Este artículo es una reflexión de
quien ha tenido la enorme suerte de llegar a cumplir los 60 años con buenas
condiciones de salud y bienestar general, sin pretender hacer un análisis
psicológico ni medico de lo que significa llegar a esta edad cronológica, pues
no me siento competente para abordar desde una perspectiva científica esta
temática, pero si creo que puedo aportar con mis propias vivencias a que otras
personas con quienes compartimos esta base etaria se sientan identificados y por
qué no animados a escribir al respecto.
¿Por qué escribo por los 60
años?, pues porque es la edad que tengo ahora y por qué marca un hito en
nuestra propia percepción del largo camino transcurrido, por lo menos en el mío
y por qué a pesar de que uno se resiste a pensar en ello, hay reiteradas
circunstancias que te ponen el tema por delante, así por ejemplo cuando te das
cuenta que muchos objetos que usaste o disfrutaste, son piezas de museos que
causan admiración o llaman la atención y hay toda una explicación escrita sobre
su “historia” que también es parte de la tuya o cuando llegas a la cola de un banco y luego de usar
tu documento de identidad, automáticamente tienes el “privilegio y cortesía” de
que te atiendan prioritariamente como adulto mayor, cuando los jóvenes y los no
tanto se refieren a ti como señor, o
cuando a través de Facebook y las redes sociales recibes innumerables mensajes
sobre lo que significa llegar a los 60 años, haciendo reminiscencias de los
objetos y de la moda de la época en que naciste a tal punto de que no te puedes “escapar” de
tal circunstancia, amén de los comentarios sobre los que versa la conversación
social, donde parece cumplirse como una cábala la necesidad de hablar de
tratamientos médicos, dolencias, la aparición de la presión alta, el riesgo de sufrir
diabetes u otros trastornos derivados del natural proceso de envejecimiento
como la pérdida de visión, audición y un largo etcétera.
También hay circunstancias placenteras
que nos recuerdan nuestra edad, como cuando recibes a los nietos y los ves como
una reedición de tus hijos sin la carga y preocupación que conllevaba ser
padre, pudiendo expiar con ellos los errores que pudiste haber cometido y
experimentar una forma de relación mucho más enriquecedora, porque te has
exonerado de muchas de las reglas que creíste necesarias para formar y educar a
tus descendientes directos, en suma los nietos son la esencia de una razón que
nos ayuda a transitar de mejor forma la etapa de madurez cronológica que todos
o mejor dicho una gran mayoría deberán
enfrentar.
¿Por qué no escribir sobre los 50?,
pues porque esa es una edad y etapa dorada, donde uno se percibe y siente dueño del mundo, al menos el que le
rodea y es que probablemente se encuentre en la cúspide de su carrera, con los
recursos y bienes obtenidos por un largo esfuerzo y sobre todo porque uno se siente
asimismo con la capacidad de hacer prácticamente cualquier cosa, pues si bien
es cierto la parte física no es la óptima, ésta responde lo suficientemente bien
para hacernos sentir que aún lo podemos todo, cincuentones con privilegios, objeto de miradas, de suspiros y de ilusiones
y ello nos insufla el pecho a tal punto de creer que lo mejor está por venir,
en suma es una edad de realizaciones y de pretensiones que nos regala la vida en
el momento en que hemos recorrido aproximadamente el 65 % de lo que es hoy
nuestra expectativa de vida.
Pues hecha mi apreciación sobre el
medio siglo, volveré a dedicarme a la sexta década , que como mencione se nos
aparece de “pronto”, en forma inexorable,
aun cuando todavía sentimos el agradable sabor de los cincuenta, y ello,
de una manera diferente nos hace reflexionar, pues al culminar esa década dorada
y maravillosa, nuestro recorrido se ha
incrementado hasta alcanzar casi el 78%, cifra que si la evaluamos en torno a
un proyecto cualquiera, diremos que el mismo está maduro y que hemos recorrido
los tres cuartos y algo más, entendiendo
que cada “poquito” por ínfimo que sea nos aproxima a la culminación del mismo,
aunque nos resistamos por cualquier medio ¿hora de detenerse?, de ninguna
manera, todo lo contrario, es hora de exprimir cada segundo, de valorar cada
instante, de dejar de hacer aquello que nos da principalmente recursos para
hacer aquello que nos da satisfacciones, y si los dos coinciden, ¡felicitaciones!.
