Camina siempre adelante, tirando bien de la rienda más
nunca ofendas a nadie para que nadie te ofenda camina siempre adelante y ve
marcando tu senda, cuánto mejor trigo
siembres, mejor será la molienda.
Alberto Cortés
Camina siempre
adelante, 1971.
En el
vaivén de las luchas políticas, siempre se visualiza una tregua en el fragor de
las luchas y sobre todo, en momentos de polarización de las ideas y
radicalización de las actitudes.
No quiero pasar por
alto, mis apreciaciones sobre el momento histórico que vivimos en la tierra de
Bolívar, una pequeña visión de una realidad que nos absorbe y nos hace parte de
ella, para bien o para mal, pero de cierto en algo, nos hace parte de ella, allí yace su divorcio con la neutralidad,
de quienes huyendo por las esquinas, eluden la postura que han de tomar tarde o
temprano.
No podemos olvidar de
dónde venimos, esa necesaria memoria histórica que debe retumbar en nuestras
mentes y el papel que cada uno debe jugar en este momento, decía Rubén Blades
en una de sus canciones que “somos una baraja más de un juego que otro a
comenzado y cada cual apostará según la mano que ha heredado” no hay forma de
no reconocer la veracidad de esa letras sin asociarla a la lucha de
reivindicaciones que nos ha traído al presente.
Cuando hablo de las
luchas de reivindicación social, hago alusión y memoria al trabajo de Wuytack
en La Vega, de la Escuela Nueva de Prieto Figueroa, de las mujeres luchando por
la patria potestad compartida, de quienes entregaron alma y corazón a una idea,
de quienes sacan un bolígrafo y disparan sus ideas, de ellos hablo.
Hablamos de quienes
apuestan a la lucha de ideas en lugar de derramar sangre por el fanatismo de
sus creencias y posturas, una realidad que en definitiva debe erradicarse de la
sociedad Venezolana es la conducta extremista que asumimos en nuestra
idiosincrasia, no existe una sociedad de caraquistas y magallaneros solamente,
existe una variedad de pensamientos que se cruzan y dan origen a otras formas de concebir la vida y las cosas.
No podemos asumir que
el único modelo económico posible es el capitalismo, porque nos inculcaron
entre ceja y ceja, que cada quién debía salir a la calle a sobrevivir como
pudiera, sin importar quienes cayeran en el camino, lo importante era
sacrificarse por las cosas, solo así se comprendería el verdadero valor de lo
ganado por sacrificio propio.
Que paradójico
resulta en los días actuales, que para valorar las cosas debemos sentir su
ausencia. Vale la pena preguntar en voz alta, si aprendimos el valor de un pan,
al que quizás hace unos años, botábamos al día siguiente por estar duro y poco
presentable para nuestro gusto y hoy, el adquirirlo representa no solo una
parte significativa del salario semanal, sino una inversión en tiempo por las
colas.
No podemos entonces,
ofrecer como alternativa una economía que entrega a quien necesita, todo, sin
control ni remordimiento. El dilema del humanismo no consiste solo en dar
comida a quien lo necesita, sino entender la dicotomía entre “Vivir para comer”
y “Comer para vivir” el problema
sustantivo no yace en los modelos económicos y cuál de ellos nos brinda más
satisfacción o riquezas, el problema es el hombre y la mujer, como sujetos,
como seres que sienten y padecen y que no giran en torno a una economía, es al revés.
De verás que no
quiero revolcar unas ideas en tu pensamiento amigo lector, no pretendo ceder a
la tentación de abrir un debate económico de los modelos y sus beneficios, solo
quiero como contra-parte, que la discusión se enfoque en las necesidades del
hombre, pero no como pensamiento abstracto, por el contrario, concreto, con la
realidad que palpamos a diario en el METRO, en las colas, en la Escuela, en los
trabajos.
Aquella realidad de
quien nos pregunta sin saber de economía cómo hace para atender las necesidades
de sus hijos, para aquel que lejos de saber de inflación y sus efectos, quiere
atender como padre un logro de sus hijos, quiere algo tan sencillo como
regalarle al menos una corbata a su hijo en una graduación sin que eso se
convierta, en dos meses sin comida para su casa.
Creo que ha llegado
el momento de debatir, si mantenemos un modelo o nos inclinamos a satisfacer las
necesidades de nuestro pueblo, siento que entre Fraternidad, Igualdad y
Libertad, aquellas frases de la revolución Francesa y que formaron los pilares
del contrato social, hace faltan esfuerzos y decisiones por alcanzar la verdadera
fraternidad entre los hombres, algo así como hacer más humana a la humanidad.
Humanismo, es el
modelo. Humanismo, es el motor que debe encenderse en la luchas sociales, es el
hombre como moneda, es la comuna como forma de organización o la toponimia como
nos alerto aquel humilde hombre que podía ser hijo de cualquiera, yo le
reconocería por su gallardía y visión, como hijo de Venezuela.
No perdamos tiempo en
acomodar nuestras vestimentas de reformistas, no se insista en hablar de
reforma a la Constitución Nacional, cuando debemos replantearnos las reglas, no
se hable más de promesas de candidatos que sabemos no podrán cristalizarse,
porque simplemente no tienen forma de hacerlo, vamos a elegir legisladores, no
ministros.
No sigamos aferrados
a una idea, a un proyecto como sinónimo
de lealtad, evolucionemos en ellos, replantearse las reglas de la sociedad es
la forma de jugar a la Democracia, nuevas reglas, nuevos objetivos, nueva
visión y oxigeno a las luchas sociales, es la forma de erradicar la reforma que
nos lleva a mantener el mismo modelo explotador y reproducirlo hasta en el
núcleo de la sociedad, la familia.
Empecemos por allí,
asumamos la familia como el centro de las luchas y avancemos en redes hasta
llegar a la ciudad comunal que visiono ese importante hombre de la historia
Venezolana. No huyamos a decir con nombre y apellido las cosas que conocemos en
realidad, la Constituyente significa una salida de paz, ante la radicalización de
los pensamientos que nos proponen la guerra y la secesión, la constituyente es
el inicio, de lo que llamaremos la VI República o las nuevas reglas del juego.