“Las naciones caminan hacia el término de su grandeza
con el mismo paso que camina su educación”
Simón Bolívar
Abordar un tema tan candente y siempre actual como el
de la función de la escuela en los tiempos posmodernos es algo interesante y
atractivo. Sin embargo, no todos lo creen así, soslayándola y posando su vista
en otras cosas intrascendentes, permitiéndose el error de no hacerle un
análisis sesudo y sin sesgos a los problemas que a ella le atañen. Entonces,
cuando ese análisis no se realiza con detenimiento, a la hora de evaluar los
objetivos sociales esperados, nos topamos con desilusiones y críticas
infundadas que llevan su veneno para que no sea mirada como una salvación para
la sociedad, sino como a enemiga a la cual hay que combatir hasta
desaparecerla, pues ha fracasado y merece la pena de muerte, porque el dinero
que se invierte en ella no da sus frutos. Cómo si los frutos fueran materiales
e inmediatos.
Los maestros, esos que decidieron arar y abonar la
tierra de la pedagogía, nos llenamos de desesperanzas e incertidumbres, porque
la presteza con la que se dan los veredictos nos demuestra que la malevolencia
prima sobre la cordura y la sinceridad. Muchas veces pasamos de agache sin
tener en cuenta que de la misma forma como damos importancia a la escuela y a
la educación, así mismo será el progreso y el desarrollo de nuestro pueblo. Nos
convertimos, por la apatía, en propiciadores del fenecimiento de la única
instancia posibilitadora de movilidad social, la escuela. Corremos a rendirnos
ante las “innovaciones” y tareas impuestas por el poder hegemónico sin hacerle
el debido cedazo para después darnos cuenta que sólo han sido estrategias
dinamizadoras del asesinato de la escuela.
La escuela y sus estamentos ven cómo la pérdida y
crisis de los valores, reflejada en la cotidianidad de América, crece y se
fortalece desmesuradamente. Y aunque se proponen variadas alternativas de
solución sus clamores y voces no son tenidos en cuenta.
El accionar y preponderancia de la escuela, antaño
ganadas con el valor y sacrificio de la pedagogía, se diluyen a cuentagotas,
convirtiéndose en un discurso hueco y descriteriado, porque no produce
dividendos materiales al poder hegemónico. No obstante, considero que es
necesario hacer un pare y ver que ella no es la única culpable de la debacle
social imperante. La escuela ha sido un conejillo de indias o comodín para
intentar solucionar lo que otras instancias sociales no han podido resolver.
Analicemos.
¿Cuántas personas de nuestra clase dirigente no se
roba el erario de forma tan olímpica y siguen tan campantes sin inmutarse ni
ruborizarse cuando se les pregunta sobre ello? ¿Es la escuela la madre de ese
comportamiento o es la misma sociedad la que lo ha prohijado? Me gustaría que
alguien con la inteligencia y la sindéresis necesarias me ayude a resolver este
gran dilema. Pues, hasta tienen la desfachatez de pegarse golpes de pecho,
sintiéndose víctima de aquellos que los señalan, sacando a relucir el viejo
palabrerío de que son calumniados y perseguidos. Políticos sucios, sin los más
mínimos principios de responsabilidad y honradez robando miles de millones de
pesos para luego pagar pocos años de cárcel, porque las penas les son
recortadas por su colaboración con la justicia o por haber estudiado en la
cárcel. ¡Qué gran contribución para nuestra nación!
Es bueno precisar, además, que últimamente se observa
el crecimiento desmedido de comportamientos violentos de jóvenes y niños,
quienes aupados por algunos adultos mayores no respetan a la autoridad.
Ejemplos hay miles en la prensa diaria. ¿Es la escuela la culpable de que niños
y jóvenes no sean formados en el respeto generacional y mínimas normas de
convivencia? ¿No son las familias las que desde sus hogares generan la
violencia con sus comportamientos y conductas agresivas entre ellos y también
contra los vecinos?
¿Qué observa un niño y/o adolescente en su casa para
que la escuela sea el caldo de cultivo de actos vandálicos de intolerancia,
desidia, violencia y desapego por la formación intelectual? Igualmente, ¿El
ascenso de la criminalidad, el terrorismo, el narcotráfico y la drogadicción
son culpa de la escuela? Me imagino a los maestros enseñando a niños y
adolescentes empuñar puñales, ametralladoras y puchos de marihuana para que
mañanas sean el presente de América. ¿Es la escuela la incitadora de las
protestas violentas?
¿Es la escuela la que atropella los derechos
ciudadanos, porque los campesinos, desplazados de sus tierras por los actores
del conflicto, no tienen cómo pagar los créditos de sus préstamos o no tienen
cómo comprar los caros insumos para abonar sus tierras? ¿Es la escuela culpable
de que haya una tendencia a la anarquía, a la impunidad y a la incapacidad de
la justicia? En mi concepto, todos y cada uno de los ciudadanos de este
continente debemos esculcarnos para concitar una respuesta valedera, si de verdad
queremos salir de atolladero en que nos encontramos.
Ante esa realidad, uno de los factores que obliga a
mirar y analizar con lupa la realidad social y cultural de nuestra América, es
cómo se valora la educación, máxime en estos tiempos de políticas económicas
austeras que obligan a los gobiernos de nuestras naciones a paupérrimas
inversiones. Inversiones que no puedan generar las transformaciones requeridas.
Todos sabemos que las consecuencias del desarrollo del conocimiento científico,
tecnológico y humano le permitirían a la sociedad despegar hacia beneficios
colectivos que a unos cuantos no les conviene.
Entonces, esos adelantos, de los cuales hemos hecho
alusión, provocan unos replanteamientos o re-significaciones de la forma cómo
se aprende y se enseña en la escuela (todos los niveles) para generar las
competencias necesarias para entender, comprender, interpretar, crear, re-crear
y significar la realidad cultural y social. Además, trascenderla y propiciar
mejores niveles de vida para los asociados. No podemos seguir equivocándonos y
estar achacándole a la escuela el fracaso social.
*Docente de Lengua castellana y literatura del
Distrito de Cartagena en la Institución Educativa Nuestra Señora del Perpetuo
Socorro y de Comunicación Oral y escrita de la Fundación Universitaria
Tecnológico Comfenalco