Es hora de tomar conciencia que
el tiempo se reduce en segundos, pero debe aumentar en intensidad, no hacerlo
bajo la expectativa de que siempre habrá “más” es arriesgado e inútil, debemos
vivir con la certeza única de que lo que vivimos en el momento es un regalo que
debemos disfrutar y lo que vendrá una esperanza y nada más.
Soy consciente por otro lado que
hay circunstancias que nos obligan a actuar de una manera diferente, la
pobreza, la enfermedad, la falta de cariño, la soledad y otras causas por
enumerar, que sin embargo no deben empañar la necesidad y visión de tratar de
vivir con la intensidad que queramos, ya que ella pertenece a cada quien y en
ese sentido le podemos imprimir nuestro peculiar modo de vivir para que siga
teniendo sentido y relevancia sobre todo
por nosotros mismos, pues los demás encontraran también la forma de
solucionar o encausar sus propios problemas.
Al llegar a los 60, mi familia,
mis hijos y yo mismo lo celebramos, por que quise hacerlo de una manera
distinta, con las personas que aprecio y amo verdaderamente, sin formalismos,
sin pretensiones, sin aspavientos, con sencillez y sinceridad, pues el fondo
era celebrar el ingreso a una edad y a un porcentaje de mi proyecto personal
que definitivamente nos obligan a reflexionar para no perder el tiempo y
energías para vivir como otros esperan que lo hagamos. Mi mejor regalo un video
casero con muchas fotos, algunas descoloridas por el tiempo y expresiones
espontaneas recogidas en el mismo, que me hacían sentir que la vida ha sido
generosa conmigo y que la felicidad no consiste en el cuanto sino en el cómo y
por quien.
Pero claro y no podía ser de otra
manera, los sesenta nos llevan también a reflexionar sobre un largo trayecto,
algunos recuerdos nos alegraran, otros no tanto y algunos nos harán sentir mal
y hasta llorar, pero esos recuerdos, imposibles de cambiar, están ahí para
darnos la oportunidad de corregir de la mejor manera posible aquellos que sean
posibles de corrección, acercándonos a la persona afectada o a la que nos
afectó y poner en evidencia nuestra necesidad de superarlo a través del perdón,
o al menos intentarlo fervientemente y si ello no es posible aplicar el olvido
o la expiación sincera con actos objetivos como una forma de no “retorcernos” y
perder el tiempo, al final siempre nos acompañaran hasta el término de nuestros
días las circunstancias que marcaron profundamente nuestra existencia para bien
o para mal y si eso es así, procuremos que su efecto no nos distraiga del
objetivo principal, tratar de vivir a
plenitud.
Llegar a los sesenta, no es una
opción, es una suerte y así lo debemos apreciar, para que cuando nos toque, si
nos toca, cambiar de base, podamos expresar con solvencia que fue una década maravillosa, mejor de lo
esperado, llena de satisfacciones inesperadas, en suma una época más “dorada”
aun que la anterior y que ello sea el
aliciente para esperar el nuevo inicio con gran expectativa y esperanza de lo
que la vida aun nos está por regalar, no nos guardemos nada entonces, dejemos
todo en el camino, como una huella, pues no hay forma de saber en qué momento y
circunstancia se completara el 100% de nuestro proyecto personal, nuestra
propia existencia y como dice la imagen de este artículo ¡Mantengamos la Calma!
Y para equilibrarla le agregaría también ¡la prisa!, pues solo son
60 años.