“…cuando nacemos no sabemos ni siquiera nuestro nombre, ni cual será
nuestro sendero ni lo que el futuro esconde, entre el bautizo y el entierro
cada cual hace un camino y con sus decisiones un destino…”
Vida. Rubén Blades.
Días
atrás observaba en familia una proyección de estas a los que nos tiene
acostumbrado Hollywood en sus libretos; una historia jocosa que al final
transmite un mensaje que se agarra de los sentimientos más sublimes del
espectador.
En esta oportunidad, un chico con
ganas de cantar y con una historia familiar a cuesta, donde su principal
obstáculo era quienes le acompañaban en sangre, su propia familia le negaba la
oportunidad de soñar, de realizarse, en
su condición de ser humano, a veces cuando tenemos problemas o creemos
tenerlos, solo basta con mirar a nuestro lado y darnos cuenta que hay gente que
tiene más problemas que nosotros y ¿qué problema puede ser más grande que estar
solo en la búsqueda de los sueños? que no tengamos quien nos apoye o escuche
cuando de aspirar en esta vida se trata. Solo de esta manera, nos enseña la
vida a apreciar la compañía de quienes hoy nos siguen en nuestros sueños,
estamos seguros que al bajar del estrado habrá quienes un grito o una lagrima,
les brote en nuestro nombre, una vez más, la maestra vida enseñándonos lo que
realmente debe aprenderse para ser más humanos.
Ese personaje en su travesía,
escuchó máximas de sus acompañantes, algunas retumban en mi memoria por la
dimensión de su profundidad, “No mueren las personas, sino hasta que son
olvidadas” solo así desaparecen de nuestras vidas. Esta realidad, me
llevó a preguntarme, ¿a cuántos no hemos olvidado en esta vida, cuando aún
respiran, sienten y padecen? No puede continuarse la marcha ignorando lo que
sucede a nuestro paso, antes de ser profesionales somos hombres y mujeres como
actores sociales, que miran a su alrededor las cosas que ocurren. Hay mucha
gente con problemas y males, que quizás no tengamos la solución a las cosas que
les aquejan, pero siquiera una mirada de reconocimiento que están allí, basta
para que ocupen un espacio en el recuerdo, en nuestras memorias.
La historia termina con el
mensaje del reencuentro en la familia, aquel encuentro necesario en momentos de
fractura y crisis social, no basta con irnos y resolver nuestro problema
particular, cuando la familia que ayer fue una bendición, en la distancia día a
día pasa a ser un tormento, eso no es de profesionales. El profesional no vive
del problema, lo afronta y supera como experiencia de vida, esa es la didáctica
que la vida misma nos enseña, recuerdo al poeta Rubén Blades que decía que la
vida es una puerta donde no te cobran por la entrada y al alma es el piquete
que al vivir te rasgan cuando pagas y cada paso crea una huella y cada huella
es una historia y cada cual es una estrella en el cielo de la memoria, aquella
memoria que comienza a cultivarse hoy, cuando cada cual le otorgue un espacio a
este momento de logro, espero que el momento, no alimente el ego de muchos que
no sabiendo leer entre líneas, llegan a pensar que ya conocen todo lo que han
de vivir, apenas es que comienza este camino compañeros.
El camino que se hace al andar,
con momentos malos y buenos, ya decía Arjona que las nubes grises también
forman parte del paisaje, mi reflexión no es de catalogar las experiencias, se
trata de entenderlas y vivirlas, agradecer el día de estar aquí y ser parte de
la memoria de otro, muchos, quedaron en el camino, algunos que quizás
quisiéramos retroceder el tiempo para volverlos a ver, pero que la misma vida
les tenía otro camino preparado.
Ha llegado la hora del examen
final, aquel que se vive como profesional y que comienza con la inevitable
pregunta que se hace todo aquel que sube a un estrado a buscar un título, al
bajar y asimilar el momento y vivir la emoción de ser llamado por su nombre y
apellido, se pregunta, ¿Ahora que viene? Esa es la interrogante que nos recalca
que el futuro es incierto, nadie sabe lo que viene, solo debemos aceptar lo que
la vida misma depara para nosotros, hoy estamos aquí, mañana es cuestión de fe.
La juventud y la experiencia se
mezclan en un mismo recorrer, ante la sociedad, somos profesionales con un
titulo y eso es algo que debemos primero entenderlo, creerlo y luego respetarlo.
Ya no hay espacio para la inmadurez cuando de afrontar la vida como
profesionales se trata, no hay espacio para excluir y mucho menos a los que nos
ayudaron, es hora de reivindicar nuestra condición humana y agradecer a quienes
creyeron en nosotros, a quienes nunca dudaron que podíamos llegar, a esos, a
ellos, le debemos este momento, el resto fue trabajo nuestro.
No somos profesionales por un
titulo, esa es la convicción más vacía que alguien pueda tener, somos
profesionales porque así lo hemos asumido ante la vida, ante nosotros mismos al
mirar nuestro reflejo en el espejo, ¡como hemos crecido desde entonces! aunque
algunos todavía nos vean pequeños, no porque, no hayamos demostrado madurez,
sino por el temor de desprenderse de nosotros, esa sin duda, será la reflexión
cuando a nuestra apariencia física le
sumemos una toga y un birrete. La vida ha de enseñarnos que podemos cambiar
nuestras ropas como cada quien quiera, pero vestirse con una toga y un birrete,
vale un esfuerzo que solo cada uno de nosotros conoce su precio.
Es tiempo de echar a andar
nuestro caminar, ayudando a todo el que se pueda, no pensando en nada a cambio,
solo la satisfacción del deber cumplido llena nuestras expectativas, la próxima
vez que vivamos este momento de graduarnos, volverán los mismos recuerdos que
tuvo aquel joven en la película y volverá el sentimiento que nos une a los
seres más queridos, aquellos a los que hoy le dedicamos éste éxito.
Gracias a los que creyeron en
nosotros, gracias a los que no lo hicieron, gracias por enseñarme a no quedarme
con los brazos cruzados, hoy tengo algo que mostrar; Humildad el titulo que
verdaderamente alcance.