Somos adictos a maneras de sentir, que
nos inducen a comer compulsivamente.
Las emociones y los conflictos no
canalizados o digeridos son factores que afectan en el buen funcionamiento del
metabolismo, provocando que engordemos o que adelgacemos. De todos es conocido
que pasar por un periodo de stress puede quitarnos el apetito, pero ¿Somos
conscientes que el mismo estado de ansiedad puede tener el efecto contrario? En
muchos casos, el stress es
causante de la sobrealimentación, de la retención de líquidos y en definitiva
de la adicción a la comida con la intención de calmar momentáneamente la causa de nuestras preocupaciones.Una
vez detectada la raíz emocional del problema, se pueden parar los
comportamientos compulsivos que a su vez producen sufrimiento, culpabilidad y
frustración, y que en el plano fisico se traducen en problemas de salud,
tales como, anorexia, bulimia, obesidad y depresion, entre otras enfermedades.
El cine refleja con asiduidad la imagen
de personas, normalmente mujeres, que ante un disgusto, frecuentemente amoroso,
atacan compulsivamente una tarrina de helado de chocolate o una bolsa de
patatas fritas, entre los manjares gastronómicos más elegidos para estos
frustrantes festines. Pocas veces vemos esa misma escena teniendo a varones por
protagonistas, y no porque no ocurran en la misma medida, sino porque aparentemente
son “una leyenda urbana”. Lamentablemente, en esta era donde priman los
“metrosexuales” y el éxito
profesional es un reclamo para la mayoría, muchos varones también sucumben a la
desidia por no poder hacer frente a un listón tan alto de expectativas propias
y ajenas, y en ese estado de ansiedad y de baja auto-estima, a veces también
caen en adicciones que les pueden conducir al sobrepeso.
Expertos en diferentes terapias
naturales como las flores de Bach, el reiki, la cristaloterapia o los masajes
de sonido defienden que las
personas no somos adictas a la comida, sino a maneras de sentir. Por tanto el
sobrepeso es producido por las emociones mal digeridas que hay detrás de la
tendencia a comer compulsivamente. Es
decir, las necesidades afectivas no satisfechas nos llevan a recrear de un modo
adictivo determinados pensamientos relacionados con la comida como medio de
satisfacción. Mentalmente reproducimos imágenes de comida que nos producen una
idea ilusoria de placer fugaz porque al terminar de “engullir” nuestro
plato favorito tenemos que enfrentarnos a la culpabilidad que nos produce. Trabajar sobre esas imágenes mentales
para reducir al mínimo su potencia sobre nuestras conductas sería la clave de
terminar con esta esclavitud.
En el sistema de creencias del
subconsciente colectivo de los españoles está la asociación mental entre “celebración,
comida y bebida”. La cultura mediterránea siempre ha regado con buenos
vinos y mejores viandas las fiestas vividas en sociedad, por lo que es
razonable que en momentos de desdicha, de miedo, de stress y de baja
auto-estima tendamos a querer “alimentarnospara saciar ese vacío”.
Mientras los
conflictos humanos permanezcan sin resolver, se nieguen y se oculten, la fuerza
de voluntad se perderá para burlar cualquier deseo de hacer una dieta más o
menos estricta. La urgencia inconsciente de comer para conseguir una satisfacción
inmediata prevalecerá sobre el poder personal del individuo.
El primer paso
para abordar este hábito nocivo sería reconocerlo. A continuación habría que
hacer una introspección muy sincera para detectar las carencias emocionales,
que podrían ser muy obvias o estar muy latentes en algún rincón del
subconsciente. Habría que
reconocer si uno es capaz de hacerlo sólo o si necesitaría ayuda especializada.
Es importante recalcar que la cirugía plástica como remedio fácil, no soluciona
las carencias afectivas que seguirán estando ahí, bajo un cuerpo operado.
Tomar la decisión de iniciar ese cambio
sustancial empieza en la conciencia. A continuación habría que recorrer el
largo camino hacia la auto-aceptación,
pasando por el reconocimiento de las situaciones y las personas que tenemos que perdonar en el proceso. Una de las causas
que produce el sobrepeso es creer, muchas veces de una manera inconsciente, que
hemos fracasado como hijos,
como padres, como pareja o
como profesionales, en definitiva, como personas. En esa tendencia
auto-destructiva de “ser guapos para otros” nos vamos dejando el
alma. Sería interesante hacerse estos planteamientos y reconducir nuestra
alimentación por senderos más amables y saludables. ¡Alimentemos nuestro
espíritu para a su vez beneficiar nuestro cuerpo, ambos nos responderán
agradecidos, satisfaciéndonos de una manera duradera además de inmediata!