Reseña literaria "Volver a Canfranc" de Rosario Raro

Título: Volver a Canfranc.

 

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Autor: Rosario Raro

Editorial: Planeta

Edición: 2015

ISBN: 9788408139690

N de páginas: 512

Temática: Narrativa Española

No me extraña que Rosario Raro se enamorase de Canfranc. Yo no la conozco y ya lo estoy. Cuando dicen que leer es viajar no hay frase más literal. He viajado encantada por los raíles que atraviesan esta estación de Huesca, de la que desconocía absolutamente todo. Gracias a Rosario Raro no sólo he sabido de su estado actual, de las reivindicaciones que existen para relanzar esta estación. He descubierto un pasado apasionante gracias la realidad-ficción tejida por esta escritora a la que también he descubierto hace poco más de un mes.

Un amigo aconsejaba de manera ferviente a través de las redes sociales la lectura de Volver a Canfrac. No sólo por la ficción que teje sino por la realidad en la que se apoya, donde esta estación internacional en el Pirineo,  tomada por los nazis como si fuera un pedazo más de la Francia ocupada, se convirtió en el paso clandestino de judíos y repudiados por el régimen de Hitler, gracias al arriesgado trabajo de una facción de la red de la Resistencia encabezada Laurent Juste, el jefe de aduanas en 1942, en esta playa de vías férreas. Laurent Juste en realidad existió. Fue Albert Le Lay. Se jugó la vida y con ella, la de su familia, desarrollando una efectiva maraña que salvó a miles de personas, que huían de las chimeneas de los campos de concentración.

Canfrac fue su esperanza y se cumplió. Traspasaban la frontera entre Francia y España para dirigirse a Lisboa y cruzar el charco hasta las Américas.

Impresionante historia:

–saber que la trama de la novela se basa en hechos reales, pese a las licencias lógicas que ayudan a construirla, hace de cada línea, una lectura aún más apasionante.

–conocer a lo largo de nuestras vidas que el mundo ha dado tantos héroes hace menos desesperante pertenecer a la especie humana, cuando a diario nos sobrecoge la actualidad.

–saber que quienes cruzaron esas vías –después de esconderse en una habitación oculta en las entrañas de la estación a la espera de poder embarcarse en el tren–, quisieron volver pasados los años para recordar el momento y el lugar que les dio la oportunidad de salvarse, acentúa la emoción.

–volver a confirmar que la realidad supera en ocasiones la ficción gracias a historias como ésta y que hay autores interesados en rescatarlas para hacernos volar hacia el pasado para que sus errores no puedan volver a repetirse, gratifica inmensamente.

Volver a Canfrac aporta muchas satisfacciones pese al horror que encierra. El lector no podrá poner muchas más medallas de las que ya recibió Albert Le Lay (Laurent para nosotros), pero seguramente querrá hacerlo.

Lo mismo sucede con el resto de héroes anónimos, miembros de la organización de la resistencia, enclavado en este punto de la vía férrea. Dos de ellos son importantes pilares de esta historia, aliados de Juste: Jana Belerma, camarera del hotel ubicado en el entorno de la estación, al que convierte en su centro de operaciones,  y Esteve Durandarte, el bandolero del que no sabemos qué pensar hasta que la novela vaya tocando a su fin. Pero tenemos también por ejemplo a Montlum, a Didier… aunque todo el ramo de protagonistas, que parecen estar situados en un segundo plano, son piezas importantes para el puzle. Porque todo tiene que estar bien atado para que nada falle. Un error se juega aquí con la vida. La de los que intentan escapar y la de los que preparan su huida.

La tensión de su labor diaria, bajo el disfraz de «personas normales», se siente en la narración de Rosario Raro. Una escritura sencilla, sin ornamentos que sobren. Algo que se agradece en ocasiones como ésta, cuando la atención narrativa se centra en la planificación de los miembros de la resistencia, sus acciones, en sus movimientos y conversaciones a susurros y en el teatro que envuelve las vidas de los protagonistas, para que lo que tiene que esconderse, permanezca oculto.

Pienso en el tremendo trabajo de investigación y documentación realizado por Rosario Raro y pese a la ardua tarea que habrá supuesto conocer los entresijos de la trama de espionaje que pulula por los rincones de la estación, disfruto imaginando su búsqueda.

Como lectora me he encontrado con «todo hecho», quiero decir, ya nos ha descubierto este lugar excepcional, lo que ocurrió allí desde 1942 y 1944, nos ha puesto en bandeja a los personajes y aun así… es una historia que invita, que provoca la tentación de saber más. Así me he sentido al menos, como espectadora, desde el sofá de las lecturas. Tanto es así, que gracias al maravilloso mundo de «superinternet» me he podido lanzar a una investigación de «andar por casa», casi con una urgente necesidad de ver para creer. Para creer que realmente esta estación fue lo que fue, en la que se guardan tantos secretos y miedo como gozo.

Son los secretos de quienes subían a sus vagones con  visados falsificados e incluso de otros casi a voces, como el paso de oro y obras de arte robado por los nazis, o el wolframio que viajaba desde España hasta Alemania durante la Segunda Guerra Mundial como moneda de cambio entre dictadores.

Ya ven. Volver a Canfrac tiene de todo. Por supuesto, no le falta el aderezo del romance, en este caso con personajes fruto de la inventiva. Detecto hasta un lógico enamoramiento de Esteve por parte de su propia creadora. ¿Quién no iba a sufrirlo imaginándosele a caballo por esas sendas escondidas entre el frío del Pirineo?

Pero no les cuento más. Podría entrar en detalles que destrozarían la lectura y por tanto, el trabajo de la escritora, de la que por cierto, me ha llamado especialmente la atención, el mimo puesto en los apartados que comienzan en el Epílogo y terminan con el capítulo de Agradecimientos.

No estamos acostumbrados a que los autores, tras cerrar la última frase de su historia, se explayen mucho más, salvo las consiguientes y breves frases de agradecimiento. Rosario Raro ofrece un lado personal, cercano, casi como si quisiera hablar con el lector, haciendo apuntes sobre distintos aspectos que se salen de la narración propiamente dicha. Son detalles que me gustan, que ayudan a «humanizar» al escritor cuando los que somos lectores, tenemos la costumbre de idealizar a quienes relatan historias interesantes, como si fueran personas inalcanzables, inaccesibles para los ciudadanos de a pie.

En definitiva, una estación mítica que existió, existe y desprende magia, un capítulo de la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial bastante desconocido y personajes que nos hacen concebir esperanzas por su lucha contra lo que parece imposible. De ahí una frase que encontrarán entre las páginas de Volver a Canfranc: «Sólo tenemos una vida, pero con ella podemos salvar muchas».

UNETE



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