidado, rescatando de la memoria viejos recuerdos casi descompuestos. Y lo hace con simplicidad, con una equilibrada espontaneidad que no deja indiferente al lector.

los buenos salvajes

nos dolía el vientre de tanto pensar

sólo pensábamos en hacer daño

en llamar a los timbres

en levantar las faldas de las niñas

en tirarles los altramuces

en saltar tapias para robar limones

y después arrojarlos al suelo con desprecio

yo era el peor de todos

aunque llevara un lazo atado en la melena

yo sabía a qué hora jugaban a los cromos

y en qué portal

yo incitaba a los niños a las mayores fechorías

así perdí la posibilidad de tener amigas

y gané fama de salvaje

la niña con gafas que no le temía a nada.

UNETE



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