Estamos acostumbrados a pensar que las circunstancias que
nos rodean son la fuente de nuestra felicidad. Vivimos esta ilusión de que
nuestra felicidad y bienestar dependen de que nos sucedan cosas buenas, de que
nada nos frustre, de tener una vida que parezca un comercial de televisión.
La realidad es muy diferente y a veces dolorosa pues nos
demuestra que la verdadera realización y felicidad no dependen de lo que
encontramos en nuestra vida, sino de cómo lo percibimos y cómo reaccionamos
ante ello.
Esto nos deja en una posición de responsabilidad ante la
felicidad. Es más fácil echarle la culpa de nuestra felicidad o falta de ella a
las circunstancias externas, sin embargo, al asumir el control de nuestra
propia capacidad de ser felices, toda la responsabilidad recae sobre nosotros.
Cada persona puede ser feliz, si así lo desea. Existen
incontables casos de individuos que poseen todo lo que el dinero puede comprar
y no se sienten felices y por el
contrario, existen quienes carecen de todo y sin embargo encuentran el contento
en su forma de ver la vida.
Entonces, si la felicidad está dentro de nosotros, ¿cómo
hacemos para sentirla? No es una tarea fácil.
Estamos demasiado acostumbrados a esperar que las
circunstancias externas cambien para sentirnos felices, que cuando llega el
momento de cultivar la verdadera felicidad interna, no sabemos por dónde
empezar.
Gran parte de la superación personal de una persona consiste
en encontrar esa felicidad dentro de sí. Es una labor que requiere práctica, esfuerzo
y trabajo personal, no hay una pastilla mágica para ser feliz.
Decídete a cambiar tu forma de pensar y de sentir, a dejar
de responsabilizar a los demás y a las circunstancias de tu felicidad y a tomar
las riendas de tu vida emocional, de tu propia satisfacción y felicidad.
¿Cómo hacerlo? Se requiere de un verdadero deseo de
transformar tu manera de pensar, de sentir y de mejorar tu actitud. Te invito a
comenzar a hacer ese cambio en ti desde hoy, buscando las herramientas que te
sirvan para lograrlo. Es un cambio que no se da de la noche a la mañana, pero
si eres persistente, en poco tiempo te asombrarás de notar que eres realmente
más feliz, con más bienestar y tranquilidad en tu vida.
Para Seligman existen tres tipos de felicidad:
La felicidad hedonista, es decir, la vida placentera, unida
a los goces de la vida. Las emociones positivas son centrales en esta visión de
la felicidad, que ve el placer como una de sus fuentes. Entre las emociones
positivas que se generan en la búsqueda
del placer cita Sligman: la alegría, la gratitud, la serenidad, la esperanza,
el orgullo, la diversión, la inspiración, la sorpresa y el amor.
La felicidad que sentimos cuando estamos poniendo en marcha
nuestras capacidades, comprometidos en una tarea que nos absorbe. Sentimos
entonces que el tiempo se detiene, nos sentimos fluir. La sensación de fluir en
la tarea hace que el tiempo transcurra veloz y las emociones positivas surgen
cuando acabamos la tarea.
La felicidad de hacer algo que da sentido a nuestra vida. Se
trata de hacer algo por alguien o por algo que consideramos que tiene un valor
superior a nosotros mismos (Dios, la humanidad, los hijos, un ideal, un
partido, etc.). Puede haber sufrimiento en lo que hacemos y las emociones
positivas surgen cuando valoramos lo que hemos hecho o lo que estamos haciendo,
que estará muy por encima de lo que hemos sufrido.
Se han propuesto muchos métodos para incrementar la
felicidad, por ejemplo, Fordyce (1981, 1983) propone las siguientes 14 líneas
de acción:
Estar activo y
ocupado
Emplear más tiempo
en actividades sociales
Ser productivo en
un trabajo que tenga sentido para nosotros.
Ser organizado y
planificar las cosas.
Parar la
preocupación excesiva
No tener muchas
expectativas ni aspiraciones
Desarrollar una
forma de pensar positiva y optimista
Vivir el presente
Trabajar para
conseguir una personalidad saludable.
Fomentar una
personalidad social y extrovertida.
Ser nosotros
mismos, es decir, elegir lo que hacemos y actuar de acuerdo con nuestros
pensamientos y sentimientos.
Tener pocos
sentimientos negativos y problemas.
