. La
enfermedad es el rechazo a las élites, el malestar social, el desapego
democrático.
Es el voto contra las élites, contra la
globalización, concierto que entonaba Donald Trump, con su discurso
nacionalista –“Nosotros lo primero”, “Volveremos a ser un gran país”- ha
agrupado a muchísima gente.
Los grandes partidos. Obama, los Mass-media,
ha barrido o las instituciones internacionales, han quedado sacudidas por el tsunami
que ha causado la elección de Trump, un multimillonario xenófobo, como 45 presidente
de los Estados Unidos de América.
Esta elección es también el síntoma de la
globalización neoliberal: Los liberales aterrados, o eso
dicen, ante su mensaje que tiene un claro destinatario: las clases medias
empobrecidas con la crisis, las clases populares víctimas de la globalización y
en general todo ciudadano harto del establishment.
Su éxito al igual que el respaldo al No en
Colombia o el ‘Brexit’ en el Reino Unido o la repetición de las elecciones en
España, son fruto y resultado de la cacofonía de los medios de desinformación
masivos. Así dan la medida que el sistema credo después del Bretton Woods se cae
a trozos, ha fracasado y que definitivamente otra lógica se implanta en
nuestras sociadades, no sabemos aun cual, pero el desapego y el hartazgo
dibujan un escenario incierto.
Lo atípico, se impone poco importa que sea
desde lo grotesco, el discurso fácil y sensacionalista cautiva, con la formula
mágica del enemigo externo, contra los que no son como nosotros y ella caben
todas las minorías, y todos los que se salgan de lo políticamente
correcto.
Es tan aplastante el
fenómeno, que para el caso americano, logra sacar del ring con facilidad a los
pesos pesados respaldados por los aparatos del poder tal como Jeb Bush, Marco
Rubio o Ted Cruz. Logra
pulverizar a los aparatos de los partidos, de la bolsa – Wall Street - en
definitiva del establishment.
Lo que ha ocurrido hoy es la rebelión de
las masas, que llevan bastante tiempo haciéndonos llegar su rumor sordo en todo
el mundo occidental y que hoy han dado un formidable puñetazo en las urnas. Y
esos personajillos, algunos salidos de donde menos se les espera, saben
interpretar y aprovechar la fractura que existe y que cada vez es más amplia
entre las élites sean cuales sean y la base del electorado. El discurso es
claro y cala, pronunciarse Anti y contra
todo.
En muchos países se percibe el éxito que
tiene ese discurso, tal como las formaciones de extrema derecha en Francia, en
Austria, en Colombia y en los países nórdicos o de partidos antisistema y
anticorrupción como en España o en Italia.
Y esto seduce, moderna opera prima de
Ulises y las sirenas que enamora con pasión a los empobrecidos por los efectos
de la globalización, a los desposeídos por las persistentes crisis sistémicas, a
los poco cultos políticamente y sobre todo a los olvidados por el
establecimiento. Los invisibles, los que solo existen en tanto que mercancias
El estilo es siempre el mismo, buena dosis
de mensajes maniqueos y reduccionistas, que invita a dar rienda suelta a los
bajos instintos de grupos sociales enteros. Y como dicen en Latinoamérica muy “populachero”,
directo, campechano, de una falsa cercanía. Y ante todo su tono es emocional y
mesiánico prometiendo arreglar todo lo que esta mal, sanear el sistema, cambiar
los “profesionales de la política” y dar las oportunidades a caras nuevas que
con nuevas maneras puedan dar ejemplo de “Uberiana” honestidad.
Se acude en todos esos discursos a los
instintos, a las pasiones, en esos poca cabida tiene la razón, el programa, las
ideas. Puro nervio en donde la causa de los males la tienen los corruptos, los
ricos, los latinos, los inmigrantes o los musulmanes, los homosexuales y se
cambia de culpable según que masa se tenga en frente dispuesta a dejarse
envenenar, -perdón- a confirmar lo que en sus tripas ya sentían, pero no se
atrevían a decir de forma abierta.
