“…basta de hipotecar, el sudor de mi pueblo, pueblo sufrido sin culpa y tan
bueno, tierra patria nuestra y ajena…” Alí Primera. 1973
Una mezcla de incertidumbre, esperanza, intriga y
corazón es la forma de describir a una sociedad que apuesta en el día a día a
que ocurran cambios estructurales en la economía que lejos de la complejidad de
la materia, se traduzcan en mejoras en la calidad de vida de los habitantes de
estas tierras marcadas por el Orinoco.
Los alcances de las medidas económicas son tangibles en la misma medida que
los habitantes sientan que las cosas a su alrededor comienzan a cambiar, que
progresivamente se llega al estado de satisfacción o confort que se perdió en
alguna parte de este recorrido tormentoso para los padres y madres de familia,
aquellos que vieron a sus hijos partir bajo la conclusión que en este país no
podían tener futuro.
Algunas frases depiladoras como aquellas en las cuales los padres se
preguntaban ¿Cómo sus hijos podrían comprarse un apartamento y hacer su vida en
medio de esta crisis? Son uno de los tantos problemas que estamos obligados a
revertir como nación, en el entendido que el problema no lo tiene el Ejecutivo
Nacional, se trata de un problema de Estado, puesto que los profesionales que
se marcharon fuera de nuestras fronteras no deben verse como aliados del
Presidente que perdió, deben verse en su cruda realidad, mano de obra
calificada que pasa a ser el “Útil” para otros Estados que no invierten en su preparación
y les aprovechan para su desarrollo.
Si el maestro Rodríguez nos pidió
reformar la escuela, inferimos en que su solicitud no se circunscribía solo a
la Escuela como estructura, sino a quienes forman y son formados, en general,
la propia sociedad debía evolucionar y desarrollarse en el mismo ritmo que lo hacia su proceso de
formación educativa, de ser así, ¿por qué insistimos con nuestra indiferencia
en que lo que ocurre en la economía y la sociedad es un problema del gobierno y
no de una población que pasa por naturaleza a ser el primer afectado de la
crisis? Seguimos en nuestro comportamiento aceptando que no somos los llamados
a transformar la realidad que nos golpea, dejamos en otros la tarea que
nosotros debemos asumir en el histórico-concreto.
El cambio de un país que poco a poco fue deteriorando sus instituciones,
sus activos, su gente no se realiza como muchos creen, no se darán cambios de
la noche a la mañana y no pasaremos a una mejor economía al amanecer sin haber
realizado sacrificio alguno, los cambios pasan por un proceso gradual, incluso
cotidiano, en el día a día, con las acciones que hicimos ayer y que hoy deben
erradicarse definitivamente. ¿O seguiremos insistiendo en colas en las
entidades bancarias para hacernos de efectivo? algunos en su intención de
adquirir bienes y servicios en la vieja escuela del comercio en cash, o en
negocios para otros, que han encontrado en la venta del efectivo, una forma
aberrada de enriquecerse en detrimento de una economía que ha sido noble, para
todos los ataques que ha tenido.
Debemos seguir recorriendo comercios para conocer los precios del día o ya
es hora de debatir sobre los costos reales en la producción de bienes y
servicios, aquellos costos que no tienen nada que ver con los precios en los
que se comercializan los productos en el país, basta con escuchar de un
conductor, quejarse con que el pasaje tasado en Bs. S. 0,20 no alcanza para
comprarse nada, como que su lógica le dijera que con un pasaje podrá comprar un
caucho, ¿un ejemplo de ignorancia o de no entender que el trabajo es sinónimo
de sacrificio? Lo cierto de la realidad económico-social, (porque no pueden
verse esos elementos por separado), es que nuestro trabajo debe ser el
verdadero soporte de nuestra economía, no los recursos naturales como ha sido
el tratamiento desde el gobierno, una economía sólida, implica una mano de obra
preparada, una academia abocada a la investigación de los procesos sociales - económicos
y la solución a sus problemas estructurales, una sociedad creyente de la
producción local con tecnología nuestra y no en una ciudad de plástico donde en
vez de un sol amanece un dólar como entre blancas y negras transmitió el poeta
Rubén Blades.
Revertir la diáspora Venezolana, recuperar el poder adquisitivo en nuestra
economía, volver a generar en los trabajadores la confianza en lo que hacen, así
como, volver a ser competitivos en los mercados internacionales son
aspiraciones concretas de un país que se niega a retirarse del espacio que debe
tener en el escenario internacional, cuando muchos de estos elementos se hayan
conquistado, será el momento propicio para sentarnos como pueblo y discutir las
nuevas reglas del juego, aquellas reglas que nos dicen que no podemos seguir
viviendo del Estado y que la economía no debe ser para comerciantes, que la
Universidad no debe ser solo para formar
Profesionales, que el fin último o la que se beneficie de todos los procesos
productivos, sea una señora que llamamos Venezuela.