. Estrenarse con novela histórica a los veinticuatro años tiene mucho mérito. Hacerlo bien, casi una quimera. Laambientación es más que correcta para contextualizar la España maltratada de la Guerra de la Independencia, recorrida de norte a sur. De Vitoria hasta Cádiz. Desde uno de los lugares de paso (que resultó ser invasión) de los franceses hasta Portugal, hasta el punto donde se gestó la famosa Pepa de 1812.
Para este trayecto Álvaro Arbina crea a Julián de Aldecoa, un joven que busca respuestas a la muerte de su padre. Cuando crecen las sospechas de un posible asesinato, su pequeño entorno personal se expande a través de una arriesgada investigación donde no descarta la existencia de logias (aunque la ideada por Arbina sea ficción) que tratan de derrocar al mismísimo Napoleón y con él, el futuro de Europa.
En ese camino lleno de interrogantes, se sumarán los que aportan sus compañeros de viaje. Como su tío. Un gran secundario que gusta tanto como desespera. Pero ese es su encanto. Un aliado difícil pero necesario para responder a tanta oscuridad.Arbina también nos deja una historia de amor, donde se agradece la presencia de mujeres rebeldes de la Historia, aunque su existencia fuera excepcional. Y cómo no, tras los pasos de Julián el lector tendrá a su “malo”: el general francés Louis le Duc, que es el actor que menos me convence, aunque es cierto que el escritor ofrece un giro final que le hace más atractivo.La recreación histórica es sin duda el plato fuerte de esta historia. El trabajo de documentación de Álvaro Arbina es importante. Se nota que ha habido pico y pala detrás. El Cádiz de las Cortes, la isla-prisión de Cabrera, la labor constante y calladade las guerrillas peleonas frente a las poderosas tropas napoleónicas, el papel de los llamados afrancesados y sobre todo, los pesares sufridos por la población civil durante la guerra conforman un puzle elaborado y muy interesante que Arbina traza con acierto. Te transportan de manera fiel al contexto histórico real, incluidas las inevitables licencias que el autor se toma para poder construir su trama.Para esa búsqueda incesante de Julián de Aldecoa, Arbina se sirve de argucias y recursos de trama policial, a veces con toque de thriller para aportar ritmo y generar interés y entretenimiento. El lector tiene la sensación de que la acción fluye, que las páginas pasan cómodamente. Tampoco la narrativa presenta dificultad. Es más, su lenguaje es sencillo. De hecho es el aspecto que menos me ha atraído y no por ello, esta historia deja de merecer la pena. En todo caso, tiene tantísimo recorrido por delante este autor que tendrá tiempo de sobra de evolucionar en su escritura.Recalco la misma idea con la que empecé la reseña, aunque supongo que el autor estará cansado de que le hagan el mismo comentario, Su juventud y experiencia son casi incompatibles con este estreno. Pero no. Álvaro Arbina ha roto ese maleficio. Su futuro es muy prometedor. De hecho, tras esta mujer del reloj, tiene ya una segunda novela (“La sinfonía del tiempo”) que habrá que leer para comprobar cómo camina ya. Adelante, Álvaro.