¿Cuántos hemos tenido un mal día?, ¿cuántos hemos deseado no salir de la
cama en todo el día?, ¿cuántos hemos deseado que nadie nos hablara en
algún momento y simplemente pasar ese día en silencio?...
...TODOS, todos lo hemos vivido en algún momento de nuestras vidas y lo
viviremos por pequeños o largos periodos en nuestra existencia.
¿Porqué nos sucede ese sentimiento?, simplemente porque si no pasara, es
porque no existimos, es completamente normal, es un mecanismo de
defensa sentimental, mental y simplemente existencial, el ser humano
necesita como también el mundo animal, su espacio para reflexionar,
meditar y pensar.
Vivimos en un mundo tan cambiante, tan de prisa, dónde olvidamos las
cosas más sencillas de la vida, lo más básico, todo aquello que debería
ser prioridad, los buenos días, buenas tardes, buenas noches, gracias,
que aproveche, con su permiso, felicidades, lo has hecho bien, me siento
orgulloso de ti, eres una bendición en mi vida, en fin, palabras,
gestos, sonrisas, abrazos.
La tecnología ha llegado para instalarse en nuestras vidas como avance y a su ves como división divina.
Hemos entorpecido nuestro desarrollo integral como personas, cuando
damos más importancia a las redes sociales no para progreso, sino para
continuamente estar legados y atados a ellas sin permitir su utilización
para unir el mundo y no para separarnos.
Siempre me pregunto porque no somos capaces en ocasiones de respetar
cuando nuestro semejante necesita un momento de soledad en su vida y
hasta en los medios digitales se exigen que no falten, que no dejen de
escribir, unos por la co dependencia de leer algo, de sentirse
escuchados o valorados, olvidan quizás que esa otra persona también
necesita su espacio para descanso interno y recargar baterías, para
poder ofrecer sus consejos, sus palabras a los demás.
Y cuando verdaderamente comprendamos que todo ser humano tiene días en
alta y días en baja, podremos ir instruyéndonos en otras circunstancias
que la misma vida nos plantee.
Recuerdo para el verano del año 2000, estar en aquella fría y tenue
funeraria, y llegar el momento en que por no hacer y mal a nadie,
agachar mi cabeza entre mis piernas, para no escuchar a nadie, porque en
ese momento deseaba tener a solas mi dolor por la pérdida de mi
hermano, pero no todo mundo posee el don del silencio, y en ocasiones se
puede llegar a ser impertinente cuando se desea "consolar", "animar" o
simplemente hacer “sentir" bien a otra persona.
El silencio es tan hermoso cuando se puede utilizar para la reflexión
profunda, desconectar a través de tus sentimientos, olvidarse por un
instante de todo lo que te rodea, conectarte con Dios para los
creyentes, con tus pensamientos, en fin, simplemente estar en quietud y
paz.
Respetar el espacio de nuestro semejante comprende tantas cosas,
respetar su silencio, su dolor, sus alegrías, sus tristezas, sus
triunfos o derrotas, respetar cuando esa persona desea estar sentado tú a
tú consigo mismo sin ser interrumpido.
Todos necesitamos nuestro espacio, quizás usted no comprende que esa
persona haya sido lastimada tanto en su vida que ya no confíe en nadie,
que desea vivir plenamente haciendo lo que tenga que hacer sin dar mayor
espacio a que entren en ese espacio personal, quizás esa persona ha
sufrido tanto decepciones y traiciones que no desea la entrada de más
personas y gente en su vida, que ya se siente al completo con aquellas
que están en su entorno.
Hay tanto porque aprender, porque crecer, se nos muere las esperanzas
porque las gastamos a través de nuestras luchas en tantas cosas que
drenan nuestras fuerzas, y no somos capaces en detenernos para
identificar todo aquello que no nos permite avanzar.
Identificando todo lo que nos drena, podremos continuar y avanzar en
nuestro paso por la vida, respetando espacios, utilizando energías y
fuerzas para la unidad en todo aquello que sane a su ves al mundo dolido
y herido en que vivimos, y saben que es lo peor, que lo hemos
desangrado nosotros mismos y por ende nos corresponde arreglar el
desastre que hemos creado a lo largo de los años, porque en ocasiones
hemos malgastado el tiempo en cosas triviales.
Cuando aprendamos a respetar espacios, y darnos la oportunidad de tener
el nuestro también, iremos identificando todo aquello que puede
repercutir en beneficios de crecimiento existencial, aquellas
herramientas que nos permitan sacar el mejor de los provechos a
circunstancias, imprevistos, momentos y espacios.
Vamos a darnos la oportunidad de crecer, no cortemos las alas del
crecimiento con impertinencias, aprendamos a decir buenos días, buenas
tardes, buenas noches, buen provecho, con su permiso, gracias, lo has
hecho excelente, me siento orgulloso de ti, en fin, tantas expresiones
como el acto tan simple de sonreír o abrazar o una palmada en el hombro,
en ocasiones son más pertinentes y necesarias que mil palabras, no
importa que no sean correspondidas, porque al final usted crece y
aprende de ello, porque en su ser reafirma su grandeza como persona y
aún cuando nadie le corresponda las mismas, usted siempre mantendrá su
base y principio de por convicción no cesar nunca en realizarlos.
Así que, aprendamos del silencio y respeto a nuestro semejante en sus
espacios, no permitamos que los medios tecnológicos nos hagan olvidarlo y
utilicemos los mismos también para crecer y desarrollo de valores
importantes que no se deben perder jamás.
(Foto tomada en Los Reales Alcazar en Sevilla, por P. Pantoja Santiago)