. Si buscas acción y pasar páginas a gran velocidad, ésta podría ser una buena apuesta. “Cicatriz” consigue el objetivo de entretener. Claramente. Un trama atractiva para un thriller con ingredientes clásicos del género.
Simon es el protagonista, aunque el punto “negro”lo trae Irina. El primero tiene el reto de su vida a un paso: quiere vender un algoritmo revolucionario a una gran multinacional junto a su socio, Tom. Pero el asesinato de su compañero y una novia que llega desde internet (Irina) trastocan todo. Su mundo se pone patas arriba porque además, Simon no tiene ni la personalidad ni la fuerza necesaria para tirar hacia adelante.
Su situación es dura, pero lo es antes de encontrarse tantas trabas. Es un ser asocial (cómo no, tiene su propio trauma), pusilánime… casi un don Tristón que roza el patetismo. El personaje de su hermano aporta la ternura que no se encuentra en ninguna otra parte de la novela. Porque todo es tremendo. Rápido, ágil, trepidante. La irrupción de Irina en su vida se confunde con una historia de amor. Puede que sea la intención del autor, pero es previsible que la cicatriz bajo el ojo de la mujer, representa ese “oscuro secreto” que tanto gusta y necesita una historia de estas características. El romance entre dos seres tan dispares –incluso aunque nada sepamos de Irina al comienzo- no es creíble. Aunque sí podría serlo, el concepto de lo que ambos buscan desde sus universos antagónicos. No es que Irina sea especial y Simon un tipo normal. Es que la mochila de “su novia” pesa demasiado hasta para alguien con carácter y poderío. Y es que Simon, es menos que un chico del montón. Puede que tenga sus razones, pero la palabra apocado es un término muy escaso para definir una personalidad tan diminuta. Pero, tranquilos. Acción vais a tener de sobra. Un ritmo narrativo al mil por hora, también. Y escenarios variados como crudos, también: desde despachos de élite con encorbatados que dan miedo al otro lado de la mesa, hasta la podredumbre de la mafia rusa, trata de blancas, guerra de Afganistán, Chicago… Ya digo. El movimiento es crucial en sus páginas. La sangre salpica a ratos desde el interior del libro. Gómez Jurado demuestra que sabe describir muy bien a “los malos”. Se ha buscado a los mejores perversos para dispararnos numerosas escenas de película, donde los encontronazos se resuelven en segundos con dientes rotos, ojos inflamados hasta el infinito, codazos y patadas a mansalva. Son todo un espectáculo visual porque en tu cabeza se escuchan los golpes. La diversión en este sentido, está garantizada.Se pasan las páginas con facilidad. Su lenguaje es el adecuado para conseguir el objetivo de entretener. Se podría contar mucho más, pero con esta novela, cuanto menos sepas, mejor.