. De no ser así, no se podrá captar el valor de lo escrito y contado por Laura Gallego. Cuesta creer que una chica de veintiún años, la edad que tenía cuando ganó con ella el premio Barco de Vapor, se curre tan bien una novela.
Para atraer a su franja de edad presenta la consabida fórmula que suma: presentación de un dilema épico donde está en juego la humanidad, el planteamiento de la posible solución al problema y el centro de la obra, que es sin duda, la descripción del camino recorrido para llegar a la misma.
En este caso el gran problema es que quedan tres años para el fin del mundo. Al menos eso es lo que dice haber descubierto Michel, un joven monje en unos manuscritos encontrados en su monasterio que ha ardido en llamas. Por supuesto, tiene la posible solución para que la profecía no se cumpla: localizar a lo largo y ancho de Europa los llamados tres Ejes del Tiempo. Hay que tener en cuenta que estamos en el año 997 y solo el recorrido es una quimera. No es tan valiente como inocente -roza la candidez–, pero tiene la fe ciega que convierte a las personas en camicaces. Cómo no, Laura Gallego creará un segundo personaje a su medida. Tanto para la trama como para el monje. Es Mattius, un juglar, tan descreído como experimentado en la calle y por tanto en la vida. Son perfectamente complementarios para esta búsqueda casi imposible donde por supuesto encontraremos a “los malos”: la cofradía de los Tres Ojos, que pretende hacerse antes que la pareja con el codiciado botín. Para que funcione la aventura es necesario que les hagan la vida imposible y Laura Gallego sabe cómo hacerlo. Este es el plan que propone Finis Mundi para generar la máquina del entretenimiento con pinceladas de magia y tensión, mientras cuece entre líneas mensajes básicos sobre los valores importantes en la vida que vendrán muy bien al público juvenil que se decida por este libro. Como decía al principio, hay que “dejar de ser adulto” por un rato para apreciar el trabajo de la autora. Con veintiún tiernos añitos muestra una gran labor de documentación para ambientar el contexto histórico en el que se desenvuelven sus protagonistas. Por cierto, hay que añadir también que suma al dúo, el aderezo de una jovencita, Lucía, que ¡quiere ser juglaresa! Nada más y nada menos que en la Edad Media, donde la mujer es menos que nada y con un objetivo tan ambicioso como ese, que implica la huida de su triste entorno familiar y trabajar en la calle. De vez en cuando, desempolvar nuestros prejuicios y regresar a la mente de los chavales –no tan intoxicada como las nuestras– para sentarse a la butaca con una novela juvenil en la mano, es un pasatiempo interesante. En todo caso, como ya comenté en la reseña que hice del primer libro que leí de esta autora –que vive un éxito tras otro entre su público adolescente–, Laura Gallego hace magia con lo cuenta en sus letras, pero sobre todo, porque ha hecho que muchos chavales hayan descubierto la lectura para emprender la vereda del maravilloso vicio de los libros. Solo por eso, es un lujo que exista Finis Mundi.