Entrevista al escritor Álvaro Arbina

Disfruta de las mieles del éxito tras dos novelas “La mujer del reloj” y “La sinfonía del tiempo”. Su juventud augura un futuro brillante tras las buenas críticas cosechadas con la profundidad y seriedad de sus trabajos.

 

. Su juventud augura un futuro brillante tras las buenas críticas cosechadas con la profundidad y seriedad de sus trabajos.
Álvaro Arbina es de Vitoria, tiene 26 años y vive al máximo su presente de novela pese a su formación como arquitecto.

La literatura «no puede entenderse solo como un entretenimiento», señala este autor que está cautivando al público.

Entrevista realizada por Begoña Curiel para ELD.

–Tiene veintiséis años, en dos años ha publicado dos novelas, los lectores hablan maravillas de sus libros y ya se dedica totalmente a la escritura. Es estupendo y sorprendente. Cuando se levanta cada mañana, ¿a quién ve en el espejo Álvaro Arbina?

Al mismo joven que empezó a escribir sin que nadie le conociera. Es difícil sentir sorpresa por uno mismo. Creo que, en lo esencial, no he cambiado. O eso me gustaría creer. Mi vida aquí, en Vitoria, es exactamente lo contrario a lo que pasa en mi cabeza cuando escribo una novela. Mi vida es sencilla. Me gusta leer, ir al cine, salir a correr por el monte, ir en bici a todos los sitios porque Vitoria lo permite. Son cosas sencillas. Sólo es eso, correr. En La sinfonía del tiempo todo es mucho más complejo: personajes, tramas, historias que se enredan y se unen, cabos sueltos que se atan. Una tormenta. Elbrainstorming. Correr es un equilibrio a lo que me pasa cuando escribo.

–“La mujer del reloj” y “La sinfonía del tiempo” son sus novelas. ¿Es casualidad que en sus dos títulos haya referencias al tiempo cronológico?

Uno nunca sabe de donde proceden las ideas, los temas, las historias que nacen del interior. Creo que es casualidad, pero no se puede hablar con libertad sobre casualidades cuando se trata del proceso creativo, que es una batalla entre lo consciente y lo inconsciente.

–He leído que después de la escritura de “La mujer del reloj” «se acostumbró a vivir escribiendo» y que aprende a escribir, escribiendo. Ahora que está en plena promoción de su segunda novela, ¿cómo lleva la salida al exterior, el contacto con los lectores después del ejercicio de soledad que suele implicar la escritura?

Con la promoción tu vida se vuelve muy diferente. De pronto un día te despiertas y la novela ha pasado a formar parte de todos. Sientes el cariño de la gente, y cuando te hablan del libro te das cuenta de que comparten contigo cosas muy tuyas, muy intimas, y entonces piensas que tal vez ellos tengan intimidades parecidas, y te das cuenta de que los libros son muestras de lo parecidos que en realidad somos por dentro. Más allá de la ropa, y de la lengua, y de las creencias, las ideologías, las clases sociales y las razas.

–Y por cierto, ¿qué ha aprendido de este oficio durante estos últimos años tan intensos? Bueno y malo, claro.

Mantener la esencia que me llevó a escribir es fundamental, al menos parte de ella. Es difícil, pero ser consciente de ello es el primer paso. Es satisfactorio saber que dicen cosas buenas de ti. Pero uno tiene que aprender a no hacer demasiado caso ni a lo que lo eleva, ni a lo que lo rebaja. Porque siempre existirán los dos extremos, aunque concibas una obra maestra.

–Reseñas y críticas literarias destacan no solo sus tramas sino su narrativa, la forma en la que cuenta las cosas. De hecho espera que el lector, sobre todo, paladee su segunda novela. ¿Es lo que quiere Álvaro Arbina como lector o también disfruta con novelas de puro entretenimiento?

Escribo lo que me gustaría leer, y cuando leo busco más cosas que el entretenimiento. Busco el disfrute con todo lo que la literatura ofrece, porque reducir la literatura a entretenimiento es como quitarle las dos manos y una pierna. Pero eso sí, el entretenimiento no deja de ser un miembro fundamental, sin el cual cojea. Seguimos siendo humanos que necesitan evasión.

–No cumple ese patrón de muchos autores que afirman que han escrito desde la infancia, sino que deseó escribir para intentar transmitir la pasión que le trasladaba la lectura. ¿Qué le pasa por el cuerpo ahora que ha conseguido hacer sentir tanto y tan bien con sus novelas?

Necesito seguir haciéndolo. Buscar historias diferentes, maneras de narrar diferentes.

