De unos días a esta parte los
periodistas, y el periodismo, se han convertido en noticia. Y creo,
sinceramente, que es una mala señal. Al parecer todo arrancó con
una entrevista al recientemente dimitido secretario general del PSOE,
dimitido bien por voluntad propia, bien por imposición de algunos
compañeros con poder para hacerlo pasar por las horcas caudinas. El
periodista que lo entrevistó, Jordi Évole, que está en los
antípodas de otros compañeros suyos, dejó que el entrevistado se
explayara, no lo interrumpió, como está de moda entre periodistas y
contertulios, y le fue dando cuerda y cuerda hasta que el dimitido
Pedro Sánchez, se ahorcó con ella.
Se
notó enseguida que estaba a gusto con la entrevista, que se movía
en ella como pez en el agua. Y dijo demasiadas cosas; y algunas de
las cosas que dijo son tan discutibles, tan enrevesadas, que hubiera
sido mejor callarse y no pronunciarse al respecto, pues se requería,
para ello, otro medio y otras formas. Me estoy refiriendo al momento
en el que usó el concepto de nación, y en el que definió a España
como una nación de naciones. Son conceptos que, creo, no se pueden
despachar con cuatro palabras que, además, sonaron a guiños.
Parece
ser que la misión del periodista es hacer hablar a la persona que
tiene delante, salvo cuando el periodista se convierte en estrella,
cosa que está sucediendo con demasiada frecuencia. Y los
entrevistados deberían ir con un poco de precaución, o con pies de
plomo. Cosa harto difícil de hacer cuando pasan más tiempo delante
de las cámaras de la televisión, o dando mítines, que leyendo, por
ejemplo, y reflexionando sobre el mundo pasado y el actual. Hace ya
un tiempo, por ejemplo, merced a unos cuantos catalanes y a unos
pocos vascos, está muy de moda hablar de independencia, cuestionar
la formación de España, el Descubrimiento de América, y,
llegaremos a ello, la existencia del Cid. Ahora bien, que unos
señores, independentistas ellos, pidan la retirada de la estatua de
Colón, marinero de profesión, levantada en Barcelona, y no hagan lo
mismo con la del bueno de Roger de Flor, dado el papel que jugó en
las cruzadas1,
tiene su aquel: o son ganas de llamar la atención o es pura y
llanamente incultura. Evidentemente esto es una anécdota, no el
independentismo.
Pero
como está de moda, y es políticamente incorrecto ir contra lo que,
no sé porqué, se ha dado en llamar progresía, izquierda, sentido
común, y no sé cuántas lindezas más, pues va y el señor dimitido
del PSOE nos sale con el sonsonete de que España es una nación de
naciones. Y sinceramente no sé muy bien lo que quiere decir, ni
cuántas naciones hay en la nación España. ¿Cataluña y Euskadi o
más? ¿Qué entiende este señor por nación? ¿Lo es Murcia? ¿Qué
es una nación? ¿Y el Compromiso de Caspe entonces no sirvió para
nada? ¿No fue aquello una votación democrática teniendo en cuenta
los tiempos? Pero, claro, como cortamos la historia por donde
queremos, y la interpretamos como nos da la gana...
Sea
como fuere, que Pedro Sánchez hiciera ahora esas aseveraciones ya no
tiene ningún sentido: parecía que estuviera pidiendo salvavidas
para no perecer en el proceloso piélago de los expulsados y
condenados. Hubieran tenido sentido de seguir siendo secretario
general de su partido, pues eso hubiera implicado que iba a negociar
con los llamados separatistas, que sin duda lo son, o con aquellos
que apellidan que quieren romper España. Cosa esta que es harto
graciosa, pues si usted, con cuatro dedos de enjundia de español, se
presenta a unas oposiciones en Galicia, y no sabe el gallego, ya
puede darse por suspendido, lo mismo que sucede en Euskadi, Cataluña
y Valencia. Y no se le ocurra ir con una receta médica, si vive en
Cuenca, a Extremadura porque no se la dispensarán. Pero España no
está rota, está con toda su virginidad a cuestas, igual que la
madre que la parió. ¡Qué grande era Cervantes!
Tengo
mucho interés en saber cómo y por qué se ha llegado a esta
situación. A la de los nacionalistas pidiendo la independencia. Y me
gustaría saberlo y estudiarlo con calma y serenidad. De nada me
vale, para ello, que todo el santo día partidos políticos y
periodistas estén criticando y demonizando a los que “quieren
romper España” sin que den una explicación en profundidad, unos y
otros, de por qué quieren hacerlo. Quizás los periódicos y las
tertulias televisivas no sea el medio idóneo para ello. Máxime
cuando están enzarzados en la polémica creada, también, en cierto
modo, por el dimitido secretario general del PSOE. Este, en otro
momento de la entrevista, acusó a ciertos periódicos de ir en
contra suya y de favorecer a su rival, es decir de intrigar para
derribarlo. Tal vez esta afirmación de Pedro Sánchez sea una
exageración, quizás haya visto demasiadas películas de gángsters
y asesinos, o haya leído alguna novela sobre la influencia del
quinto poder. Me acordé enseguida del caso llamado Watergate.
