Pido disculpas de antemano por el título, pero garantizo
que tras la lectura de este artículo se entenderá su elección. La carrera
política de Pedro Sánchez a la presidencia del gobierno ha estado desde el
primer momento llena de piedras en el camino, muchas de ellas puestas por su
propio partido.
Recordemos el momento en el que Susana Díaz en las elecciones
primarias de 2014 dijo aquello de “este chico no vale, pero nos vale”, en clara
alusión a que así le resultaría fácil sustituirle cuando decidiera dejar el
Palacio de San Telmo para aterrizar en Ferraz. Mas adelante, cuando Pedro
Sánchez, tras las elecciones de 2015 y en pleno bloqueo político se negó a
apoyar la investidura de Rajoy con su famoso “no es no”, se puso en marcha una
operación que tuvo como protagonistas a Felipe González, al grupo Prisa y a la
propia Susana Díaz para desalojar a Pedro Sánchez de la secretaría general del
PSOE. Esta operación culminó con el vergonzoso Comité Federal del PSOE del 1 de
octubre de 2016 que forzó a Pedro Sánchez a dimitir como secretario general.
Después llegaron las elecciones primarias de 2017 en las que, contra todo
pronóstico, Pedro Sánchez volvió de nuevo triunfante a Ferraz.
El pasado 1 de junio Pedro Sánchez ganaba la moción de
censura a Mariano Rojoy, motivada por la sentencia del caso Gürtel, y accedía a
la presidencia del gobierno. Nadie niega que los primeros pasos del flamante
gobierno socialista han estado llenos de problemas, la dimisión de Maxim
Huerta como ministro de Cultura por sus irregularidades fiscales y la más
reciente de Carmen Montón como ministra de Sanidad por el plagio en su trabajo
fin de máster.
Pero más allá de estos tropiezos del gobierno Sánchez lo
que resulta evidente es que tanto Ciudadanos como el Partido Popular no han
aceptado que haya un gobierno socialista. No han descansado en denunciar, sin
pruebas, el supuesto “precio” que Pedro Sánchez va a pagar o está pagando tanto
a Podemos como a los partidos nacionalistas que le apoyaron en la moción de
censura. En esa guerra constante de los partidos de la derecha contra el
gobierno socialista, la ola de escándalos de los máster -Caso Cifuentes, Caso
Casado y Caso Montón- le ha venido de maravilla a Albert Rivera para utilizar
las sombras de dudas sobre la tesis de Pedro Sánchez para exigir en el Congreso
al presidente del Gobierno que haga publica su tesis para despejar la incertidumbre
sobre su autoría. Coincidiendo en el tiempo, como si formaran parte de una misma
operación, dos medios de comunicación Okdiario y ABC denuncian un presunto
plagio en la tesis de Pedro Sánchez. En las últimas horas informaciones
procedentes de fuentes académicas y de especialistas en el tema, tras utilizar
herramientas informáticas, confirman que no hay plagio en la tesis de Sánchez.
Pero la ofensiva mediática y política contra Pedro Sánchez no descansa y el
último argumento es la escasa calidad del trabajo de investigación académica y
las dudas sobre la composición del tribunal que la evaluó.
Llegados a este punto debemos realizar una reflexión
importante y hacernos la siguiente pregunta ¿a un presidente de gobierno se le
debe juzgar por su expediente académico o por su gestión al frente del gobierno
y sus políticas sociales y de igualdad? Parece oportuno recordar que Adolfo Suárez, calificado en su día como un mediocre estudiante de derecho,
fue sin embargo un gran presidente de Gobierno al que todos los demócratas le
estamos agradecidos por haber pilotado la Transición. Nadie se habría atrevido
en ese momento a criticarle políticamente porque su expediente académico no
fuera muy brillante. Por cierto, Susana Díaz tardó 10 años en hacer la carrera
de derecho y no tengo constancia de que Ciudadanos -su socio de gobierno hasta
hace poco- le haya criticado su falta de diligencia en su época de estudiante. En
relación con Adolfo Suárez me gustaría corregir a la Portavoz del Gobierno,
Isabel Celaá que hoy, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, ha
dicho que Pedro Sánchez es el primer presidente que es doctor, se olvida de que
Adolfo Suárez tiene el título de doctor en Derecho por la Universidad
Complutense en su expediente académico.
Por desgracia hoy día para los partidos de la derecha -PP y
Ciudadanos- todo vale, no soportan que haya un gobierno socialista y más
mediante una moción de censura que cumple todos los requisitos de legalidad.
Albert Rivera está nervioso porque se ha “desinflado electoralmente” y utiliza
todas las oportunidades para desgastar a Pedro Sánchez. Pablo Casado a pesar de
estar atado por la investigación judicial sobre su máster mantiene su pugna con
el presidente de la formación naranja por el liderazgo de la oposición.
El panorama político está turbio, confuso, lleno de polémicas
estériles que no conducen a nada salvo a provocar el hartazgo de los ciudadanos
y eso por cierto es lo peor que puede ocurrir. Quiero terminar con una frase que
no es mía dedicada a los “pescadores en río revuelto” que tanto abundan últimamente,
“los que se dedican a la caza mayor deben tener cuidado porque si no derriban
la pieza, esta puede volverse en su contra”[1]. Tomen nota los que se den
por aludidos.