Durante las últimas cinco décadas
hemos sido testigos del rol significativo que ha tomado el tema de Paz en la
definición de la agenda política del país y, por supuesto, al interior de las
campañas políticas de los distintos aspirantes a las elecciones presidenciales.
Hoy, pasado más de un año de la
implementación del Acuerdo de paz en Colombia, podríamos sostener que nos
enfrentamos a un panorama en el cual han sido importantes los avances pero
muchos los desafíos y puntos pendientes en esta materia. Pese a los aciertos y desaciertos,
la puesta en práctica del Acuerdo de Paz está en marcha en Colombia. Sin
embargo, el terreno sobre el que avanza parece ser inestable, aun mas ante la
posibilidad de que el candidato a la Presidencia Iván Duque llegase a ganar la
contienda política. Esto debido a que el candidato sostiene que introduciría
una serie de ajustes al Acuerdo, los cuales sin lugar a duda pondrían a prueba nuevamente
la solidez del proceso de paz.
Antes de continuar con el análisis,
hay dos puntos que me parecen importante destacar, el primero, radica en que
ninguno de los actuales aspirantes a la presidencia, es decir, Gustavo Petro e
Iván Duque tienen un programa detallado sobre su postura frente al Proceso de Paz,
en términos de continuidad o ruptura; de ahí que este contenido este basado
netamente en sus declaraciones públicas. El segundo punto, tiene que ver con
que da la sensación de que estuviéramos ante una segunda ronda del plebiscito,
cuestión que explicare en las líneas posteriores.
Ahora bien, para dar respuesta al
primer punto tenemos que según las múltiples afirmaciones que ha hecho el
candidato Duque a lo largo de su campaña política es de que no buscara "hacer trizas" el Acuerdo de Paz, sino lograr un país de "consensos" en donde "quepamos todos”, para el candidato la
única manera en la que podremos tener una paz sostenible debe ser sobre la base
de la Justicia.
De este modo, en diversas
entrevistas así como en debates, Duque ha sostenido que no se trata de escribir
un nuevo Acuerdo de Paz (tal y como mencionaba en el párrafo anterior), sino de
introducir algunas modificaciones a las normas que lo desarrollan con el fin de
garantizar la Justicia en Colombia. El candidato reitera que a través de los
acuerdos se logró permitir que una persona que cometió crímenes de lesa
humanidad no vaya a la cárcel si "dice toda la verdad “y, la letra menuda,
que es la reglamentación de los acuerdos, señala que decir toda la verdad no
significa aceptar culpas, en pocas palabras, hay realizar arreglos en el tema
de impunidad.
Asimismo, Duque alude a que la justicia transicional ni
siquiera está operando efectivamente, ya que en el transcurso de año y medio después de creada
la JEP, esta no ha puesto en marcha la primera investigación, mucho menos ha
llamado a declarar a los responsables.
Adicionalmente , el aspirante
presidencial enfatiza en la necesidad de desarrollar mecanismos que permitan
dar seguimiento y ejercer control en el área del narcotráfico, considerando que en cuanto las FARC no entregaron la información
de quiénes eran sus socios en el narcotráfico, cuáles eran sus rutas, dónde
tenían los laboratorios, cómo lavaban dinero y quién les daba las armas; se
abre una puerta inmensa al desconocimiento y manipulación de información ,
conllevando a que personajes como Jesús Santrich sigan participando en este tipo de actividades
ilícitas sin ningún tipo de penalidad.
Es de gran ímpetu hacer énfasis en
que Duque no está de acuerdo en que el narcotráfico sea un delito amnistiable. A
grandes rasgos creo que estos serían los tres reparos de Duque al Acuerdo de
Paz.
