Recuerdo que fue
una tarde gris en el Palacio de Nariño.
Mi grupo había terminado una presentación que nos hacia Bernardo Moreno
y otros Ministros del Gobierno Colombiano.
Ya el Presidente nos podía saludar.
Así que subimos la escalera, y pasamos a una exquisita sala, donde
descansaba un extraordinario piano de cola junto a un pequeño busto del
Libertador Simón Bolívar. Luego de
detenernos en cuanto salón de colores había, finalmente dimos con el ahora ex Presidente
Álvaro Uribe. Iba saliendo para uno de
sus Consejos Consultivos en una comunidad rural y andaba “de afán”.
Su saludo fue
distante pero efusivo. Nada de apretón
de manos a todos. Era una persona cuya mente estaba en otro lugar, quizás en aquel
sitio al que se dirigía y que tenía a todo su personal corriendo de un lado
para el otro. “Hay que venir a trabajar con ropa para varios días. Uno no sabe
cuando tiene que salir y casi nunca está claro cuando volvemos” me comentó un
colaborador. Otra colaboradora cercana
me señalaba que trabajaba en Palacio desde los tiempos del Presidente
Pastrana. Aún así, en su segundo período
ella seguía ahí porque “el no distingue otra cosa que el buen trabajo”.
Con lo anterior,
no es difícil entender los momentos que pasa el ex Presidente Álvaro Uribe. Le
está tomando más tiempo de lo normal entender que ya no necesita poner su mente
en otro lugar donde tratará de arreglar un problema comunitario o
internacional. Le cuesta entender que su
plan de seguridad democrática era “su” plan y no tenía porqué trascender. Le cuesta entender que las sociedades cambian
y que con un 60% de popularidad aún, se debe dar por satisfecho.
Pero, que
va. Eso es casi imposible para este hombre
que devolvió la confianza a los colombianos cuando ya pensaban que era cuestión
de tiempo para que su país se volviera ingobernable. Libero carreteras, redujo a su mínima expresión
a la guerrilla y encontró en la relación de políticos allegados con los
paramilitares un talón de Aquiles del cual nunca se pudo librar.
Ahora lo tenemos en su nuevo rol. Junto a su inseparable Blackberry último
modelo, es el nuevo Presidente del Twitter.
Es más aún, es el Presidente Social Media de Colombia.
Aunque
formalmente Juan Manuel Santos tiene el control de las riendas del Estado, es
el Presidente Uribe el que marca la pauta noticiosa de Colombia y lo que en el
exterior se relaciona con ella.
Globovisión reseñaba hace poco que su pasaporte de más de 120 páginas ya
se lo ha gastado al menos 2 veces en viajes para dictar conferencias. Está claro que a estas alturas, a Uribe no lo
motivan las ganancias de las mismas como a Bill Clinton, por ejemplo. A el lo motiva el poder. Pero ya no el formal. El poder mediático. Ese contra el que tanto ha luchado y que ahora
trata de utilizar en su beneficio para que transmitan sus ideas, quejas y sobre
todo, la defensa de un gobierno cada vez más cuestionado por sus nuevos
detractores, antes sus fieles aliados y colaboradores.
Uribe no
necesitó un Gurú de las redes sociales, “Community Manager” que le llaman. El maneja solo ese aparatito que se ha
convertido en un lanza misiles pero cargado con la idea que se le ocurre o
siente en ese momento.
¿Seguidores?
Solo Shakira, Andrés López y Sofía Vergara tienen más que Uribe en Colombia. Y
ni tantos más. Dobla al Presidente
Santos y ningún otro político de ese país tiene un tercio de los seguidores que
el Presidente Social Media. Cada vez que emite uno de sus mensajes de 140 caracteres,
logra llegar a más gente a la vez que las dos cadenas de televisión nacionales
de su país, las radios más importantes y los periódicos juntos.
Por supuesto,
estos recogen cada una de sus palabras y las comentan. Y mientras mas incendiarias, mejor. Y el ex Presidente Uribe esto lo ha entendido
muy bien. De ahí que el Presidente
Santos sabiamente haya decidido no entrar en una disputa con su antiguo mentor:
sabe que está en clara desventaja y en un mano a mano los dos terminarían
siendo señalados por la opinión pública.
No creo que
Uribe pensó ni por un momento al salir del Gobierno que esto sucedería. Creo que el se visualizaba en Panamá,
planeando su retorno y viajando de vez en cuando para pregonar su disgusto contra
el Teniente Coronel de la V República Venezolana y sus secuaces.
Una vez más, Álvaro
Uribe encontró un arsenal para librar una de sus batallas. Pero esta vez no necesita un ejército armado
hasta los dientes ni saber que hablan por sus celulares los que lo siguen. Para
eso está su celular de última generación y el cargador de baterías.
Natalia Young, Biología
Excelente artículo, más allá del contexto político, sorprende la forma en que el ex presidente se ha adaptado a esta nueva forma de comunicación. Si bien sus opiniones generan respuestas dividas, considero que lo hace de una manera exitosa. Lección que deberían aprender los políticos criollos y los que ahora se venden en Panamá como "Gurú de las redes sociales".
Saludos,
Natalia