Dos pobres diablos, carne de cañón, Sixto y Vicente forjan una amistad que les convierte en hermanos de por vida entre las paredes de un orfanato de Barcelona. El lector sabe que un día u otro se encontrarán después de que agarren la vida por diferentes caminos. Guardan en corazón y alma su drama de infancia aunque no quieran. Cuando se conviertan en adultos nos mostrarán cómo estaban de curadas o no, sus cicatrices. Porque en “Los buenos amigos” hay mucha tristeza y ternura, pero también violencia soterrada: la sangre no se ve pero se presiente con la expresión constante del dolor.