Gran expectativa genera por estos días la
Feria Internacional del libro en Bogotá, sin embargo no se puede caer en falsos
triunfalismos e idealismos en torno a este evento. Sin duda este suceso tiene
gran importancia y es de gran talla,
pero si lo pensamos detenidamente, está lejos de ser un evento que promueva
realmente la lectura y la cultura del país.
Los argumentos de la anterior afirmación
saltan a la vista, pues no es difícil darnos cuenta que hoy día los que
colapsan estas ferias no son los seguidores de escritores reconocidos o los ganadores
del premio Nobel de literatura sino los fans de Youtubers o Booktubers. Además
de ello, buena parte de los libros que más se venden son los escritos por estos mismos personajes o los libros
de estrellas de la farándula, que por lo
general ofrecen en sus textos algunas recetas para el éxito, la
autoayuda o reflexiones esotéricas poco profundas para alcanzar la felicidad y
la plenitud.
Atrás va quedando el meta-relato moderno,
donde existía un ideal de lector ilustrado que busca su perfeccionamiento
continuo a través de la comprensión e interpretación de textos. Atrás van
quedando los escritores que se comprometen con su labor y buscan que su
producto sea más que un mero objeto de veloz consumo. Atrás han quedado los
libros que aparte de placer, generan y exigen análisis y reflexión profunda
sobre el ser humano, el conocimiento y la realidad.
En esa medida es válido preguntarnos: ¿Qué
tipo de libro es el que se está produciendo y consumiendo de forma masiva en
este tipo de eventos? –Tengo la certeza de que buena parte de ellos, son libros
banales, fugaces, superficiales y poco creativos que responden más a los
intereses mercantiles de las editoriales que a las necesidades reales de un
país, y que los libros que realmente pueden aportar a la reflexión y al pensamiento
pasan casi desapercibidos y son poco vendidos, además son relegados a un rincón
de uno de los pabellones de Corferias.
Tampoco se puede ser tan optimista (¿o ingenuo?)
con las cifras que ha dado el DANE recientemente (las cuales algunos celebran),
según las cuales se ha incrementado el índice de lectura per capita en nuestro
país a 2,7 libros por año, pues si se piensa en el tipo de libros que esta
población lee y además de ello, el nivel de comprensión de lectura que manejan
estos lectores, esta cifra más que orgullo generaría preocupación.
A parte de toda la problemática ya mencionada,
para colmo de males, otra de las mayores adversidades en cuanto a la feria y el
acceso de las personas a los libros, ha sido y sigue siendo los elevados precios
de los textos. El costo promedio de un libro es de $40.000 pesos, cifra que
aunque es muy razonable para algunos pocos, sigue siendo muy elevada para muchos
otros. Quien asiste a estas ferias podrá ver reflejada allí la brecha económica
del país: algunas personas pudientes, entre risas y amigos, realizan compras de
entre 100mil y 500mil pesos en libros para toda la familia y amigos, y muchas
otras, tan solo ojean de lejos las portadas de los libros, asisten a uno o dos
eventos que les entretengan y al fina salen con el estómago vacío y con las
revistas y cronogramas que regalaron a la entrada. Si bien en la actualidad se
producen y se consumen más libros, esto no quiere decir que haya un mayor
acceso a los mismos.
Siguiendo la idea anterior, podemos
plantearnos una segunda pregunta: ¿Cuáles son los intereses reales de una Feria
del Libro? – Tengo la certeza de que en cierta medida son los intereses
comerciales y económicos de las grandes editoriales los que se sobreponen a los
intereses nobles, humanistas y elevados de una minoría casi imperceptible en
esta feria.
Mario Vargas Llosa, uno de los principales
escritores que estará en esta versión de la Feria, ya había denunciado hace
algunos años lo que denominó banalización de la cultura y frivolización de la
literatura en su libro: La Civilización
del Espectáculo. Allí analizar, reflexiona y profundiza mucho más en torno
a las dinámicas que generan toda esta situación descrita y denunciada en el
presente artículo.
La sociedad colombiana y sus condiciones
exigen otro tipo de procesos encaminados a que realmente las personas puedan
leer, comprender e interpretar un libro y que a partir de esta lectura puedan
transformarse a sí mismos y transformar sus distintas realidades. Una lectura
que más que entretenimiento y placer permita la poiesis, la creación.
Sin duda debemos superar la idea de “pasar ojos por
hojas” y promover realmente lo que denomina el escritor Fernando Cruz Kronfly: Una
lectura lúdica pero también lúcida y agónica que transforme seres y sociedades.