. Esta percepción que traen los jóvenes se nota cuando
enrostran a las generaciones de sus padres y abuelos, la falta de convicción y
su cobardía al no haber enfrentado el orden impuesto por esos acuerdos
secretos, que se basaron en la colusión y el cohecho, sino haberse resignado a
vivir la mentira por tres décadas.
Como profesional formado en las Ciencias
Políticas y las Relaciones Internacionales, ex académico de la Escuela de
Gobierno y Gestión Pública de la Universidad de Chile, ejerciendo el periodismo
de opinión por largas décadas, quiero plantear mi preocupación por el proceso
de construcción del Frente Amplio, nueva coalición política que aparece como
instancia de convergencia de esos ciudadanos que tienen una sensibilidad de
carácter progresista y que se sienten desencantados con la actuación de la
Concertación y la Nueva Mayoría.
En diversas columnas he venido siguiendo el
desarrollo del proceso que ha vivido Chile, por lo que ahora me ahorro diagnósticos
recurrentes. El punto que me preocupa es la empatía que debe existir para que
el diálogo democrático pueda darse entre grupos que traen una impronta muy
diferente, desde el plano formativo, doctrinario y de experiencia política.
Los movimientos que se han levantado a nivel de
partidos emergentes son consecuencia de las movilizaciones sociales que se
iniciaron con los pingüinos el 2005 y han venido catalizando un descontento
profundo que se tradujo en el alejamiento de un 70% del electorado potencial de
los comicios electorales, dejando el poder a una élite que ha sido una quinta
columna del neoliberalismo en la coalición de pseudo izquierda denominada
Concertación. Las trenzas impropias entre Partidos políticos y grupos
económicos, más algunas malas prácticas traídas desde España, generaron un
estilo elitista y sectario de manejo del poder, sin mínima voluntad política de
recuperar una democracia real.
La evidencia que hemos vivido en Valparaíso,
desde el año 2003 en adelante fue el alejamiento de antiguos militantes del
seno de partidos cooptados por caudillos sectarios, para sumarse desde la
sociedad civil a la construcción de un movimiento social contestatario, con
banderas comunes en defensa de la ciudad de los poderes fácticos que han
querido arrebatar a la ciudad su esencia patrimonial. 15 años evidencian que
ese movimiento disperso original, donde estuvimos los Ciudadanos por
Valparaíso, el Foro Valparaíso Posible, el Colegio de Arquitectos, la CUT
provincial, gremios locales, la Agrupación de Ex Presos Políticos y Prisioneros
de Guerra, entre otros, fue creciendo y
sumando a los jóvenes líderes que tomaron la posta, generaron desde su visión
más aguda, el Pacto Ciudadano La Matriz, que llevó adelante una propuesta
anticorrupción en la comuna, que realizó con éxito las Primarias Ciudadanas y
alcanzó el triunfo de Jorge Sharp como Alcalde de Valparaíso.
Esta experiencia ha integrado a lo menos tres
generaciones, la de los setenta, esos jóvenes que alcanzamos a vivir los mil
días de la Unidad Popular, la de los ochenta, que son nuestros hijos, que fueron
protagonistas en la recuperación democrática cuando eran universitarios y la de
los jóvenes de los noventa, que son esos nietos secundarios que el 2005
colocaron en jaque al cinismo político de la Concertación. A partir de allí, se
inició en Chile el destape de una corrupción profunda, inteligentemente
simulada hasta entonces, que significó este empelotamiento histórico que como una
gran foto de Tunick refleja hoy a la política chilena.
Revolución Democrática, Izquierda Autónoma,
Movimiento Autonomista, son fruto de esa visión rupturista y de sinceridad
política, que enfrenta una realidad de inconsecuencia, traición y obsecuencia
que ha demostrado la izquierda tradicional, supuestamente heredera del
Allendismo y de los partidos de la Unidad Popular. Son jóvenes con una
formación política auto gestada, que sintetiza repudio, resentimiento, rechazo
a esa institucionalidad que margina, discrimina y abusa.
Al develarse los acuerdos secretos de la
transición, todo ha repercutido en un rechazo visceral de los movimientos
jóvenes a lo que suene a viejo, cargándole a la generación de los setenta la
culpa por el país que hemos levantado pasados ya 27 años, desde la supuesta
recuperación democrática. Esta percepción que traen los jóvenes se nota cuando
enrostran a las generaciones de sus padres y abuelos, la falta de convicción y su
cobardía al no haber enfrentado el orden impuesto por esos acuerdos secretos,
que se basaron en la colusión y el cohecho, sino haberse resignado a vivir la
mentira por tres décadas.