Las relaciones
íntimas son la mejor fuente de felicidad, con diferencia.
Valorar la
felicidad.
Las recetas para ser feliz abundan en cualquier libro de
autoayuda o en los consejos que nos dan nuestros amigos; sin embargo, vamos a incluir en este apartado aquellas
conductas para aumentar nuestras emociones positivas de las que se tiene
constancia experimental de su eficacia: Disfrutar-saborear, vivir el presente,
la escritura expresiva, mostrar gratitud, la generosidad y responder
constructivamente a las alegrías de los demás.
Hay conductas que incrementan nuestras emociones positivas
de las que se tiene constancia experimental de su eficacia:
Disfrutar
Es la forma por excelencia que nos plantea nuestra sociedad
para ser felices. Cuando nos despedimos, cuando alguien va a hacer alguna
actividad, le deseamos que disfrute. Pero conseguir disfrutar no parece tan
fácil, porque no está totalmente bajo nuestro control. En nuestras manos está
realizar las acciones que hemos elegido para lograrlo; pero nadie nos garantiza
que vamos a sentir lo que hemos estado deseando. Actividades que normalmente
nos causan una gran felicidad, en un caso concreto pueden resultar neutras y
muchas más veces no cumplir nuestras expectativas. Ahora bien, aunque
provocarnos el disfrute no está completamente bajo nuestro control, podemos
hacer algo que sí está en nuestras manos: vivir plenamente y concentradamente
lo que estamos haciendo, es decir, lo que propone la terapia de aceptación y
compromiso: vivir el presente y saborearlo.
Saborear
Saborear es una metáfora que muestra claramente una forma de
potenciar el disfrute y ser felices viviendo plenamente el momento. Saboreamos
así lo que nos ocurre en el presente, pero también podemos saborear lo que
ocurrió en el pasado y lo que prevemos que va a ocurrir en el futuro.
En el presente, saborear es el proceso de abrirnos
plenamente a la experiencia que estamos teniendo en cada instante poniendo
nuestra atención plena en las circunstancias, sentimientos y experiencias que
estamos viviendo, eligiendo a propósito aquellos aspectos de la actividad en
los que nos concentramos. Se trata, pues, de vivir con conciencia plena,
absorbiéndonos en lo que estamos haciendo, de manera que el tiempo fluya sin
sentir. Si la actividad es placentera, potenciaremos las experiencias
placenteras. Además, si lo que hacemos va en la dirección de nuestros valores,
será más fácil saborear el presente.
Expresar lo que sentimos incrementa nuestras sensaciones. En
consecuencia, si expresamos nuestros sentimientos y pensamientos positivos
aumentaremos la intensidad de lo que experimentamos. Por eso, expresar nuestras
emociones riendo, saltando, gritando, bailando, etc. nos hará más felices.
Las experiencias pasadas las podemos saborear de varias
maneras:
Para ser más felices hemos de vivir plenamente el presente y
saborearlo, Lo mismo podemos hacer con nuestras experiencias pasadas y las que
esperamos en el futuro. Aquí se dan una líneas generales para saborear la vida.
La más importante es compartiéndolas con los demás, lo que,
además, nos permite mejorar nuestras relaciones personales, que son nuestra
principal fuente de experiencias positivas. Para compartirlas conviene vivir
las situaciones teniendo en mente ese objetivo, esforzándonos en construir la memoria
necesaria para luego contarlas. Por eso tomamos fotos y vídeos, pensando en
compartir nuestras experiencias positivas con los demás y lo hacemos a través
de las redes sociales.
Cuando recordamos, estamos despertando en nosotros emociones
que la rememoración del pasado nos provoca en el presente. Por ejemplo, podemos
recordar lo bien que lo pasamos con unos amigos contándoselo a otros. En el
momento en que estamos recordando, entran en juego dos emociones, la que
recordamos, es decir la que sentimos en el pasado cuando estábamos con nuestros
amigos y la que sentimos en el momento presente, mientras se lo contamos a
otros amigos. Nos conviene tener clara esta distinción para que nuestro
comportamiento se adapte a la emoción que sentimos en el momento presente. El
proceso básico de “defusion” que propone la terapia de aceptación y compromiso
nos ayudará en esta tarea.
También podemos revivir nuestras emociones positivas en
solitario. Se ha comprobado que recordarlas simplemente, sin más objetivo que
el de rememorarlas, nos permite vivir con mayor intensidad los recuerdos que si
lo hacemos para analizarlos de forma lógica o causal.
