Reseña "Años lentos" de Fernando Aramburu

Cuando me lo prestó mi amiga Ana me dijo en tono confidente: «te voy a dejar un caramelito». ¡Qué razón tenía! Además de un magnífico libro es toda una experiencia literaria para saborear despacito: por temática, estructura y un divertido espectáculo de ejercicio metaliterario. Pero no se confíen. Esta historia no da para muchas sonrisas. Tiene los tonos grises (y el sirimiri) de su portada y la palabra «lentos» de su título para que vayamos haciendo boca. Porque lo que cuenta, pesa y es un lastre que llevan sus personajes.

 

. ¡Qué razón tenía! Además de un magnífico libro es toda una experiencia literaria para saborear despacito: por temática, estructura y un divertido espectáculo de ejercicio metaliterario. Pero no se confíen. Esta historia no da para muchas sonrisas. Tiene los tonos grises (y el sirimiri) de su portada y la palabra «lentos» de su título para que vayamos haciendo boca. Porque lo que cuenta, pesa y es un lastre que llevan sus personajes.
  Txiki, como le llamaba su primo Julen de pequeño, es la voz narradora de esta larga carta dirigida al propio Aramburu. Sí, el escritor. Es la gracia y uno de los encantos de esta maravillosa novela donde se alternarán los capítulos de Txiki y sus recuerdos de la infancia, con los «Apuntes» del autor cuando se enfrasca en la construcción de esta novela. Con ellos desarrollará ese original ejercicio metaliterariodonde –¡Es fantástico!– el lector aprende lo laborioso que es fabricar una buena historia. Pero tampoco faltan oportunidades para sonreír. Nos ofrece la oportunidad de curiosear en las tripas mentales de un escritor. Ya lo verán.

  Pero, ¿qué cuenta Años lentos? Pues una historia triste, sórdida a veces. La madre de Txiki debe dejar a su hijo con su hermana en San Sebastián porque no puede mantenerlo. Hay más críos que alimentar en casa. El pequeño tendrá que amoldarse a un nuevo barrio y a su nueva familia encabezada –y nunca mejor dicho– por su tía Maripuy. Esa mujer que simboliza el par de ovarios –sí, así lo va a entender todo el mundo– del matriarcado vasco. Ella lleva todo para adelante. El pusilánime de Vicente, su marido,  no da para más que para trabajar, echarse la siesta y bajar al bar por las tardes. Y por supuesto, desentenderse de todo lo importante y grave que ocurre en su hogar.

  El hijo, Julen, es el joven que escucha obnubilado al cura del barrio. Está eclipsado con los ardorosos mensajes de salvación para la patria vasca. La ingenuidad del personaje ilustrará al lector sobre el camino que muchos siguieron para enrolarse la siniestra vereda que demolió al País Vasco. Esos años de plomo… Eran los sesenta, donde se gestaba la banda terrorista ETA. Qué ilustrativo para los tiempos que vivimos, ese afán de Julen por esconder cual tesoro clandestino su amada ikurriña (la bandera vasca). Esos trozos de tela que tanto dolor causan si se esgrimen contra el otro y cuando su exhibición carece de objetivos sanos.

  Pero esta es solo una pata de “Años lentos”. También está  Mari Nieves, la prima de Txiki que liará una tremenda en casa por su manga ancha en la relación con el género masculino. Todos, quiera o no Vicente, tendrán que apechugar con las consecuencias del comportamiento de la chica.

  “Años lentos” es un retrato costumbrista de la fecha y el lugar donde se desenvuelve esta historia llena de fuerza. Lo que parece distendido no lo es, lo que tiene visos de tragedia se relata con toque irónico e hilarante. Aramburu se desenvuelve aquí como pez en el agua (para troncharse de risa la insoportable fetidez de los pies de Julen o las nueces perversas objeto de juegos de los adolescentes del mundo de Mari Nieves). Por favor, no se lo pierdan. Disfruten de estos pasajes.

  Para este compendio de aciertos Aramburu no necesita de artificios ni ampulosidad en el lenguaje, directo y sencillo como sus personajes. No hace falta esa “paja infumable” que a veces encontramos en cientos de páginas de literatura. El autor se dedica a contar bien y de manera contundente. Bebiendo además de la narración oral, donde el pequeño Txiki, ahora adulto, relata a Aramburu su pasado utilizando técnicas clásicas del “Lazarillo de Tormes” y recursos cervantinosdesplegados en enunciados del tipo: “y fue de esta manera”, “ocurrió así”…

  Tampoco olvida esos modismos vascos que quienes los sufrimos, acabamos dudando si lo correcto es “habría” o “hubiera”. Es más, bien clarito lo deja cambiando el formato de la letra. Aramburu está en todo…

  Esta es una novela seria. Tremenda. Auténtica. Original. Interesante. Breve; pero lo bueno si breve, es dos veces bueno. Eso dicen y “Años lentos” es un buen ejemplo. ¿Para qué más páginas cuando se cuenta tan bien y el lector además aprende y se entretiene? Bravo señor Aramburu. Mire, que me cautivó con “Patria”, esa novela que tanto está dando que hablar porque hacía falta que alguien contara lo que cuenta como usted lo cuenta. Se lo digo como lectora curiosa, ansiosa por conocer y aprender cada día y sobre todo, como bilbaína de nacimiento. Parece que hoy en día todo se ha dicho y analizado. Pues no. Obras como las suyas hacen falta como el comer.

UNETE



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