Reseña "La buena reputación" de Ignacio Martínez de Pisón

Saga familiar estupenda con la pertinente evolución vital de sus miembros en un determinado contexto histórico que influye de manera directa en su camino. “La buena reputación” combina estos elementos formando una gruesa historia –sobre todo por su amplitud– que a medida que avanza va enganchando más y más al lector.

 

. “La buena reputación” combina estos elementos formando una gruesa historia –sobre todo por su amplitud– que a medida que avanza va enganchando más y más al lector.
Desde los años 50 hasta los 80 en una –siempre– olvidada y desconocida Melilla, el matrimonio compuesto por Samuel y Mercedes junto a sus hijas Miriam y Sara y después sus hijos, vive diferentes etapas, con sus venturas y desventuras, desde Melilla, a Málaga, Zaragoza y Barcelona.

El origen judío de Samuel merece una primera parte en la que describe una extraña relación con su comunidad, que es sin duda, la que más larga se me ha hecho. Porque Martínez de Pisón divide su obra en cinco novelas contadas desde la perspectiva del mismo número de personas: el propio Samuel, perteneciente a una boyante clase media en su tierra, su manipuladora –y muchas veces odiosa– mujer Mercedes, cansina hasta la extenuación en muchos sentidos, la de su hija, la siempre influenciable y dependiente Miriam, y las dos pertenecientes a la voz de los dos hijos de esta última: Elías, que rastrea con paciencia su propio destino y el irresponsable Daniel.

Salir de las garras de esta familia es difícil. Por sus respectivos caracteres, que se complementan y colisionan en diferentes proporciones. Son satélites unidos aunque estén separados por kilómetros por esa siempre misteriosa conexión de la sangre. La vida y sus personalidades les llevará de un lado al otro para encontrar su lugar en el mundo, aunque no todos lleguen a conseguirlo, dando bandazos a diestro y siniestro.

Es un ramo coral de personajes en el que, en mi opinión, Sara hubiera merecido una de las novelas en las que se divide esta trama. No sumada, claro, porque la extensión de la obra se habría ido de madre, sino –si hay que elegir, aunque me da pena– sustituyéndola por ejemplo, por la de Daniel. Pero es cierto, que los tentáculos de cada uno de los movimientos de cada miembro de la familia influyen directa o indirectamente en el recorrido del resto. Es como si tuvieran una especie de enfermedad familiar en la que no siempre pueden estar juntos, pero tampoco separados. O sea, ni contigo ni sin ti. Todos –cada uno a su manera– tiene conexión con el resto de sus familiares, pero los grados de las relaciones internas que van surgiendo son muy diferentes.

Por cierto, aunque estos son los componentes de la saga familiar, aplaudo fervientemente el papel de Felisa, esa criada con un carácter tan peculiar como potente, que convive como puede al lado de la sargento Mercedes, haciendo que de vez en cuando, nos dibuje una sonrisa.

El contexto histórico es determinante o al menos, detonante de la deriva de sus vidas. La descolonización de Marruecos abre la puerta al miedo que da lugar a una diáspora supuestamente secreta, –que desconocía– de la comunidad judía a la tierra de sus ancestros, aunque muchos ni la conocieran. Este capítulo además de interesante, marca también la vida de Samuel, porque es protagonista –ya verán de qué manera– de este éxodo y a la vez, víctima de este tránsito de personas. Tanto es así, que ¡cómo no!, tocará al resto de la familia.

Sentimientos y emociones de las buenas y las malas a granel, viajarán por estas páginas: mucha nostalgia, bastantes rencores, odios y engaños –ideales para manchar esa presunta buena reputación–, un alto porcentaje de dudas vitales que desquician y apenan. Todo lleva al lector a que se sume a uno u otro bando. Hay personalidades y capítulos de escenas cotidianas y a la vez profundas, que dan de sobra, para apostar por un bando.

Es una novela muy entretenida, pese a las excesivas paradas que a veces ralentizan la lectura. Pero la visión global de esta saga con un interesante momento histórico, es sin duda, más que positiva: porque no sólo está la huida del colectivo judío de Melilla, también de manera paralela nos encontraremos con el regreso de muchos españoles del Protectorado a la península.

“La buena reputación” es una historia de búsquedas de identidad. ¿A qué mundo pertenecen realmente? ¿Dónde quieren poner de manera definitiva su maleta y su ropa dentro de los cajones? ¿Encontrarán el que están buscando algunos de manera consciente y otros no tanto?

Al entretenimiento que procura esta lectura, ayuda desde luego, la escritura sencilla, sin ornamentos innecesarios que habrían resultado facilones en el caso de que Martínez de Pisón hubiese querido retorcer con una narrativa compleja, la lucha interior de los sentimientos de sus personajes. Porque ese debate de la mente y el corazón daría para deleitarse y exhibirse a manos llenas ante el lector (un pecado que cometen algunos autores), pero la novela no habría tenido la soltura ni el dinamismo que aporta su forma de escribir.

UNETE



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