Compararnos con los demás nos puede producir emociones
positivas, sobre todo si lo hacemos con los que están peor que nosotros, porque
si nos comparamos con los que están mejor boicotearemos nuestras emociones
positivas.
Otra forma de potenciar nuestras emociones positivas
rememorando nuestro pasado es congratularnos y felicitarnos por los éxitos
logrados.
El recuerdo de lo que nos hicieron también nos hace daño,
pero nos hace mucho más si nos lleva a la venganza. De ahí que el perdón se
presente como una conducta necesaria para neutralizar emociones negativas.
Cara a nuestro comportamiento futuro, es importante activar
nuestros valores y atrevernos a soñar que lo que vamos a hacer va a tener
éxito. Así fortalecemos la acción que nos da la probabilidad de conseguirlo,
siempre que seamos capaces de aceptar la posibilidad de fracasar y los
sentimientos que ello nos provoque. Podemos ver ejercicios sobre cómo
activarnos en dirección a nuestros valores en el libro "Entiende y maneja
tu ansiedad".
La escritura expresiva
Los trabajos de Pennbaker (1980) sobre los efectos de
escribir lo que sentimos 20 minutos diarios durante una semana mostraron que
tiene unos efectos fisiológicos fuertes: mientras se realiza disminuye la
conductibilidad de la piel, que es uno de los indicadores fisiológicos de
ansiedad, y después de escribir disminuye la tensión arterial e incluso mejora
el sistema inmunológico.
Podemos, pues, escribir para nosotros mismos sobre nuestras
emociones intensamente positivas. Al rememorarlas potenciaremos sentirlas y,
además, se ha comprobado que, haciéndolo, mejoramos nuestro estado de ánimo,
nuestra salud física y mental y nos conoceremos mejor a nosotros mismos (Burton
y King, 2004). Estos autores han demostrado que escribir, aunque solo sea dos
minutos diarios sobre las experiencias con emociones positivas intensas tienen
un efecto espectacular en las personas (Burton y King, 2008).
Expresar gratitud
Expresar gratitud es otra conducta que ha demostrado que
provoca emociones positivas. El ejercicio de expresar gratitud a quien nos ha
hecho algún favor pone de manifiesto que mostrar agradecimiento nos provoca una
reacción emocional positiva y duradera. Los experimentos que se han hecho han
demostrado que cuando una persona repasa a quién podría agradecer algo una vez
por semana obtiene un aumento significativo en su bienestar, sin embargo, si lo
hace más de tres veces por semana no se da ese efecto (Hefferon y Boniwell,
2011, pg. 164). Parece que, cuando el ejercicio se hace demasiadas veces, causa
habituación.
Para potenciar nuestra felicidad hemos de expresar nuestros
sentimientos y compartirlos con los demás. Especialmente hemos de potenciar y
expresar nuestros sentimientos positivos
Otro ejercicio que se ha propuesto para mostrar gratitud es
buscar a alguien significativo a quien no se haya mostrado la gratitud en su
momento y que se la merezca y visitarle para mostrársela. Una variación de ese
ejercicio es la de escribir una carta de agradecimiento y mandarla. Los
experimentos demuestran que, incluso, aunque no se mande la carta el efecto
emocional en quien la manda es similar.
Actos de generosidad
Buscar la felicidad puede parecernos un acto egoísta; pero
resulta que una de las cosas que más nos puede hacer felices es ser generosos.
Realizar actos de generosidad con los demás, aunque sean simples y sencillos
como sujetar la puerta a quien entra detrás de nosotros, ceder el asiento a
quien lo necesita, lavar los platos del compañero de piso, etc. Para que ser
generoso tenga efecto es preciso ir variando las conductas generosas que
hacemos. Si no, se convierten en rutina y dejan de proporcionarnos emociones
positivas.
El altruismo y la compasión nos hacen felices. La compasión
ha dado lugar a intervenciones terapéuticas eficaces como la propuesta por
Gilbert y Procter (2006) que aprovecha el efecto demostrado que tiene la
compasión sobre las conductas de autoculparse y autocriticarse, que tienen
consecuencias terribles en nuestro bienestar.
