. Desconocía que fue la primera novela de Matilde Asensi y eso se nota. Lógico. Creo que muchos de los que hoy valoramos la talla de esta gran escritora no empezamos sus lecturas por orden cronológico. Por eso sería injusta una comparación de las simples entre “El salón de ámbar” y sus posteriores novelas. Ya me gustaría a mí que los que somos aficionados a la escritura consiguiéramos este resultado en algún momento de nuestra vida.
La historia de este salón, real y aún misteriosamente desaparecido sobre el que escribe Asensi, es interesantísima, aunque antes de entrar en materia, la escritora nos presente el contexto en el que se va a desenvolver la novela: Ana Galdeano es una anticuaria afincada en Ávila que forma parte de “El grupo de ajedrez”. Ella será el Peón, la encargada de ejecutar los robos de obras de arte que organiza este particular club a nivel internacional.
Será uno de esos robos el que nos embarcará en la búsqueda del valioso salón imperial ruso que saquearon los nazis en 1941. La historia y la intriga se dan la mano en una trama entretenida donde Asensi colará una romanticona historia de amor. La aguerrida Ana que nos presenta al principio, se cae del altar cuando comprobamos estupefactos, que se derrite en menos que canta un gallo ante su enamorado cual efímero helado de verano. Aspecto tan chocante como la listilla de la hija del galán, que aparece en escena en forma de estrella poco creíble. En la misma línea, el resto de personajes deja mucho que desear, aunque personalmente me encandilen algunos detalles de la personalidad de dos secundarias: la criada y la tía de Ana. El resultado de la búsqueda del famoso salón tendrán que encontrarlo con la lectura del libro. Nada más añadiré. El final elegido por la autora es cuestión de gustos pero me quedo con el enigma; el misterio que rodea a esa impresionante obra de orfebrería. Tan grande como el tonelaje que suman todas y cada una de sus piezas. Por no hablar de la estimación económica de la preciada joya, que lógicamente, suma demasiados ceros para nuestros bolsillos de andar por casa. Lo dicho: no es la mejor de sus novelas, sin duda, pero el cebo elegido es muy bueno y el libro –reducido en páginas para lo que nos tiene acostumbrados Asensi– se bebe en dos sentadas.