. La ilusión de una aventura excitante y la sensación de libertad que la impregnan desde su llegada a la estación de Francia, se esfumarán nada más presentarse en la casa de la calle Aribau donde se alojará con sus parientes maternos. La misma noche de su venida se da cuenta del ambiente angustioso que envuelve aquella casa y del calor que reina en ella como si el aire estuviera estancado y podrido.
Por la mañana, al abrir los ojos con el bullicio del día, unos retratos sin marco de sus abuelos le recuerdan que la casa conoció tiempos mejores: un piso de ocho balcones con cortinas de encajes y terciopelos, muebles costosos adquiridos para el acomodo de la familia, adornos y cuadros valiosos, relojes historiados y un piano que no podía faltar. Evoca que, cuando era la única nieta, había pasado en ella las temporadas más excitantes de su vida. Pero los tiempos han cambiado, y desde la muerte del abuelo, la familia agobiada por las dificultades económicas se ha quedado solo con la mitad del piso, apilados los muebles sobrantes, de cualquier manera, por el resto de las estancias.
Sus propios parientes también parecen tan degradados como la casa: la bondadosa abuelita con la cabeza un poco perdida, quien sabe si para escapar de aquel ambiente enrarecido; la tía Angustias, autoritaria y controladora, que pronto ingresará en un convento; el tío Juan, alto y descarnado, con mirada de loco; Gloria, su mujer, con quien Andrea gusta de hablar porque no hacía falta contestarle nunca; el niño, hijo de ambos, callado testigo de las violentas discusiones entre ellos y de las palizas que el padre le propina a su madre; el tío Román, misterioso y enigmático, por quien Andrea siente al principio una gran fascinación; la criada, Antonia, vestida de negro de apariencia horrible y desastrada, seguida del perro, Trueno, también negro y tan desastrado como aquella. En la Universidad, Andrea, entra en contacto con un grupo de estudiantes, entre los que destaca la guapa y luminosa Ena, y su pudiente familia. Ena muestra un interés casi morboso por Román destapándose oscuros secretos y fraguando una venganza que llevará a un trágico desenlace. Andrea nos cuenta en primera persona su estancia en Barcelona, atrapada por el ambiente irrespirable de la casa de la calle de Aribau. De ella misma sabemos muy poco: es huérfana, tiene 18 años, ha viajado a Barcelona para cursar estudios universitarios, y que es alta, delgada, de piel pálida y ojos claros. Pero son sus introspecciones personales, contadas con profusión de detalles y figuras literarias, las que nos hacen pasear por la Barcelona de la época, conocer a sus parientes y a sus amigos de la Universidad. Respirar el ambiente sórdido, degradado y triste que se respira en la casa familiar, macado por el odio que sienten, entre ellos, sus ocupantes y por la violencia, que se desata por las cosas más nimias, con excepción de la abuelita, con un cuerpecillo duro y frio como hecho de alambre, capaz de quedarse sin comer para que los demás tengan un poco más, que no es nada, pues el hambre impregna la realidad de sus existencias. Como trasfondo en la vida de los personajes, la guerra civil que, aunque se menciona en escasos pasajes, está omnipresente en el libro y será determinante en las relaciones entre los hermanos. En la novela queda magistralmente contrapuesta la realidad de la España de la posguerra: la pobreza, la miseria y el hambre en el que viven la mayoría de la población con la opulencia de algunas clases sociales, representadas por algunos de sus amigos de la universidad. Invitada a una fiesta por un compañero, Pons, así lo describe la propia Andrea: Me acuerdo del portal de mármol y de su grata frescura. De mi confusión ante el criado de la puerta, de la penumbra del recibidor adornado con plantas y con jarrones. Del olor a señora con demasiadas joyas que vino a estrechar la mano de la madre de Pons y de la mirada suya, indefinible, dirigida a mis viejos zapatos, cruzándose con otra anhelante de Pons, que la observaba. A pesar de su final, es un relato triste y amargo, como Andrea, como Barcelona vista desde sus ojos: La ciudad, cuando empieza a envolverse en el calor del verano, tiene una belleza sofocante, un poco triste. A mí me parecía triste Barcelona, mirándola desde el estudio de mis amigos, en el atardecer. Es una obra de lectura imprescindible por la profundidad de sus reflexiones, el calado de sus personajes y la belleza de sus palabras. Una novela inquietante y a la vez entrañable, como sus protagonistas, atrapados en sus tragedias como una mosca indefensa en la tela de una araña, a los que se ama y odia por igual sin saber muy bien porqué, y donde el lector asiste atónito al devenir de los acontecimientos que, intuye, terminarán en tragedia en algún momento. Carmen Laforet nació en Barcelona en 1921, cuando tenía dos años la familia se desplazó a vivir a Canarias, volviendo a su ciudad natal, para estudiar en 1939, donde residió tres años hasta su traslado a Madrid. Con 22 años escribió Nada, considerada la mejor novela contemporánea y la novela más vendida del momento. En 1944 le otorgaron el Premio Nadal y en 1948 el Premio Fastenrath. Otras obras suyas son: La isla y los demonios (1952), La mujer nueva (1953), La insolación (1963). Es autora, además, de novelas cortas, cuentos, narraciones de viajes e infinidad de artículos para periódicos y revistas. Murió en Madrid en el año 2004.