La palabra Talento parece que ha cobrado mucha importancia en el mundo de
la empresa en los últimos tiempos. Sin embargo, ya se usaba en el imperio
romano y en la Grecia clásica. El talento era la moneda de ambos. Hoy, el
significado que le damos tiene que ver con la capacidad de entender y la
capacidad para el desempeño o el ejercicio de una determinada ocupación.
Primeras pistas. El talento, por tanto, es un bien preciado pero:
¿Es algo que sólo tienen los elegidos? ¿Se puede entrenar el talento?
¿Existen diferentes talentos? ¿Qué puedo hacer para mejorar mi talento? ¿Cómo
puedo poner el talento de las personas al servicio de la empresa?
Estas y otras preguntas son muy frecuentes hoy en día. Según el profesor del IESE Sandalio Gómez,
todos tenemos un talento para algo. Lo
difícil ha sido históricamente ser consciente de ello, y que el resto de
personas lo valoren. Buena parte de los esfuerzos que deberían hacer las
compañías hoy en día para mejorar sus resultados, tiene que ver con encontrar
estos bienes preciados de las personas, estas características individuales e
intransferibles, y procurar ponerlos a disposición del bien común, de la
empresa. Eso es lo que hace falta en
estos momentos. Pero, para eso, hay que cambiar algunas de las prácticas que
nos han traído hasta aquí. Las cadenas de mando tradicionales matan la
iniciativa individual. No es el único drama. El problema viene desde el propio
colegio, en la educación más elemental, en la que te piden que no te salgas de
las líneas en los dibujos, que recortes por las líneas de puntos, y que no te
salgas de los renglones. Normas, normas, normas, que matan la iniciativa y la
creatividad, y que no permiten aflorar talentos creativos.
Otra de las cosas que puede ocurrir, es no darnos cuenta del talento de las
personas que nos rodean, y dejar pasar la oportunidad de desarrollarlo por
desconocimiento. Hay que hacer un esfuerzo en detectarlo y estimularlo. Es una
riqueza inmensa. Elbert Hubbard, un afamado escritor americano de principios
del siglo XIX, escribió esta acertada frase:
“Existe algo mucho más escaso, fino y raro que el talento. Es el talento
de reconocer a los talentosos”.
Esta es otra de las tareas pendientes, pues, en las empresas: detectar el
talento y ponerlo en valor. Así, de forma natural, estaremos dejando paso libre
a más personas que quieran poner el suyo al servicio del resto.
Estas y otras cosas trabajamos en los talleres que dirijo. Contar con las
capacidades, las competencias y los conocimientos de las personas ya no es
suficiente en este tiempo. La fórmula del talento es Competencias x Compromiso.
Si contamos con las aptitudes de los profesionales, pero no contamos con su
compromiso, si las actitudes no son las deseables, el talento que pondrán al
servicio de las organizaciones será igual a 0.
Es por eso que este tipo de sesiones, este tipo de talleres con directivos,
cobra tanta importancia. Entrenarse en obtener lo mejor de su gente, enseñarles
a poner su talento al servicio de la empresa, hacerles sentir que son tenidos
en cuenta, que se valoran sus iniciativas y sus ideas, es la mejor manera de
obtener su talento.
Dicen que el ser humano recuerda el 20% de lo que oye, el 30% de lo que ve,
el 50% de lo que ve y oye, y el 70% de lo que hace. Por eso nosotros hacemos y
hacemos que los asistentes hagan. Para que las cosas que trabajamos se queden
impregnadas en la piel de manera que sea difícil desprenderse de esas nuevas
formas de hacer.
Peter Drucker dijo en una ocasión:
“Un número muy grande de ejecutivos, probablemente la gran mayoría, no
permanecerá con sus empresarios actuales, o en su línea de trabajo actual,
hasta la tradicional edad del retiro. Pero seguirán trabajando, más o menos a
tiempo completo, hasta más allá de los 75 años… Mientras continúen trabajando,
volverán de una manera u otra a las aulas”.
Lo que hay en juego es mucho más de lo que las organizaciones se pueden
imaginar. Y nosotros ayudamos.