El problema del PRI
ciertamente no es novedoso. A pesar de que digan lo contrario y su lema actual
sea ir contra “el populismo autoritario”, el PRI lucha contra el propio PRI.Una encarnizada lucha
entre Dr. Jekill vs Mr. Hide.
Este es
un sencillo pero festivo homenaje al profesor Luis Rubio, quien presentó esta
semana su libro Un mundo de oportunidades
(http://bit.ly/2syezl3).
En las
últimas décadas, el viejo sistema se colapsó pero no desapareció. Pasamos de la
“dictadura perfecta” a la “democracia imperfecta” y ahí estamos estancados. Si
bien hay elecciones regulares que son impecables en su manejo y administración
(independientemente del lustre que perdieron el INE y demás instituciones en la
reciente elección), México está lejos de ser una democracia funcional, eficaz y
al servicio de la ciudadanía.
Luego
de patéticos resultados electorales, la mera pretensión de poder imponer a un
candidato desde el zenit presidencial parece absurda. En este contexto, quizá
no haya pregunta más importante para el próximo año -y, quizá, para la próxima
década- que la forma en que actuarán los priistas.
La
historia del PRI es la historia del dedazo, la concentración del poder unipersonal,
de la paz impuesta desde el centro y del control político vertical. Ese es el
modelo que ha intentado recrear el presidente Peña Nieto en estos años, pero su
inviabilidad ha sido el resultado de la nueva realidad --política, social,
económica y tecnológica- que caracteriza al país y al siglo XXI.
El PRI
de hoy ya no es el de antes y los sistemas de control de antaño sólo producen
confusión y, luego, caos. El nuevo panorama, justo a un año de los próximos
comicios para la presidencia, no es alentador para un gobierno tan impopular y,
sobre todo, para un momento tan sensible y delicado, tanto en lo interno como
en lo externo. No es sólo el enojo popular, la inseguridad que ignoran y
desdeñan los políticos o el pobre desempeño económico para un enorme número de
mexicanos, sino también la evidencia de corrupción y la flagrante impunidad. No
es obvio que estas circunstancias sean distintas al pasado, pero sí lo son las
percepciones y el amplio acceso a la información.
El
problema del PRI ciertamente no es novedoso. A pesar de que digan lo contrario
y su lema actual sea ir contra “el populismo autoritario”, el PRI lucha contra
el propio PRI. Una encarnizada lucha interior entre Dr. Jekill vs Mr. Hide.
Tres
son los problemas que se han agudizado y enajenado a los propios priistas:
1) Exclusión.- la administración
del partido incluye esencialmente a políticos del Edomex y excluye a
prácticamente todos los demás, circunstancia que ha enardecido al partido en
todos los rincones del país.
2) Indisciplina.- Desapareció la
quizá más impactante de las características que hacían distintivo al PRI: su
disciplina casi leninista en la búsqueda del poder. En las elecciones de 2015 y
2016, por ejemplo, el gobierno jugó contra el PRI, desde muy diferentes aristas
y ángulos, en una jugarreta de palacio pero con desastrosas consecuencias para
el PRI.
3) Realidad y contexto social.- Tan distante de la
realidad se ha vuelto el PRI, que se ha perdido en estratagemas de
fragmentación del electorado que lo han convertido en el principal promotor de
Morena. Irónico que ahora busquen un “Frente Amplio de Oposición contra el PRI”
con sus comparsas y socios del momento: el PAN y el PRD. Sin embargo, es obvio
que no es contra el PRI, sino contra López Obrador y Morena. A ese grado está
la clase política defendiendo sus fueros.
Es en
estas condiciones que se avecina la asamblea del PRI de agosto próximo. Dado el
desempeño del gobierno y del partido, todo anuncia que habrá una enorme
rebelión entre los priistas, rebelión contra el gobierno o, más concretamente,
sobre cómo se nominará al próximo candidato presidencial y con qué mecanismo o
criterio. Es decir, una rebelión contra el dedazo.
Una
rebelión no tiene por qué implicar gritos o golpes, pero sí puede entrañar una
transformación radical del sistema político mexicano y ahí yace su
trascendencia y complejidad. Vienen, en consecuencia, meses complejos en los
que se podrían sentar las bases para la reconfiguración del viejo sistema político
o para su colapso final. En un escenario así, los priistas tendrían en sus
manos la oportunidad de crear condiciones para la construcción de un nuevo sistema
político, o para generar caos, al pretender preservar los privilegios sin darle
viabilidad económica o política a las instituciones y a la República.