. Esa es una de las cosas que más gusto cuando escuché entrevistas de la autora desde que hace casi tres meses, comenzó a arrasar con su primera novela. Porque teniendo los ingredientes de género policiaco y thriller se sale de los cánones y logra su propio espacio. ¿Es necesario cumplir unas reglas? Si el resultado es efectivo y correcto, no.
Mi desconfianza a las campañas de editoriales por todo lo alto pesaba cuando empecé a leer por tantas decepciones acumuladas. Esta vez, hubo suerte. Más desconfié de su sinopsis: un ahorcado encontrado sin ojos y en su chaqueta, una nota con el nombre de Sara Azcárraga, que vive cerca del pinar cercano a Madrid donde fue localizado el cadáver. Por supuesto habrá investigadores. Entre ellos, el destacado teniente Tresser de la guardia civil, que descubrirá hechos que «le conducirán a un viaje a los infiernos que marcará su vida para siempre».
Son tantas las novelas leídas con muerto, investigación y hechos que “dan vuelcos” a tantas vidas, que ya no espero tanto. Pero “Morir no es lo que más duele” me ha sorprendido, intrigado y absorbido. Uno de los detalles –lo he dicho más de una vez– más concluyentes de que una novela me está gustando a rabiar es que estoy deseando llegar a casa para leer. Por eso, me la hezampado.Inés Plana no espera al final para desvelarnos la mano ejecutora. Cuando lo intuyes y la autora confirma tu teoría, te preguntas: ¿y ahora? Pues “ahora” sigue defendiendo como una jabata su historia. ¿Cómo? Buscando conexiones directas entre las partes “contratantes” de la trama y sumergiéndose en la psicología de personajes (aunque se vayan desgranando mucho antes) y dando giros –algunos muy buenos– que causan exclamaciones. De sorpresa y por tanto, de emoción. Porque necesito que me motiven. Llevo mal las bajadas de nivel de tensión (cuando hablamos de este contexto, claro está) pero valoro el conjunto. Y la percepción global de esta aventura de Inés Plana me da como resultado un notable alto y gordo.Otra cosa que me gusta: el ambiente entre sórdido y extraño que ofrecen esas grandes urbanizaciones de la sierra de Madrid que se alejan del monstruoso bullicio de la capital. Su teatro narrativo me pone: cortinas echadas que ni confirman ni desmienten la presencia humana y donde un coche a la puerta tampoco es una pista determinante.En el apartado de la ambientación tiene especial relevancia ese núcleo rural donde entre recuerdos y presente se desenvuelve la trama. Esos lugares pequeños donde los secretos son ruidosos mastodontes por mucho silencio que les tape.Más aspectos que me atraen: las vidas rotas. Sí, ya sé que está muy visto, leído y contado. Pero aquí algunas “roturas” son descomunales, casi trocitos de persona destrozadas que sobrevuela la maldad y/o locura que pulula en las páginas. El eterno debate sobre enfermos o malos de necesidad me interesa. Un tema recurrente y nunca cerrado. Aquí, me gustaría decir tantas cosas…, pero me cargaría la novela. Y yo pretendo que la lean.Los halagos a una obra eficiente no anulan los matices y pegas que se le pudieran poner. Siempre de forma constructiva. Por ejemplo: el famoso Tresser no me atrae tanto como le gusta a su propia creadora. Cierto que da de sí (de hecho, Inés Plana leviste para una nueva novela), pero sus ramalazos homófobos, a veces machistas, como para sumarle un aura de policía durete, no me convencen.Por contra, todo lo que ha aupado al teniente ha reducido a Sara Azcárraga (la del papelito del ahorcado). Es tanto el dolor que inspira, tantas las posibilidades de explotar el personaje, que me ha sabido a poco. Pero claro, para eso los protagonistas son de sus creadores.Las subtramas y secundarios de la narración no siempre aportan. Engordan a veces de manera artificial y no encajan con el peso monumental del meollo principal. Tampoco son acertadas varias casualidades y recuerdos de algunos de los personajes que de repente, ¡pumba!, como por arte de magia contribuyen al desarrollo del tema en cuestión. Resultan forzados.Pero por más pegas que pudieran encontrarse –con todo el respeto del mundo– y más vueltas que dé, insisto: me ha encantado el estreno de Inés Plana. He disfrutado con el baile emocional de personajes solitarios con otros igual de solitarios –o no–; tiene relación directa con el gustazo que me ha dado esta historia. Con ese baile, el de los picos de tensión –esos que hacen que te muerdas el labio– (y la de mantenerla aunque sepamos quién ha matado aquí) y una narrativa efectiva, me sumo a quienes recomiendan este descubrimiento. Una joyita que la editorial Espasa vio pronto. Por cierto, se ha currado bien ese reclamoatrapalectores ansiosos (padezco ese problema) de la portada atrayente.¿A qué esperan? Compren, lean y hablamos. Es de esas novelas de club de lectura, con café, copa, durante tarde de sofá… Lo que sea por comentar. Acepto modalidades y alternativas.Reseña realizada por Begoña Curiel: