El paro cívico como un fenómeno
ejercitado por un amplio sector de la sociedad, es la prueba más evidente de
un pueblo que pesar de vivir en condiciones infrahumana, se abre camino en medio de todas las circunstancias
desalentadoras, (alcaldes presos, líderes comunitarios que venden al pueblo a
cambio de un plato de lenteja, puertos que se levantan en inmediación a la
comunidad, pero de espalda a ella), se esfuerza en construir la imagen propia
de su dignidad.
Sin embargo, ninguna obra valiosa elaborada por la estirpe humana es
el resultado de la pasividad. En este contexto, debe existir una necesidad
imperante que nos aliente a desarrollar procesos críticos, reales, que se
vinculen al eje central del comité del paro cívico: construir un modelo de ciudad que
respondan a las exigencias más elementales de los ciudadanos. Este proyecto debe estar enmarcado en unas
políticas claras, en una idea envolvente, al margen de toda metafísica, porque
la dignidad no es inherente al hecho de ser humano, sino por el contrario,
porque somos humanos tenemos la posibilidad de construir nuestra dignidad, pero
no una dignidad en el sentido religioso, ni la dignidad que ofrecen los
políticos, sino una dignidad que viene dada por la participación de la
comunidad en los recursos básicos y necesarios: salud, educación, agua potable,
zonas verdes, territorio, seguridad laboral y social, etc..
Por todo esto es necesario asumir el proyecto del Paro Cívico, como
una responsabilidad de todos. Porque el Paro Cívico será histórico en la medida
en que se pueda hablar de un antes y después, será histórico en la medida en
que las instituciones educativas articulen dentro de su proyecto educativos el proyecto del
paro cívico; si la Universidad del Valle y la Universidad del Pacífico un
año después del paro no ha implementado espacios permanentes de debates, coloquios, conferencias, foros e
investigación en torno a los acontecimientos de los 22 días que duró el paro
cívico, esas universidades, infortunadamente están de espaldas a la comunidad,
incluso, de una forma más vergonzosa,
que aún persiste en los Puertos
Marítimos.
Si en los colegios públicos y privado no se fomenta la creación de una
conciencia frente a los acontecimientos del Paro Cívico, es seguro que las
próximas generaciones estarán
incapacitadas moral e intelectualmente para defender la Región con una vocación de honestidad y respeto. Es
que el paro cívico es biológicamente histórico, (no es gratuito, tiene un
nacimiento) no por el sólo hecho de que
haya sido un fenómeno masivo que se vivió casi que a flor de piel en los medios
de comunicación, que se intensificó también por la solidaridad internacional a
través de la redes sociales, el paro cívico es histórico porque asume el clamor
de un Sofonías Yacup por ese Litoral
Recóndito; revitaliza ese espíritu de caridad y compasión de Monseñor Gerardo
Valencia Cano por los más necesitado. Este proyecto quiere mejorar esos caminos
que un día recorrió descalzo Teófilo Roberto Potes: el Paro Cívico, recoge ese
clamor de un pueblo que históricamente ha sufrido la marginalidad y el abuso de
quienes lo explotan.
Hoy más que nunca es necesario proteger el proyecto del comité del
Paro Cívico que, como una bomba de
oxigeno mantiene viva a la Buenaventura
de Martan Góngora: esa negra sirena del mar, es necesario protegerlo de los políticos mentirosos, de los lobos que se
visten de líderes de la comunidad; es
necesario, incluso, proteger el Proyecto, si en algún momento alguno de los que
hemos participado activamente nos infectamos con el virus de la corrupción que
desafortunadamente está de moda en Colombia, además, es el síndrome, principal, a mi juicio,
contra el que se levanta el nuestro
Proyecto, Paro Cívico.