Responder constructivamente a los éxitos y alegrías de los
demás
Si realmente nos alegramos con aquellos que han tenido algún
éxito o experiencia positiva prolongando el tiempo que dedicamos, mostrándoselo
claramente, permitiéndole expresarse con amplitud, o sugerimos actividades para
celebrarlo, y más todavía si se lo contamos a otros; fomentaremos nuestras
emociones positivas y mejorará de manera importante la relación con esa
persona.
Las emociones positivas en la dirección de nuestros valores
Además de ser provocadas por estímulos que nos producen
placer, nuestras emociones positivas también se disparan relacionadas con el
proceso de consecución de nuestros objetivos importantes (Carver y Scheier,
1990). Estos autores han encontrado que aparecen más ligadas a los cambios de
velocidad en el proceso de avance hacia nuestras metas que a su consecución. En
efecto, nos sentimos felices cuando superamos un obstáculo, pero nuestro
sentimiento placentero es menor cuando nos encontramos avanzando a ritmo normal
hacia nuestro objetivo. Davidson (2001, 2003) resalta la relación del cortex
prefrontal con las emociones positivas. Teniendo en cuenta que el cortex
prefrontal permite generar nuestros objetivos y los planes para alcanzarlos,
podemos concluir que los estudios psicofisiológicos de Davidson apuntan en la
misma dirección que Carver y Scheier.
La terapia de aceptación y compromiso afirma que la salud
mental la alcanzamos cuando tenemos flexibilidad psicológica que se define como
“La habilidad de vivir aquí y ahora como un ser humano consciente y cambiar o
persistir en nuestra conducta cuando hacerlo nos sirve para seguir nuestros
valores”, (Hayes, Wilson y Stroshal, 2012) o sea, cuando seamos capaces de
hacer lo que deseamos sin barreras psicológicas que nos lo dificulten o
impidan. Para ello hemos de poner en marcha una serie de procesos básicos entre
los que está la elección de nuestros valores, que se definen como “consecuencias
de nuestras acciones, deseadas a largo plazo” (Hayes y Stroshal, 2004). El
compromiso con ellos y la realización de acciones comprometidas con el avance
en la dirección que nos marcan son claves en la consecución de la flexibilidad
psicológica y, como vemos, también de la felicidad, porque en el proceso
aparecen emociones positivas.
Otra clase de felicidad la conseguimos cuando ponemos
nuestras capacidades en marcha absorbiéndonos en tareas que van en la dirección
de nuestros valores y dan sentido a nuestras vidas
Entrenamiento en seguir nuestros valores
Podemos entrenarnos para ser más eficaces en el compromiso
con las acciones comprometidas con nuestros valores. Así podemos entrenar
varios aspectos:
Es importante
valorar las consecuencias a largo plazo en lugar de tener en cuenta las
inmediatas, que son las que más fuerza tienen para regular nuestra conducta.
Cuando nos dejamos llevar por el impulso inmediato, muchas veces, sacrificamos
la posibilidad de conseguir mayores recompensas a más largo plazo.
Actuar con
determinación, es decir, proceder con osadía con valor, asumiendo los riesgos y
consecuencias para tratar de conseguir nuestros objetivos. Es el compromiso
completo con lo que hacemos. Aplazar lo que hemos de hacer puede ser una
conducta de evitación que finalmente nos produce sufrimiento o dudar y echarnos
atrás puede llevarnos al fracaso.
También podemos
entrenar la autorregulación, que es un proceso por el que buscamos tener
control sobre nuestra conducta. La autorregulación de nuestra conducta se puede
construir haciendo ejercicios como llevar registros y controlar lo que comemos,
monitorizar nuestra postura, hacer presupuestos y seguirlos. Cuando
incrementamos nuestra autorregulación en un área se extiende a otros ámbitos y
facilita el control del tabaco, el alcohol, y los gastos compulsivos. Tengamos
en cuenta los ejercicios de autorregulación que proponen las religiones, por
ejemplo, el Ramadán o la Cuaresma, épocas del año en las que los fieles ayunan,
realizando un ejercicio de autorregulación muy interesante y que tiene efecto
en muchos otros aspectos de su vida. Hay que recordar que el control sobre
nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones es más limitado.
En efecto, podemos pensar en lo que queremos; pero cuando queremos dejar de
pensar en lo que no queremos pensar,
nuestro éxito es limitado (Wenzlaff y Wegner, 2000). Con nuestras sensaciones y
emociones nuestro éxito está todavía más limitado, porque sobre lo que tenemos
control es sobre las conductas que las provocan; pero no tenemos asegurado que
lo consigamos, es decir, podemos seguir la líneas que se apuntan en estas
páginas para sentir emociones positivas; pero no estamos seguros de que las
vayamos a experimentar.
