En los últimos tiempos pareciera que el establishment
se propuso crear un ámbito de discusión donde se plantea el trabajo como un problema.
Desde las suspensiones, el desempleo como variable de reacomodamiento
financiero y la flexibilización
hasta el trabajo en negro, sin dejar
de lado a nuestros trabajadores pasivos, los
jubilados el mundo del trabajo humano soporta las mayores desigualdades.
Antes el trabajo era como la ley; todos somos iguales ante ella, hoy el trabajo
no iguala porque se puede tener un trabajo
precario que no es igual a un trabajo justo con todos sus beneficios.
Dirigentes políticos que forman parte de algunos feudos
provinciales, el gobierno nacional, dirigentes gremiales, ministros de trabajo
y economía han naturalizado este statu quo al punto de incorporar como “normal”
que el arco que va desde las suspensiones hasta el 38,6% del trabajo en negro y la flexibilización encubierta sean parte de la resignación dentro del escenario político-social. En este sentido
el trabajo ha pasado a ser una variable discriminatoria aplicada a aquellos que
no lo tienen y pasan a conformar un “invernadero
de pobres” que siguen sin poder incorporarse al mundo del trabajo. Han vulnerado
la dignidad que ofrece el trabajo y su
rol de ordenador social quedándose, además, con el exceso de la renta a través de impuestos
distorsivos y descabellados que ponen al trabajador cada vez más lejos de sus
necesidades básicas.
El desempleo ha dejado de ser una herramienta de destrucción
del tejido social de “baja intensidad”
para convertirse en el eje de disolución
social y nacional; fundamentalmente porque agrede a las familias que son la unidad básica de la sociedad. Un
país esmirriado está a expuesto a los virus disgregativos más letales en una sociedad:
la fragmentación familiar y social.
Lo notable es que ningún gobierno, mediante la “policía de trabajo” que depende del
ministerio de trabajo no intervenga de manera directa en la detección de la explotación encubierta de nuestros
trabajadores. ¿Hay algún acuerdo con los empresarios para no avanzar en este
sentido y terminar con el trabajo en negro? ¿Las rentabilidades deben ser
cargadas sobre las espaldas, siempre castigadas, de los trabajadores y
quitarles el “jubileo” a nuestros trabajadores pasivos? El 38,6% de nuestros
trabajadores está en negro y el 78% de la masa jubilatoria no cobran más de
$7.000.
Quieren transformar en un “simple número” los efectos nocivos que produce esta degradación humanitaria. Hoy pobres e
indigentes suman el 48,2% de la población activa, mientras tanto los
responsables de esta denigración humana banalizan esta situación social dándole
una “naturalidad” que solo demuestra
la insensibilidad de unos pocos en
detrimento de muchos. Nos quieren convencer que el hambre es lo natural y que el holocausto es inevitable. Para salir de esa lógica globalizadora
tenemos que comprender, y defender, que trabajo es el medio de progreso y movilidad social.
Muchos se pavonean hablando del trabajo y sus derechos,
pero saben que; para que existan los
derechos del trabajador primero debe haber derecho al trabajo.
El
trabajo está bajo ataque, los derechos han pasado a ser “placeres aparentes” con fecha de
vencimiento. Para algunos hoy no es sustentable el trabajo digno y promueven la
insectificación del hombre alientan como una panacea la “esclavitud relativa”.
Se habla de inflación, despidos, pobreza e indigencia y se omite subrayar el
ingrediente que devela la fragilidad estructural que padecen los trabajadores;
los que están en “blanco” para no ser pasados al “negro” y los trabajadores en
negro para no ser desplazados al “invernadero de pobres” que dependa del
gobierno de turno. Me estoy refiriendo a las Necesidades Básicas Insatisfechas que al día de hoy someten al
53,2% de la población activa.
Es inaudito que se siga relativizado el valor del
trabajo, esto nos conduce hacia la nada misma y al desencanto por la
trascendencia como seres humanos. Debemos cuidar y promover el hábito del
trabajo. El relativismo altera la realidad y nos pone frente a los sofistas que
sostienen que una sociedad caótica es
igual a una sociedad dinámica (¿?).