. Helio no deja de buscar sin saberlo. Conoce a una nueva vecina que desde el primer «tropiezo» se instala en su cabeza. Tiene pareja y junto a la de Helio formarán un cuarteto casual, curioso, particular que camina por la historia. Pero la que más ronronea en la cabeza de Helio es la de su madre. Sobre todo porque no la conoció y cuando pregunta por ella en casa, a su padre, a su abuela, las respuestas son vaguedades. ¿Cómo no sentir curiosidad?
Iremos hacia atrás en el tiempo cronológico. Conoceremos la infancia, con sus aventuras y desventuras y los amigos de Helio, que representan una parte fundamental de la novela. Tierna y extraña a la vez. Llena de prosa inteligente, a veces recargada, pero hermosa. Es conocido que Luis del Val sabe de sobra manejar las letras y con estos juguetes perdidos lo demuestra también.
La ambigüedad envuelta en cierto halo de misterio –porque son muchas las preguntas en el aire– es un argumento fuerte como concepto en esta novela. Casi nada es negro o blanco. Todo y todos sus actores están llenos de grises que el lector disfruta. Porque quiere llegar al final. Ver cómo termina cuando las vueltas parecen interminables. Pero a lo largo de las páginas Luis del Val nos seduce con su manejo del lenguaje para que no se nos haga largo.Especialmente hermosa es la relación de Helio con su abuela, también rodeada de interrogantes que el nieto va lanzando a medida que crece. Su presencia en casa es otro misterio aunque parezca el día y la noche que siempre existirán. Qué tristeza más inmensa, qué bien descrito…, el corazón se encoge cuando alcanzamos una escena que no puedo desvelar –aunque se pueda imaginar– relacionada con esa mujer que forma trío en el hogar junto al padre de su nieto.Ese hombre que siempre fue una especie de enigma para Helio, confundido con los sentimientos que le provoca. Intuimos que hay mucho dolor por tanto silencio y evasivas pululando en el ambiente, pero un niño no puede entender las razones de un adulto. Y aunque crezca quedará para siempre la marca de lo vivido aunque haya motivos que puedan argumentar laextraña relación padre/hijo. El pasado no siempre puede justificar el presente para la mente de un pequeño. Por mucho que después, como todos, acabe creciendo.Luis del Val desgrana sensaciones y sentimientos con pericia. Y aunque no logremos comprenderlo todo hasta que “Los juguetes perdidos” van tocando a su fin y mientras nos invade esa especie de sinvivir que siempre habitó en Helio, disfrutaremos de la escritura del autor. El final debía ser un tanto retorcido para poder explicar muchas cosas. Pero no importa. Me gusta.