Sin embargo, esta visión juvenil omite
contextualizar esos primeros años después del plebiscito, en que el miedo
siguió siendo el instrumento de dominación para desmovilizar a la sociedad
civil. Pero lo que observan correctamente los jóvenes, es el resultado presente
de esos pecados de acción u omisión, y lo hacen desde la perspectiva que le
permiten las plataformas de conectividad, las TICs que dominan porque nacieron
en ellas, lo que les ha dado una enorme capacidad movilizadora. Las calles
fueron tomadas el 2005, el 2011 y el 2015 para repudiar las inconducentes comisiones
tipo “mesa de Te Club”. Muchas veces esas movilizaciones fueron contaminadas
por grupos violentistas, anárquicos o simplemente vándalos a sueldo. Lidiar con
eso es difícil, pero lo es más tener que formular una convocatoria al grueso
del país, al 70% que no ha querido votar. Cuando la proximidad al poder es algo
real, la sensatez es una gran virtud. Es el momento de establecer puentes para
una conversación franca y honesta con los que buscan converger en este nuevo
conglomerado, al estilo uruguayo, como pretende ser el Frente Amplio.
El realismo político para representar a la
mayoría de los chilenos determina que el liderazgo no es de quien grita más o
manipula una asamblea, sino de quien es capaz de liderar equipos potentes para
acometer las exigencias del ejercicio del poder. A Sharp los agoreros le
gritaron “otra cosa es con guitarra” y el joven Alcalde ha ido laboriosamente
generando participación popular y ya no se le escuchan declaraciones políticas
generales, sino llamados concretos a tomar acción por la ciudad y sus
prioridades. Traigo el ejemplo de un proceso en desarrollo, que bien puede ser
el laboratorio para evitar errores.
El construir un Frente Amplio exige separar los
niveles políticos y técnicos. En el plano político deponer ambiciones y
fundamentalismos ideológicos, buscando definiciones que sean comunes
denominadores para avanzar juntos, el respeto a los acuerdos y el construir
confianzas es algo fundamental. En el plano técnico, es preciso generar las competencias
del grupo, basadas en personas con sólida formación, efectiva experiencia y ética
intachable.
Son muchas las áreas del Estado, pero cada una
es preciso dirigirlas con lineamientos políticos coherentes pues el principal
error de las coaliciones ha sido el cuoteo, repartir el Estado como cotos de
caza a los diferentes partidos, para que ellos gestionen a su amaño. Generar un
fracaso, parte por la falta de liderazgo conductor de equipo político, que debe
tener visión de Estado y eso no se compra en el supermercado, requiere
capacidad política, un liderazgo que sepa escuchar, para fortalecer la coalición
con aportes generosos de la ciudadanía. En momentos de término de un ciclo
político de 28 años, hay miles que se desembarcan y buscan refugio. Tener
cuidado del oportunismo y malas prácticas de esos desembarcados será siempre
necesario.
Los liderazgos que deben conciliarse en el seno
del Frente Amplio deben trabajar con urgencia. Ya no hay tiempo para generar
propuestas afinadas, ni tampoco se puede convertir esto en un mosaico
desordenado de propuestas parciales. Es necesario que la candidata Beatriz
Sánchez cumpla ese liderazgo y perfilarse desde ahora como la futura Jefa de
Estado. En ese rol debe ir marcando los ejes de su compromiso, para el mediano
y largo plazo. La mirada país que debe tener siempre el respaldo de la
factibilidad en el marco de la legalidad pública. A este nivel, no interesan
mayormente los gustos personales de la candidata, sino las grandes líneas de
compromiso que el Frente Amplio ofrece a Chile como camino largo, habida cuenta
del contexto en que se desarrollan los acontecimientos. Beatriz Sánchez tiene
la energía, inteligencia y capacidad para comunicar con convicción, pero, lo
importante, es centrarse en lo prioritario que es ofrecer opción de gobierno
para Chile y no un saludo a la bandera “emblemático”.
La sobriedad del discurso significa enfriar las
proclamas que desde la calle se gritaba con fervor, para sentar un diálogo que
ofrezca gobernabilidad, demuestre solvencia y rechace la improvisación. Un
déficit de la izquierda ha sido ideologizar la gestión y generar compartimentos
de poder que impiden gestionar con coherencia al Estado, permitiendo espacios
para malas prácticas. Por ejemplo, evitar que se estigmatice al Frente Amplio
de “populista” es demostrar que ese populismo es servil al neoliberalismo, que
ambos se complementan y se han practicado por 28 años. Que más que dar bonos, lo
que queremos es recuperar la iniciativa privada, cooperativa, asociativa o
personal, pero aumentando las penas a los delitos económicos, como colusiones,
oligopolios o cohecho.
Es necesario sentarse a conversar con visión de
Estado, no para convencerse unos a otros, ya que eso sería bizantino, sino para
rayar la cancha, con inteligencia y una buena carga de intuición política.
Hernán Narbona Véliz, Periodismo Independiente,
15 de abril 2017. @hnarbona en Twitter.