. El miedo a la nada, al
vacío como ser productivo, al silencio social y la soledad que amenaza con
rodearles, provocan sentimos depresivos y de quebranto de la identidad como ser
necesario y todavía útil para vivir.
De eso trata “La Función Perdida” (Sargantana 2017),
última novela de María García-Lliberós, de los miedos que atenazan a Emilio
Ferrer, recen jubilado a los 70 años de su cargo como Ingeniero y Jefe de
Proyectos de la Dirección General de Infraestructuras de la Comunidad
Valenciana. Un Hombre con poder y prestigio, que de la noche a la mañana se
enfrenta al olvido y el vacío que le provoca una vida sin nada que hacer. De
eso y de muchas cosas más. Porque Emilio Ferrer, viudo y con los hijos viviendo
en ciudades lejanas, tras el primer impacto emocional de encontrarse solo en su
casa, sabrá, con la generosa ayuda de su amigo Guillermo y la aparición de su
nieta Marisita, una adolescente que entra en su vida como un torrente de aire
fresco, enfrentarse a sí mismo y resurgir, como un Ave Fénix de sus cenizas, de
su condición de jubilado abúlico, para descubrir una vida llena de novedades y
satisfacciones, que le resultan absolutamente desconocidas en su persona.
María García-Lliberós trata con maestría un problema que
afecta a una parte cada vez más creciente de la población: la jubilación. Y lo
hace con humor, consiguiendo que Emilio Ferrer, a pesar de su carácter
torcido, se convierta en un ser
entrañable y casi familiar. Sin olvidar lo grotescos que pueden llegar a ser,
por la falta de dramatismo con que son tratados, algunos de los problemas que afectan a la
Comunidad Valenciana y por extensión a toda España, como la corrupción y la
crisis. Pero no son estos los temas, ni siquiera secundarios de la novela. Con
el alarde que durante su dilatada vida de escritora ha ido consiguiendo, todo
lo convierte en un gran escenario por donde transita Emilio Ferrer y compañía.
Porque en el fondo sus problemas son los de todos nosotros, más allá de nuestra
condición en el mercado de trabajo: la identidad, el miedo, el amor, el
reconocimiento, la soledad, la venganza…, en definitiva, la búsqueda de un
lugar en el que no sintamos reconocidos y reconocibles, amados y amantes.
Esa
es la gran aventura que inicia Emilio Ferrer el día que se jubila y se enfrenta
a un mundo desconocido para él, vacío de contenido. Todo contado en primera
persona, lo que hace al personaje mucho más atractivo y la novela más
interesante. Porque hay cosas que se deben contar en primera persona y María
García-Lliberós tiene la magia de meterse en el papel de Emilio Ferrer y
hacernos olvidar que es ella la que escribe.