. Un duro de película con el uniforme oficial del que está de vuelta de todo, su cigarrillo en ristre y sin mostrar los ojos para parecer más interesante de lo que es: Falcó.
Un mercenario de 1936 que ha recibido un encargo tan peligroso como capaz de cambiar el rumbo de la historia de España. Aunque en esta historia Falcó está con un bando en realidad no es de ninguno. Al menos, es lo que cuenta Pérez Reverte a través de este protagonista clásico que asegura un buen rato con la misión-aventura que le han encomendado en un contexto histórico más que conocido, aunque documentada con hechos reales tal y como especifica el autor.
Es cierto que el encargo es excitante para un tipo como Falcó. Promete tensión y riesgo porque deberá infiltrarse en territorio comanche y traspasar hasta la puerta que parece más cerrada. Pero quien sepa de la trayectoria de Pérez Reverte enseguida comprende que escribir esta novela ha debido ser un pasatiempo, un pim-pam-pum para un autor de esta altura y con tanto oficio.Es una novela que entretiene. Gusta. Se lee con ganas por saber el final. Es la típica trama donde nada es lo que parece (ni tan siquiera el propio Falcó). Las revanchas, deslealtades y juegos de poder se encargan de mantener vivo el fuego. Los tortazos de vuelta pueden venir en cualquier momento. En eso consiste su encanto. Es un juego divertido para el lector curioso y preguntón que quiere saber: «pero entonces, ¿este no era de los que…?», «morirá este o el otro»,…No esperen la mejor novela de Pérez Reverte. Ni mucho menos supongo que sea su pretensión, sino la creación de otro personaje para una saga falconiana que puede dar mucho de sí a los incondicionales de protagonistas que se meten en el barro hasta el fondo. Tanto que dudamos, como en el caso de Falcó, que puedan estar vivos durante tantas páginas por muy listo de la muerte y sin estómago que sea.En cuanto a la prosa de Pérez Reverte. ¿Qué más voy a decir que no se haya dicho de su buena narrativa? Y más teniendo en cuenta que este trabajo habrá sido pan comido para él, porque el perfil de su protagonista es facilón para una pluma con el caché de Pérez Reverte. Y porque tampoco ha optado por descerebrarse con los vericuetos psicológicos de otros actores importantes. Todos son bastante sencillos aunque lógicamente, existan los dobleces en sus cabezas y acciones. Si no, no serían tan estupendas esas traiciones de amigos-no tan amigos que pululan por ahí.Me cansan en esta novela los tópicos del malo malote de Falcó: seco, cortante e imperturbable hasta el infinito dejando a la altura del betún al chulo más básico; con pose robótica alrededor de una sempiterna nube de humo; sus cafiaspirinas (lo único que sufre son intensos dolores de cabeza. Para nada los golpes, oiga. Es de mármol este hombre); un estómago inasequible a la ética y los golpes (no entiendo por tanto su desquiciamiento desproporcionado hacia uno de los personajes. Se contradice con la idea requeteexplotada de que ni siente ni padece y de que nunca mueve un dedo por nadie que no sea él mismo). A todo esto hay que sumar –no podía faltar, cómo no– su viril encanto con las mujeres que aburre hasta el infinito. Irrita es el apunte de que las mujeres no son buenas acompañantes en misiones peligrosas porque los hombres siempre (oh my God) sucumben a la tentación de defenderlas y protegerlas si la cosa se pone fea. Pero bueno, es su personaje. Son sus personajes. Es su trama. Y desde luego, este escritor sabe de sobra cómo invitarte a sus páginas si quieres echar un buen rato de sillón con libro.