Para muchos ciudadanos irritados por lo «
políticamente correcto », que creen que ya no se puede decir lo que se piensa
so pena de ser acusado, con estos personajes, la palabra – y las tripas- se
liberan. Esos personajes dan a la sociedad la licencia para
odiar de forma abierta. Es el efecto eco, eso personajes al estilo de
Donald Trump dicen lo que saben su publico quiere escuchar.
Se erigen como los candidatos anti-élites. No
importa que ellos mismos formen parte de ella. Durante la campaña, Donald Trump
prometió enfrentarse a unos poderes fácticos de los que cada vez más
ciudadanos se sienten alejados. Y eso lo alejo de los poderes fácticos pero le
permitió, conectar con las clases golpeadas por la globalización y con los que
sienten una profunda desafección de la política. El supo conectar con el
hartazgo con el establishment. Los ciudadanos en gran parte del planeta
están profundamente desencantados.
Sean cuales sean las singularidades de cada
país, el movimiento de ira se afianza en una crítica difusa de la globalización
que se basa en algunos pocos temas tales como en meter miedo como con el tema del
control de los flujos migratorios o como con las desigualdades de los ingresos.
Con estos temas los británicos votaron en el Brexit. Trump había predicho que
su elección sería un “Brexit a la enésima potencia”.
El otro ingrediente clave es el miedo, tal
como el politólogo Noam Chomsky lo señala. La popularidad del candidato
presidencial estadounidense Donald Trump se debe al “miedo” y es el resultado
de una “sociedad quebrada” por el neoliberalismo.
"Las personas se sienten aisladas,
desamparadas y víctimas de fuerzas más poderosas, a las que no entienden ni
pueden influenciar", decía ayer Chomsky. Es
también una manera de decir que Europa no está protegida frente al lo que acaba
de pasar en USA.
Políticos como Trump se dirigen a la gente
que está cansada de la vieja política
Se trate de Trump o de sus clones europeos,
no tienen la más mínima idea de la complejidad de los problemas por resolver. Venden
ilusiones, cultivan un simplismo reductor que puede convertirse en una amenaza
para nuestras democracias. Vista desde Francia, la victoria de Trump, que llega
después el Brexit, es una advertencia más.
Es el grito que se propaga por todo el
mundo demandando cerrar el periodo iniciado por Ronald Reagan en los ochenta
cuando llega a la presidencia de Estados Unidos inaugurando un ciclo que dura
ya cuarenta años de neoliberalismo y de globalización financiera. Por esto la popularidad de Trump es producto de la ruptura social
causada por las políticas neoliberales. "El miedo, junto con la ruptura de
la sociedad en el periodo neoliberal"
No se puede seguir haciendo trampas,
reforzando el modelo neoliberal y esperar que la ciudadanía golpeada crea que
los de siempre les van a solventar algún problema.
La victoria hoy de Donald Trump puede
hacernos entrar en un nuevo ciclo geopolítico cuya peligrosa característica
ideológica principal –que vemos surgir por todas partes y en particular en
Francia con Marine Le Pen – es el ‘autoritarismo identitario’. Un mundo se
derrumba pues, y da vértigo. Nos lo recuerda en Le Monde Diplomatique Ignacio
Ramonet.
Como en los años treinta, en una situación
de desempleo, de precariedad laboral, de impunidad política, de violencia
estructural y guerra, de miedo y amenaza, los fantoches de la extrema derecha
emergen. La ira ganó, la rabia protestataria triunfó y Adolf Hitler llego al
poder, elegido en las urnas.
La propia democracia, como modelo, ha
perdido credibilidad. Los sistemas políticos han sido sacudidos hasta las
raíces. En Europa, por ejemplo, se han multiplicado las sorpresas electorales. Silvio Berlusconi, Norbert Hofer, Željko Reiner, Kristian Thulesen son
el resultado del miedo y de una sociedad quebrada por el neoliberalismo. Para este
tipo de candidatos, para este tipo de politicastros de nuevo cuño y vieja
estirpe, la balanza electoral se esta
inclinando cada vez mas a su favor.
Urge repensar el mundo, repensar nuestra
sociedad, repensar el contrato social para salir de la antigua y nueva lógica: La del bienestar pleno y grotesco de unos pocos para instalar un mundo en donde
la política vuelva a escribirse como el proyecto de sociedades basadas en el bien
común.