Reseña "Tan poca vida" de la escritora Hanya Yanagihara

Perturba, sacude, angustia. El dolor de la historia pesa tanto como el libro. “Tan poca vida” no es una novela fácil, no por su narrativa sino por su contenido. ¿Se puede sufrir más? Eso piensas cuando conoces a Jude. Aunque no siempre sepas qué tortura su mente y su alma, intuyes el horror que oculta. De manera obsesiva y enfermiza.

 

. El dolor de la historia pesa tanto como el libro. “Tan poca vida” no es una novela fácil, no por su narrativa sino por su contenido. ¿Se puede sufrir más? Eso piensas cuando conoces a Jude. Aunque no siempre sepas qué tortura su mente y su alma, intuyes el horror que oculta. De manera obsesiva y enfermiza.
Jude es uno de los cuatro amigos que conoceremos desde su juventud, con sus parrandas, dudas y dilemas que al comienzo van asociadas a la edad. Pero no. Esta es una historia de amistad y lealtad, de sus miles e intrincados matices, pero sin duda, no es un grupo habitual.

  Jude, Willem, JB y Malcolm son una piña que la vida va moldeando. Hasta ahí, todo es normal. Pero su conexión tiene algo de particular: son abogado, actor, pintor y arquitecto. Una botica de profesiones que influyen y confluyen como aderezo a la trama.Se distancian, recuperan la cercanía, a veces se detestan, pero el grupo conforma un universo único y personal que sería demasiado simple definir bajo el paraguas de la palabra amistad.

El protagonista estelar es Jude. Dios mío. Qué sufrimiento. Terminé el libro hace un par de días y aún está en mi cabeza. Cuando vi la portada con esa imagen de dolor me llamó la atención. Poco sabía yo, que la pena en ese rostro se quedaría corto para resumir la angustia que genera esta historia.

Larga. Muy larga. Excesivamente larga. Pero no me molestan los libros largos si te cautivan, (aunque sea con sus reservas, como es el caso) no me duelen las páginas ni las horas invertidas. Pero en “Tan poca vida” tienes que parar para recuperar resuello, para que el estómago se asiente de la náusea. El pasado de Jude se irá desvelando. La mente del lector imagina tanto que cree exagerar. Y no, todo lo malo puede empeorar. Eso ocurre según avanzas y se acerca el final. Cuando las arcadas llegan a la garganta con lo sucedido durante la infancia y adolescencia de Jude, no sospechas que esa será la tónica permanente, constante y a veces –y aquí están las reservas– gratuita. Creo que Hanya Yanagihara ha radiografiado el dolor hasta el infinito. Ha diseccionado sus matices. Ha metido el dedo en la llaga, no sé si demasiado, pero en todo caso, no da un descanso. A veces, da vueltas y vueltas a lo mismo. Sé que describe detalles que pueden considerarse necesarios a primera vista para que el lector sea consciente de hasta qué punto Jude está enfermo: a nivel físico y emocional. Pero a lo largo de más de mil páginas, son muchos los tramos en los que no sé si se regodea, pero está claro, que el lector tiene más que suficiente con la mitad para ponerse en situación. Es agotador.

Con todos los peros que queramos ponerle, el libro engancha (tardó en hacerlo, por cierto). Quieres saber hacia dónde va esa deriva, qué más puede ocurrir a Jude. No podía parar de leer. Hay libros como éste, en el que pese a sus «errores» como es de la repetición machacona, generan adicción. No achaco tanto el mérito a la narrativa, que tiene tramos de mucho ritmo (también los hay un poco soporíferos), como a ese relato de la relación a cuatro, aunque Malcom y JB quedarán un tanto desplazados por Jude y Willem.

Las relaciones humanas son tan complejas como quieran hacerlas los propios humanos, pero es verdad que en “Tan poca vida” las circunstancias pesan como toneladas. Son una auténtica losa y de nuestra garganta sale algo así como «pobre Jude, pobre Jude». Y sin embargo, es tan afortunado. Tiene a los mejores compañeros y amigos para una vida donde solo conoce la cuesta hacia arriba.

La vida laboral de Jude es su careta, el escenario donde se desenvuelve como pez en el agua, donde pretende ocultar (a veces resulta inverosímil que pueda ocurrir) lo que no es capaz de contar. Quiere olvidar, pero la basura no deja de oler aunque echemos tierra. Y su basura desconcierta a la mente más equilibrada.

Pero la vida es magia. Su relación con Willem es tan exquisita, tan bella, que cuesta conciliar la convivencia de tanta basura emocional con la sentimentalidad más franca y auténtica. No sé si es posible sobrellevar lo que arrastra Jude. Creo que no. Porque no quiere ayuda. Si no habla del pasado, no existe. Eso piensa. Y calla, no sólo ante Willem, sino ante otros personajes que aunque haya que etiquetarlos de secundarios son vitales para acompañarle en el camino: el matrimonio que conforman Harold y Julia, pero también Andy, su médico, un santo con mayúsculas. Repito: es difícil creer que alguien pueda tener la paciencia que necesitaría un ser como Jude. El amor no garantiza todo. Hay que ser de una pasta especial y Jude –que tan poca suerte tiene– está rodeado de gente maravillosa.

Con lo que vemos a lo largo del recorrido de la novela, parece difícil que el final haga una pirueta doble. Pero sí. Se puede sufrir aún más y sentir la consternación más absoluta.

Con este panorama, huelga decir, que esta novela no es para todo el mundo. Su crudeza es horripilante y por muy interesante que sea su contenido hace falta estómago para soportarla. Y aun así, la recomiendo.

Un dato por cierto desconcertante. La novela, que ha tenido una campaña de marketing exitosa y la ha lanzado al estrellato, tiene un largo listado de errores tipográficos, palabras «comidas», frases mal construidas… Me parece increíble que firmas editoriales de renombre, no cuiden al extremo –si tanto destacan su obra–, el trabajo de revisión. Es inconcebible.

UNETE



Compartir
Tu nombre:

E-mail amigo:
Enviar
PDF

  • linkedin facebook twitter
  • ©reeditor.com
  • Todos los derechos reservados
  • Avisos Legales