Por
supuesto que han sido varios los periodistas y medios que se han
apresurado a rebatir a Pedro Sánchez. Y a defender, de paso, la
objetividad, independencia y profesionalidad del periodismo. Es
posible que tengan razón. Y es posible que las palabras de Pedro
Sánchez sean una verdadera hipérbole o un intento de culpar a los
otros de los propios errores. Ahora bien, es innegable que el
periodismo, y muchos medios disfrutan con ello, cuando cogen o
capturan una noticia, que en el fondo no lo es, y que puede
beneficiar a los suyos y desacreditar a los contrarios, convertirán
al clavo en el culpable de que se perdiera la herradura, de que se
perdiera el caballo, el caballero, la batalla y la patria toda. Y lo
repetirán una y otra vez, hasta la náusea. Recuerdo al respecto la
enorme tontería de una beca dada por la universidad a un estudiante,
y que era incompatible con no sé qué historias... Insistieron en
ello un día y otro día, como sucedió con los desafortunados
chistes, malos por otra parte, de otro joven metido a político. Y
que todo esto, una beca de cuatro euros y dos chistes para echarse a
llorar, se haga cuando hay familias enteras y partidos políticos
acusados de robar a manos llenas, cosa de la que, casualidades de la
vida, nadie se enteró hasta que lo denunció un integrante del robo
y sustracción, y que sepamos todos, enseguida, y nos han machacado
con ello día sí y día no, si un señor le hizo la cobra a una
señora, o esta rechazó a su padre biológico, o con quien sale este
o si el otro tiene novio... Es penoso que un periódico se dedique a
tamañas simplezas. Pero, claro, más cornadas da el hambre.
Y
no se puede por menos que preguntarse si no estará el hambre detrás
de la búsqueda de tanta exclusiva, y de hinchar noticias que ni lo
son, ni maldito el interés que tienen. Y así quien más y quien
menos, está harto de oír hablar de la venta de cierto piso por
cierta persona que pertenece a un partido que no es, o pretende no
serlo, convencional y al uso. Y la pregunta es muy sencilla: ¿cometió
este señor con la venta de su piso alguna irregularidad? ¿Hizo algo
que fuera contra la ley? ¿Sí o no? ¿Es éticamente reprobable
vender un piso de protección pública y ganar dinero con ello? Vale,
admitamos que lo sea: ¿por qué no se ha aplicado la misma regla a
todos los diputados que han aprovechado su cargo para hacer negocios
que no eran ilegales pero sí reprobables éticamente? ¿No se enteró
nadie de la situación? ¿De verdad? ¿Nadie vio que muchos políticos
vivían por encima de sus posibilidades y que tenían unos coches que
no se podían pagar con su sueldo?
Ante
estas preguntas también a mí me surge la película de policías y
ladrones: el despacho del director de un periódico, un periodista
que llega corriendo con una gran noticia, y el director, medio puro
en la boca, que se niega a publicarla porque les puede costar un
disgusto y el perder subvenciones y demás. Y el periodista sale del
despacho con el rabo entre las piernas, mientras el director del
rotativo se va a jugar al pádel con el fiscal del estado,
relacionado con dicha noticia.
No
dudo, por supuesto, que en el periodismo, lo mismo que en la
judicatura, hay profesionales honestos y que hacen bien su trabajo.
Creo sinceramente que por eso mismo funciona el país. Pero a veces,
a menudo, cualquier tontería se convierte en noticia. Y creo que
para eso, la tontería debería pasar unos filtros que no fueran los
de si dañamos a los contrarios y favorecemos a los nuestros. Que tal
vez no sea así, pero a menudo lo parece. O eso, o esas noticias son
como el perro de Alcibíades, aquel lindo can al que el político
griego le cortó el rabo para que hablaran de su perro y lo dejaran a
él tranquilo gobernando como le daba la gana. Debe ser así, pues
todavía no he oído nada sobre el plan de estudios que se va a
llevar a cabo, todavía no sabemos qué va a pasar con la famosa
reválida, y ya toca. Pero eso no es noticia, no es tan llamativo
como acusar a una señorita de quitarse la camisa en una capilla.
Veas tú la importancia del asunto.
Yo
me quedé, en boca de Pedro Sánchez, sin saber lo que es una nación
de naciones, y cuántas naciones caben en una nación. Y me he
quedado sin saber si vender un piso ganando dinero es ilegal. Aunque
su vendedor predicara no sé qué cosas sobre los pisos y la
plusvalía. Y si se trata de medirnos a todos con el mismo rasero y
hacer creer que todos somos igual, no, no todos somos iguales: como
he dicho todavía queda gente honesta. Lo que sucede es que son los
otros quienes hacen ruido. Y algunos de un nonada construyen el parto
de los montes.
1Véase
Steven Runciman, Historia de las cruzadas, 3v.
Madrid, 1973, Vol. III, p. 382 y ss