El movimiento de indignados ha perdido cierto protagonismo en medio de la reciente Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, empequeñecido por el millón y medio de católicos que en el aeródromo de Cuatro Vientos asistieron a una misa oficiada por el Sumo Pontífice Benedicto XVI. Ante esta demostración de catolicidad, grupos de furibundos anticlericales a quienes «no les representa ni Dios», favorecidos durante años por un gobierno que se ha declarado beligerante ante la Iglesia Católica, han podido hacerse notar. Sus actos de violencia han provocado una reacción aún más violenta de la Policía y sólo han servido como contraste a una tremenda demostración de que España sigue siendo católica.