En consecuencia, desarrollar nuestra determinación, aprender
a esperar la gratificación en lugar de quererla de inmediato, y mejorar nuestra
autorregulación puede tener un impacto inmenso en nuestra capacidad de
perseverar y alcanzar nuestro objetivos y en nuestro bienestar en general
(Hefferon y Boniwell, 2011, pg. 158)
La neutralización de las emociones negativas por las
emociones positivas
Uno de los efectos demostrados de las emociones positivas es
que neutralizan las negativas. Podríamos pensar que fomentando nuestras
emociones positivas cuando sentimos una emoción negativa la neutralizaríamos, y
así ocurre… a veces; porque tenemos que poner atención al efecto del control
irónico de nuestros procesos emocionales, que nos enseña que si experimentamos
la emoción positiva porque nos ocurre algo positivo, es más probable que se dé
la neutralización; pero si intentamos provocarnos una emoción positiva con la
intención de que desaparezca la negativa, es más probable que fallemos, porque
entramos en un proceso de control irónico que lo boicoteará a medio o largo
plazo (Wegner, 1994). Cuando realizamos una conducta dirigida a un objetivo,
empleamos el proceso de control para comprobar si vamos o no por buen camino
para poder corregir nuestro comportamiento si no avanzamos adecuadamente. En el
caso de querer eliminar una emoción negativa chequearíamos si ha desaparecido
ya; pero la única forma de comprobarlo es comparar nuestro estado con lo que
recordamos de nuestra emoción negativa y, al recordarla, ya la estamos
provocando y aumentando la probabilidad de que se quede. Por eso, el control de
nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones se llama “control
irónico”, porque cuando las queremos eliminar las provocamos.
Las emociones positivas neutralizan las negativas, salvo cuando
lo hacemos con la intención de neutralizarlas, por el fenómeno del control
irónico de nuestras emociones
La felicidad y las relaciones personales
Las relaciones personales son la fuente más importante de
felicidad hedonista: en general disfrutamos con la compañía de los seres
queridos y las emociones positivas compartidas se vuelven más intensas. También
es en las relaciones personales donde nos planteamos nuestros objetivos más
importantes, por ejemplo, los relativos al trabajo, a la pareja, a la amistad,
etc.
Para que las relaciones personales sean positivas para
nosotros son necesarias ciertas habilidades. Entre ellas destaca la asertividad
que nos permite conciliar nuestros objetivos con los de los demás y
planteárselos de forma que los podamos alcanzar, respetando los deseos de los
demás. La asertividad comprende una negociación en la fórmula “yo gano y tú
ganas”, es decir, en la que los dos interlocutores ganan.
Las relaciones de pareja
Como se ha visto hasta este punto las relaciones sociales
son la fuente más importante de emociones positivas y de felicidad. Cuanto más
intensas sean, más felices seremos. De ahí la trascendencia de las relaciones
de pareja y cuidarlas es fundamental para nuestra felicidad.
Se ha documentado que los individuos casados tienen mejor
salud física y mental que los no casados: tienen una mortalidad menor, realizan
menos conductas de riesgo y controlan mejor su salud, cumplen mejor las
prescripciones médicas, tienen mayor frecuencia en su conducta sexual que es
más satisfactoria. Los datos correlacionales tienen difícil interpretación, en
este caso es posible que las diferencias sean debidas a estar felizmente
casados; pero también es posible que se deban a que los más saludables tiendan
a casarse más frecuentemente. Controlando la variable del grado de salud cuando
se llega a ser adulto existe un menor riesgo de muerte en los casados, lo que
parece indicar que en efecto la mortalidad más baja es debido al matrimonio
(Mathew, et al, 2001). Estas ventajas son ciertas, pero solamente cuando no
existen conflictos (Finchman y Beach, 1999a).
http://www.psicoterapeutas.com/pacientes/pareja.htm
Las relaciones personales, sobre todo las de pareja son
fundamentales para potenciar nuestra felicidad
Para mejorar la relación de pareja podemos encontrar
distintos ejercicios en Psicoterapeutas.com:
No hay que esperar a tener problemas en la pareja para
intentar mejorar la relación. En las páginas de Psicoteapeutas.com sobre la
pareja se muestran algunas técnicas que pueden ayudar a incrementar la
felicidad en la pareja y a evitar posibles problemas.