En lo que respecta al segundo punto,
ante la pregunta de si nos encontramos nuevamente a puertas de un segundo
plebiscito, mi respuesta seria afirmativa. Si bien, estas elecciones fueron
históricas por la cantidad de votantes que acudieron a las urnas, también
lo fueron en la medida que aparecieron
sobre la mesa temas como: corrupción, educación, economía, medio ambiente y
emprendimiento. No obstante, debido a que los medios de comunicación y la
ciudadanía se han encargado de tergiversar las palabras del candidato Duque, han
puesto las elecciones de tal forma como si tuviéramos que decidir entre
eliminar el Acuerdo o darle seguimiento, de nuevo en dos extremos “amigos y
enemigos de la tan anhelada paz”
Desde mi perspectiva, si creo que el
Acuerdo deba pasar por una revisión y posteriormente, realizar ciertas
conciliaciones; de ahí que esté de acuerdo con la postura del candidato Iván
Duque. Pero en mi caso seré más concreta al referirme a estos.
En mi opinión, la legislación planteada en torno
a atacar las causas estructurales del
conflicto armado en Colombia avanza de forma lenta, por lo tanto tenemos que
aunque efectivamente se esta desarmando el actor, no hay cambios en las
condiciones que efectivamente dieron origen al conflicto armado.
En este orden de ideas, el tema de justicia a
mi modo de ver es un componente crucial
en los Acuerdos de Paz; por lo cual la Corte Constitucional colombiana debe
abordar responsablemente las fallas significativas, siendo una de las
principales, el cuestionamiento del cómo operará la Jurisdicción Especial para
la Paz, un sistema judicial negociado con las FARC como parte de las
conversaciones de paz.
Dichas deficiencias en el
proyecto de ley podrían permitir a los criminales de guerra escapar de un
castigo significativo. Uno de los problemas que se observan es la definición de
“responsabilidad del mando”, la base
sobre la cual los comandantes militares pueden ser considerados penalmente
responsables de los crímenes cometidos por sus subordinados.
Por otra parte, hasta el
momento no ha habido una participación significativa de las víctimas en los
procedimientos ante la Jurisdicción Especial para la Paz. Dicha participación
es vital no solamente para una eventual construcción de paz estable y duradera
sino también en términos de mayor legitimidad en el proceso, favoreciendo al
mismo tiempo la rendición de cuentas por parte de los victimarios, ejercicio
que puede facilitar el reconocimiento de responsabilidad por los daños causados
y el establecimiento de la verdad histórica.
Siguiendo con los
argumentos, encuentro dos disposiciones en el proyecto de ley que podrían
impedir a los defensores de los derechos humanos actuar como jueces en la
Jurisdicción Especial para la Paz. Las disposiciones vetan a aquellas personas
que durante los últimos cinco años hayan “presentado demandas ante los tribunales
internacionales de derechos humanos” o “pertenecieron a organizaciones” que trabajaron
en casos judiciales vinculados al conflicto armado. Según el gobierno nacional
para asegurar que los jueces no tengan un “sesgo ideológico”. Pienso que prohibir a los abogados de derechos humanos
convertirse en jueces es una decisión irracional, dado que lejos de garantizar
la imparcialidad judicial, estas disposiciones eliminan a varios candidatos que
tienen precisamente el tipo de conocimiento y experiencia necesaria para
presidir estos casos.
Ante esta situación, urge
entonces un seguimiento a la rama judicial y ajustes al Acuerdo, especialmente
un pronunciamiento de la Corte ,debido a que es la única con la oportunidad de
sentar las bases para una rendición de cuentas significativa tanto para los
oficiales superiores del ejército como para las guerrillas de las FARC que
cometieron crímenes de guerra.
En cuanto al tema de ocupación de
los territorios dejados por las Farc y combate y desarticulación de las
organizaciones criminales herederas de las FARC, el Gobierno sigue quedado;
permitiendo que las disidencias tomen más fuerza, especialmente en los
territorios claves para el narcotráfico.
Por último, se sigue violando el acuerdo y el
derecho internacional de los derechos humanos que obligan a respetar el
principio del interés superior del niño en su proceso de desvinculación de las
Farc; así como atención sobre la situación de los menores que han regresado a
sus familias. No obstante, es preciso aclarar que en lo que respecta a la
entrada de los ex guerrilleros al juego democrático, estoy totalmente de
acuerdo como forma eficaz de construir democracia y por ende, paz; pero siempre
y cuando quienes ocupen dichas curules no sean quienes cometieron crímenes de
lesa humanidad, esto sería una burla a las víctimas, la institucionalidad y nuestras
futuras generaciones.