Reseña "Un milagro en equilibrio" de Lucía Etxebarria

Trece años han pasado desde que esta novela recibiera el premio Planeta pero afortunadamente las letras nunca caducan. Llegó el momento de leer esta macrocarta de Eva Agulló dirigida a su hija. Una obra entretenida,demasiado larga, a veces caótica pero con tramos llenos de emoción.

 

. Llegó el momento de leer esta macrocarta de Eva Agulló dirigida a su hija. Una obra entretenida,demasiado larga, a veces caótica pero con tramos llenos de emoción.
Experiencias tan básicas como la vida y la muerte marcan su búsqueda incesante de la quimera del equilibrio completo. Para Eva la maternidad es un hecho tan común como trascendental pero gruñe ante la idealización de los cansinos catálogos que publicitan una felicidad prácticamente impuesta. Lucía Etxebarria ofrece decenas de ejemplos tan cotidianos como reales. Muchas veces en clave de ironía, otros envueltos de tono dramático, que sumados, generan una oleada de solidaridad hacia las madres incomprendidas y superadas por ese momento en el que deben sonreír como posesas. Una realidad que hace de esta historia algo profundamente cercano.

Por contra Eva Agulló genera sensaciones opuestas cuando se obceca en caer por el pozo profundo de angustias y obsesiones que la ahogan: escritora de éxito por una obra que la avergüenza, enganchada al alcohol sin medir la gravedad del asunto y dependiente a nivel emocional de las opiniones que genera.

Aquí es donde dan ganas de abofetear a la protagonista porque no pone manos a la obra para corregir en serio la espiral de victimismo que la aboca a un permanente estado de ansiedad. En muchas ocasiones, es el descontrol de su ocio en forma de copas y/o demás drogas lo que acentúa su eterno desasosiego, inseguridad y demás desequilibrios.

El título de esta novela bien podría haber incluido ese término –desequilibrios– sin equivocarse demasiado en vez de su antónimo, como es el caso. Por eso la esperanza es el mensaje tras más de cuatrocientas páginas, de las que sobrarían bastantes por las reiteradas ironías y escenas de similar calado. Por no hablar del desorden en la exposición de la historia. Como si hubiera dejado esta especie de diario al libre albedrío de los flashes mentales que van llegando.

Eva Agulló es el típico personaje al que te dan tantas ganas de abrazar como de criticar. ¿Cómo puede sentirse tan mal cuando deja pasar todas y cada una de las oportunidades que se le presentan para cambiar el rumbo de su vida? La maternidad es el tablón al que se agarra Eva para no caer en picado cuando su madre se prepara para su adiós anunciado en el hospital. Porque además, el proceso implica el contacto diario con miembros de su familia. Su presencia supone volver al pasado y agitar el baile de fantasmas. Pero, ¿es Eva tan víctima como se pinta a sí misma o es responsable de su presente? No obstante, lo más valioso –en mi modesta opinión- de este ejercicio literario son las emociones que surgen durante este tramo de su vida. Hay frases y párrafos que me han parecido hermosos.

Es ahora, durante la elaboración de la reseña –terminé la novela hace días–, cuando me percato de la profundidad que transmite este peculiar relato aunque no sea una obra maestra. La prosa de Etxebarria es sencilla (bastante complicación tiene ya intentar comprender a su protagonista). No es para medallas como el Planeta, pero también es cierto que este tipo de premios nos han ofrecido ejemplos de su propia debacle como supuesta garantía de buena o buenísima literatura. He leído Planetas y demás galardones de supuesto caché que me han puesto los ojos en blanco de irritación. Así que, ¿por qué no este milagro en equilibrio?

UNETE



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