–¿Siempre tenía los finales cerrados al comenzar las novelas o se permite la improvisación, dejarse llevar por caminos imprevistos con respecto a su agenda?

Soy muy técnico, muy estratégico, a la hora de idear una historia. Mi novela es un puzle, una construcción literaria que no deja de ser un enigma, una gran caja de preguntas, algunas con respuesta y algunas con mas cajas y mas preguntas dentro. Leer la novela es explorar ese universo de cajitas hasta llegar al final, el último aliento de este novela, lo que da sentido a todo ese universo de cajitas, lo que termina de hacer que todas las piezas del puzle encajen como si hubieran nacido para estar una junto a la otra. Empiezo a escribir con el final pensado, pero soy flexible, en meses de escritura pueden venir ideas buenas, que trastoquen otras ideas pero que merezcan la pena.

–Es arquitecto de formación y construye también sus historias como edificios. ¿Le ha fallado alguna vez –o muchas–, la estructura, los pilares básicos de la obra, durante el proceso de escritura y ha tenido que remontarlos? ¿Cómo se lleva ese momento? Algunos autores lo viven con mucha angustia.

Escribir es un proceso del día a día, rutinario, y en tantos días y horas hay momentos para todo. Uno tiene que aprender a convivir con eso, lo que no es fácil. Es parte de la escritura.

–Igual de duro es el proceso de corrección. ¿Cree que es demasiado largo ese tramo o absolutamente necesario? Lo digo porque actualmente son muchísimas las obras que se publican a diario y no son pocas las que no cumplen unos mínimos.

Mi manera de escribir es minuciosa en el estilo y léxico, y gran parte del trabajo ya está hecho para el proceso de corrección. Pero en 200.000 siempre hay lugar para erratas e imprecisiones, es algo difícil de remediar que la gente ha de tener en cuenta. En mi caso tuve la fortuna de trabajar con un gran equipo de profesionales.

–¿Descarta algún género para el futuro, esa temática que sabe que nunca abordará?

No.

–Reseñas y críticas literarias etiquetan por géneros a los autores no siempre de forma acertada. Hasta ahora, ¿lo han hecho bien con usted? Díganos «qué» escribe Álvaro Arbina. ¿Cómo invitaría a una lector a que le descubra?

Escribo para quien disfrute con la literatura, para quien viva otras historias, para quien saboree la musicalidad en las palabras. Si sólo buscas quien mató al asesino, y nada más, en mis historias habrá muchas cosas de sobra.

–Con tanto futuro por delante, ¿qué espera haber escrito cuando tenga el doble de años? ¿Hay algún reto particular en su agenda?

Ahora mismo sólo pienso en el presente. En aprovechar esta oportunidad. En crecer como escritor.

–Las redes sociales son un instrumento maravilloso para darse a conocer y de paso, para que los lectores podamos disfrutar de un contacto tan cercano con nuestros autores preferidos. ¿Qué valor o importancia le da a este aspecto en su carrera?

Considero que es fundamental, pero como acceso al escritor por parte de los lectores. Soy poco activo en las redes, las empleo para anunciar mis eventos y para dar respuesta a las preguntas o comentarios de los lectores. Mas allá de eso, mis pensamientos e ideas las dejo para los libros.

–Hasta que logró ver publicada su primera novela pasó un año. ¿Cómo es la batalla con las editoriales? El ánimo es un constante sube y baja mientras se espera ese email o llamada con un «sí». ¿Cuándo debe darse alguien por vencido?

Mi verdadera odisea fue encontrar editorial. No tenía contactos, y el mundo literario es muy cerrado. Las respuestas tardan en llegar, hay que insistir, siempre que uno tenga el convencimiento de que lo suyo merece ser publicado.

–¿Contempló la posibilidad de la autopublicación?

Siempre estaba esa posibilidad, pero no llegue a contemplarlo de manera seria. Si hubiera pasado más tiempo, tal vez lo hubiera hecho.

–Recomiéndenos ese libro o libros con los que se apasionó y por los que quiso escribir.

El sol de Breda, de Arturo Pérez Reverte. Fue la primera novela histórica que leí.

–Ahora que escribe, ¿la lectura es diferente para usted? ¿Se fija en aspectos de las obras que antes no merecían su atención?

Eso es algo inevitable. Cuando descubres una historia que te conmueve como cuando eras niño, significa el doble de descubrimiento. Ahora lees y piensas mucho en el escritor, y dices mucho lo de: “joder, que bueno es”. Es parte del oficio, es otra forma de magia en el lector.

UNETE



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