Intimidad
Cordova y Scott (2001) presentan una definición conductual
de este concepto, afirmando que es un proceso que se inicia con una conducta de
autorrevelación de elementos que nos muestran débiles y vulnerables y que
podrían ser usados en algunos contextos sociales para administrarnos un
castigo; sin embargo la respuesta del otro es de aceptación, o al menos no hay
castigo. La autorrevelación seguida por aceptación, o sea la intimidad, genera un
sentimiento de calidez y apoyo que e nos predispone a continuarla. Además de la
autorrevelación hay otros elementos que la construyen como son las
manifestaciones de afecto o el sexo (Van den Broucke et al., 1995). El sexo,
generalmente, implica la existencia de una cierta intimidad y viceversa su
práctica la potencia de forma significativa.
En la intimidad podemos compartir pensamientos y
sentimientos que son desagradables, como tristezas, ridículos, fallos, etc. y
sentirnos comprendidos. También sentimientos positivos como amor, atracción,
gratitud, esperanza, etc. que nos hacen sentir muy vulnerables al posible
rechazo y al ser aceptados nos sentimos felices. También al compartir memorias
o secretos con confianza de no ser traicionados nos sentimos reconfortados y
liberados de una pesada carga. Otras actividades como los abrazos, el sexo, y
el contacto físico en general, incrementan la intimidad.
Hay que tener en cuenta que en la intimidad somos más
vulnerables y, por ello, en muchos provoca miedo al rechazo. Sin embargo, la
intimidad es una fuente extraordinaria de experiencias y emociones positivas y
una base importante para conseguir la felicidad.
Nuestro cuerpo es fundamental como fuente de felicidad
El cuerpo y la felicidad
El cuerpo es un gran ignorado en la psicología científica.
Hay algunas excepciones como el artículo que puede leerse en esta página de
Psicoterapeutas.com. Sin embargo, el cuerpo es fundamental en nuestra
felicidad, nos proporciona placer a través de los sentidos y nos permite realizar
actividades placenteras y contiene los mecanismos necesarios para las emociones
positivas.
Los estudios empíricos señalan las siguientes conductas que
nos producen emociones positivas (Hefferon y Boniwell, 2011)
El contacto físico
interpersonal. Se ha estudiado el masaje, los abrazos y la reflexología, todos ellos tienen un efecto extraordinario
en el bienestar de las personas. Los mecanismos que están involucrados no están
claros; pero los resultados de esas prácticas son innegables. Puede que sea
solamente la intimidad que proporciona el contacto físico lo que intervenga en
los efectos positivos que provoca tanto en la salud física como psicológica.
Nuestra conducta
sexual. Es una fuente importantísima de placer y, a parte de momentos de intenso
placer, relajación y éxtasis asociados a la actividad, incluido el orgasmo;
provoca un incremento del bienestar físico, de la autoestima y de la confianza
en sí mismo, reduce la ansiedad y la depresión y aumenta la calidad de vida.
Todos estos procesos son más acusados cuando se practica con una pareja en la
confiamos y lo hacemos de forma segura,
La actividad
física. Evolutivamente nuestro cuerpo está preparado para ser cazadores y
recolectores; pero actualmente no hacemos ni de lejos una actividad física que
se pueda comparar a lo que hacían nuestros antepasados y tendemos cada vez más
a llevar una vida sedentaria. Sin embargo, los efectos físicos y psicológicos
de la actividad física son incontables y están muy documentados en la
literatura científica. Además de los efectos que tiene sobre nuestra salud
física, psicológicamente mejora la depresión, disminuye la ansiedad, mejora el
sueño, prepara nuestra mente para absorber la información que nos dan, etc. Una
de las mayores dificultades que tiene que la actividad física se implante es
que se asocia con la concepción falsa de que tiene que ser dolorosa.
La comida.
Necesaria para vivir, puede ser una fuente de placer impresionante.
La aceptación de
experiencias dolorosas. Nos produce una sensación de control sobre nosotros
mismos con poder casi adictivo. Aceptando el sufrimiento inevitable nos
entrenamos en la autorregulación y autocontrol de nuestras conductas que juegan
un papel importante en la felicidad derivada del compromiso y la búsqueda de
sentido a nuestra vida.