México, el tan siempre aplicado alumno en economía ante los organismos internacionales, ha encendido algunos focos de su semáforo ante una nueva posible caída de la economía estadounidense.
Aún y cuando, con las pocas herramientas que cuenta, el Banco de México ha estado haciendo su tarea al pie de la letra para tratar de blindar al mercado mexicano y no afectarlo, el tener que detener este ajeno fenómeno no sólo queda en sus manos y será difícil de contenerlo. El problema de corto plazo inmediato es el financiero, en donde la volatilidad del mercado es el punto a seguir, pero a la larga el segundo frente será el económico.
Al darle la bienvenida al modelo de exportación de maquilas, que tuvo su mayor fuerza con el TLCAN, nuestro país cedió el motor del crecimiento económico a los norteamericanos y con ello una mayor dependencia. Si bien se ha escuchado que ya se aprendió del pasado (70’s a 80’s) y no hay indicios de generar una crisis desde “a dentro”, no se ha aprendido del pasado inmediato para dejar de sincronizarnuestra economía de la estadounidense y no ligar únicamente nuestro crecimiento al de ellos.
La receta pareciera sencilla: diversificar las exportaciones y fortalecer el mercado interno. Pero para un país que en 2010, alrededor del 80% de sus exportaciones dependieron exclusivamente de su vecino del norte y que no ha podido generar un mercado interno, éstas no son nada fácil. El que ahora pareciera el plan B de la SHCP, tuvo que haber sido el plan A hace algunos años.